La ley alemana de restricciones por la pandemia se topa con protestas en la calle y en la oposición
Las medidas contra el virus aprobadas por el Parlamento son vistas por los manifestantes como un ataque a los derechos de la ciudadanía
Alemania ha aprobado este miércoles con amplia mayoría (415 votos a favor, 236 en contra) una polémica reforma legislativa para dar cobertura a las restricciones impuestas a la población a raíz de la pandemia y evitar conflictos judiciales y sociales. La iniciativa del Bundestag se ha topado con grandes protestas de miles de ciudadanos en el corazón de Berlín. Unas manifestaciones capitaneadas por partidarios de la ultraderecha, negacionistas y coviescépticos. El ambiente en la calle deja patente el desafío que supone esta pandemia para los sistemas democráticos.
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Alemania ha aprobado este miércoles con amplia mayoría (415 votos a favor, 236 en contra) una polémica reforma legislativa para dar cobertura a las restricciones impuestas a la población a raíz de la pandemia y evitar conflictos judiciales y sociales. La iniciativa del Bundestag se ha topado con grandes protestas de miles de ciudadanos en el corazón de Berlín. Unas manifestaciones capitaneadas por partidarios de la ultraderecha, negacionistas y coviescépticos. El ambiente en la calle deja patente el desafío que supone esta pandemia para los sistemas democráticos.
Alemania ha logrado hasta ahora gestionar la crisis de la covid-19 con relativo éxito y sin recurrir en ningún momento a confinamientos estrictos. La llegada de la llamada segunda ola y el fuerte crecimiento de contagios provocó el cierre durante el mes de noviembre de restaurantes, bares y actividades culturales, así como una restricción en el número máximo de contactos. Las encuestas reflejan reiteradamente que la mayoría de los alemanes apoyan las medidas del Gobierno central y las regiones y valoran muy positivamente la gestión de la canciller, Angela Merkel, en esta crisis.
El texto legal aprobado este miércoles no va más allá de las medidas ya impuestas y conocidas, como el uso de la mascarilla, las limitaciones de contactos o el cierre de establecimiento o actividades culturales en caso de pandemia. Pero al quedar plasmado negro sobre blanco, la ruidosa minoría crítica interpreta que, lejos de ofrecer seguridad jurídica, atenta contra los derechos fundamentales, según rezan las campañas plagadas de bulos que circulan por las redes sociales y según explicaban a pie de calle los propios manifestantes.
“Con esta ley, lo que quiere la señora Merkel es eliminar los derechos fundamentales”, dice una trabajadora de una residencia de ancianos que no quiere dar su nombre. Cree que la obligación de llevar trajes protectores “va en contra de la dignidad del hombre, solo porque haya gente con un test de esos”. Muchos de los allí presentes dijeron informarse a través de medios alternativos y canales de Telegram, porque de la prensa no se fían.
La llamada Tercera Ley de Protección de la Población, en caso de una epidemia nacional, reforma la ya existente hace 20 años. En aquel entonces, era difícil prever una propagación exponencial de un virus como la actual. Por eso, y para evitar una avalancha de demandas en los tribunales, el Gobierno de coalición ha optado por modificar el texto, para anclar en la norma existente las medidas que se han ido adoptando a golpe de ordenanza en los últimos meses. Lo ha hecho mediante un procedimiento acelerado por el que se ha aprobado este miércoles en el Bundestag (Cámara baja) y también en el Bundesrat, donde están representados los länder (las regiones alemanas).
En concreto, es el artículo 28a de la ley el que establece la posibilidad de obligar al uso de la mascarilla, de suspender actividades culturales o deportivas, de imponer una distancia física en lugares públicos, de restringir los viajes, de prohibir la venta de alcohol en lugares públicos o de obligar a recoger datos personales de clientes para poder rastrear las cadenas de contagios. Las medidas tendrán una duración máxima de semanas, aunque pueden prorrogarse. Establece también que el Gobierno federal podrá adoptar medidas de protección cuando se supere la incidencia acumulada de 50 nuevos contagios en siete días por cada 100.000 habitantes. Ese tope ya está vigente de facto desde la pasada primavera. El artículo 36, que regula la entrada de viajeros de zonas de riesgo y su registro, es otra de las novedades.
La ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD), los liberales y Die Linke (La Izquierda) también criticaron la norma. AfD porque es una formación que niega la gravedad de la pandemia y considera las medidas de lucha contra el virus exageradas; y los liberales porque piden mayor protagonismo del Parlamento y creen que el Ejecutivo acumula demasiado poder en esta crisis. El partido de La Izquierda, Die Linke critica la norma, sin embargo, por cuestiones procedimentales y de justicia social. “No estamos en contra de las restricciones. El problema es que la tramitación de la ley haya sido tan rápida. Lo que normalmente tarda semanas, se ha ventilado en dos días. Eso ha limitado que haya un verdadero debate”, asegura por teléfono Jörg Schindler, secretario general de Die Linke. “Las medidas, además, deben contribuir más a la justicia social. Queremos más ayudas para empleados y autónomos. Nos da miedo que ahora el ministro de Trabajo pueda decidir que hay que alargar la jornada de trabajo o que el de Sanidad decida que los enfermeros pueden ir a trabajar aunque estén contagiados”, dice.
Pero en los círculos negacionistas, donde comparan la norma incluso con la ley habilitante de 1933, que cedió todos los poderes a Adolf Hitler, hay escaso lugar para los matices. Han hecho circular todo tipo de bulos sobre la norma, convertida ya en un símbolo de lo que llaman la “dictadura del corona” en alusión a las restricciones impuestas a raíz de la pandemia.
Desde primera hora de la mañana de este miércoles, ríos de manifestantes convergían hacia el Bundestag. Hileras de furgones policiales blindaban los edificios oficiales. Se trataba de evitar a toda costa imágenes como las del pasado agosto, cuando grupos de ultraderecha hicieron el amago de tomar el edificio del Reichstag, donde se halla la sede del Bundestag. Como de costumbre, los asistentes eran una mezcla muy heterogénea de ultras, autodenomimados “librepensadores”, grupos antivacunas y ciudadanos de a pie persuadidos por teorías de la conspiración. El único denominador común era el cabreo generalizado y la ausencia de mascarillas.
Agravios
Cada uno acudía a la protesta con su agravio particular. “No es posible que el Gobierno no conceda importancia a la vitamina D. Esto va del sistema inmune”, se quejaba Linda Hoffmann, una joven, nutricionista de profesión. Junto a ella, Iris Boer, librera, que acudió desde Dresde, se quejaba de las pérdidas económicas que han sufrido sus clientes. “A este paso voy a tener que cerrar yo”, advertía.
En otro grupo, Lisa, de 33 años, tiene claro que van a obligar a todo el mundo a vacunarse, a pesar de que la ley no dice eso y de que el Gobierno no se cansa de repetir que no es así. “Pueden venir y pincharte sin que te enteres”, alerta esta joven de Baviera.
La protesta se tornó violenta transcurridas las primeras horas, cuando empezaron a volar botellas y piedras. La policía trató de dispersar con cañones de agua a los manifestantes, que ignoraron las reglas de distancia de seguridad y uso de mascarillas. Hubo más de 300 detenidos.