Análisis

Macron, ¿en manos de Europa?

Un éxito como el fondo de recuperación puede ser un salvavidas del final de su mandato

Emmanuel Macron y Édouard Philippe, a finales de junio en París.Christian Hartmann (Reuters)

Faltan todavía dos años para las presidenciales francesas, pero es como si faltaran dos meses. A veces uno se pregunta si no se resume todo a una secuencia acelerada de noches electorales en la cadena BFMTV para determinar quién ocupa el Elíseo. El presidencialismo forma parte del ADN de la V República pero ha tomado nuevas proporciones a medida que se encadenaban Nicolas Sarkozy, François Hollande y ahora Emmanuel Macron. Brice Teinturier, uno de los encuestadores históricos en Francia, ha acuñado el término nuevo de dégagisme (despejamiento) para resumir este ansia de pasar de un pres...

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Faltan todavía dos años para las presidenciales francesas, pero es como si faltaran dos meses. A veces uno se pregunta si no se resume todo a una secuencia acelerada de noches electorales en la cadena BFMTV para determinar quién ocupa el Elíseo. El presidencialismo forma parte del ADN de la V República pero ha tomado nuevas proporciones a medida que se encadenaban Nicolas Sarkozy, François Hollande y ahora Emmanuel Macron. Brice Teinturier, uno de los encuestadores históricos en Francia, ha acuñado el término nuevo de dégagisme (despejamiento) para resumir este ansia de pasar de un presidente a otro a toda prisa. La propia revolución que supuso la aparición de En Marche se alimentó de este état d'âme.

Una de las principales preocupaciones entre los marcheurs es evitar que les den de su propia medicina. En particular, después de unas municipales donde los ecologistas logran cuotas históricas y victorias sonadas, como en Burdeos, donde Los Republicanos llevaban gobernando desde 1947. No son pocas las encuestas que siguen apuntando que el resultado se explica, también, por este descontento latente y transversal hacia el poder del que habla Teinturier. Una tendencia a la que no es inmune En Marche, y menos después de dos años marcados por los chalecos amarillos y la reforma de las pensiones.

De ahí que el mayor desafío para el Gobierno entrante sea el de reinventar al presidente y a su Gobierno como un equipo rupturista. Una ruptura con ellos mismos. Para ello, Emmanuel Macron asume un riesgo considerable. Deshacerse de Édouard Philippe, el cual era un plus de lealtad y popularidad, y darle las riendas a Jean Castex, un moderado que, sin embargo, proviene del mismo partido del que venía Philippe, Los Republicanos. Conocido por su savoir-faire local y su gestión del desconfinamiento, pero, de entrada, menos creíble en temas que suben en las encuestas poscovid, como el medio ambiente, las desigualdades, o la justicia social.

Respecto al Gobierno, destacan solo un par de nombres como Jean-Michel Blanquer que sigue en la Educación y la presentadora televisiva y exministra de Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, Roselyne Bachelot, que es la única novedad de peso.

El único ministro con estatura de presidenciable que resiste es Bruno Le Maire. Es pronto para adivinar si será suficiente para invertir la famosa curva de popularidad. Sin Philippe y sin ningún puente con los ecologistas, toda la presión y todos los focos convergerán más que nunca hacia el presidente.

En este panorama incierto, tal vez un éxito a escala europea, como el fondo de recuperación, puede convertirse en un auténtico bote salvavidas en el último tramo de mandato. Sería una señal de que el cambio de rumbo de la política comunitaria vuelve a servir para ganar elecciones, en vez de perderlas. Una lección que podría servir más allá de las fronteras galas.

Dídac Gutiérrez-Peris es profesor en Science Po y director de estudios del instituto Viavoice. Este artículo ha sido elaborado por Agenda Pública para El País.

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