Europa se retrata ante el espejo de Putin

El envenenamiento de Navalni es el último de una ristra de episodios terribles que coloca de forma brutal al club europeo ante la vieja dicotomía entre intereses y valores

La canciller alemana Angela Merkel y el presidente de Rusia Vladímir Putin, en un encuentro en Berlín, el pasado enero.AXEL SCHMIDT (Reuters)

Cada momento importa en todas las vidas, pero algunos las definen. Hay circunstancias en las cuales adoptar una conducta u otra retrata nuestra verdad más profunda, desvela a qué categoría moral pertenecemos. Dante captó de forma sublime el vuelo de estos momentos —algunos de gran calado político, otros, meras cuestiones privadas— construyendo su Divina Comedia precisamente como una galería de personajes retratados (y juzgados) para la eternidad en una hora decisiva e inapelable. De alguna manera, puede que el putinismo sea esa circunstancia definitoria para la Unión Europea.
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Cada momento importa en todas las vidas, pero algunos las definen. Hay circunstancias en las cuales adoptar una conducta u otra retrata nuestra verdad más profunda, desvela a qué categoría moral pertenecemos. Dante captó de forma sublime el vuelo de estos momentos —algunos de gran calado político, otros, meras cuestiones privadas— construyendo su Divina Comedia precisamente como una galería de personajes retratados (y juzgados) para la eternidad en una hora decisiva e inapelable. De alguna manera, puede que el putinismo sea esa circunstancia definitoria para la Unión Europea.

La Rusia de Vladímir Putin coloca de forma brutal al club europeo ante la vieja dicotomía intereses/valores. No es naturalmente el único actor que agita ese dilema en el tablero europeo (China o el arco suroriental del Mediterráneo también, entre otros), pero la inextricable relación consanguínea con ese gigante semieuropeo, cuyas terminaciones nerviosas entran tan a fondo en el cuerpo del continente, plantea un desafío único. Compartimos espacio. China también es un desafío, pero no invadirá un país de nuestro continente hasta donde llega la vista.

El envenenamiento de Navalni es el último de una ristra de episodios terribles, que incluye la invasión de territorios ajenos con tropas sin insignias (Crimea), actividades de desestabilización de democracias vía hackeos o diseminación de noticias falsas, sostén acrítico a dictaduras brutales (Siria), entre otras cosas. La historia raramente es un cuadro en blanco y negro —Rusia tiene sus argumentos, Occidente sus fallos—, pero hay acciones del Kremlin y su entorno en los últimos lustros que claramente se sitúan en las antípodas de la cosmovisión de la UE. ¿Qué hacer ante ello?

Por un lado, están los intereses. En primer lugar, las necesidades energéticas. Buena parte de Europa depende de forma relevante de los suministros gasísticos rusos, y especialmente crítico resulta el proyecto alemán de redoblar esa conexión/dependencia con un nuevo gasoducto. Hay también intereses exportadores, países con industrias robustas —por ejemplo Italia— quieren mantener el acceso a un mercado que no es enorme, pero sí relevante. También hay intereses/lazos de corte histórico-cultural, como la conexión ortodoxa —por ejemplo con Grecia—.

Por el otro lado, están los valores.

Junto a esta dicotomía, se perfila otra: el debate político acerca de si se logra mayor influencia sobre un adversario a través de la interacción o la presión.

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Esos dos ejes marcan la superficie para nuestro retrato. Lo que vemos retratado en el espejo de Putin es la, a veces afanosa, búsqueda de compromisos. Hubo momentos de vigor moral —sanciones por Ucrania, pactadas y mantenidas durante mucho tiempo— y hay indulgencias a impulsos más materiales. Hay disponibilidad al diálogo en ciertas áreas (formatos precisamente para la cuestión ucrania) y rigidez en otras (invitación al G7). Se desnuda en ese espejo la gran divergencia de objetivos de política exterior en el club, derivada de su posición geográfica, historia, etc. La sombra del Kremlin se ve diferente desde Riga o Lisboa.

Una constante búsqueda de compromisos en el marco de valores e intereses compartidos. Esto y no otra cosa es la UE. Putin nos pone a prueba: ¿valientes o pusilánimes? ¿idealistas o realistas? ¿maximalistas o minimalistas? No seremos ninguno de esos extremos: pero el punto exacto de aterrizaje en la zona central —un poco más ahí, o más allá— importa, y mucho. Dante nos asignaría un lugar en la historia por eso.

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