El telón de acero vírico: por qué el eje Este/Oeste pesa más ahora que el Norte/Sur

En materia sanitaria, económica y política parece que los meridianos son hoy más relevantes que los paralelos

Viktor Orbán, el pasado 27 de abril en el Parlamento húngaro, en Budapest.TAMAS KOVACS (AFP)

Pese a ciertos clichés, en la Europa de hoy parecen importar más los meridianos que los paralelos. La habitual contraposición entre Norte y Sur es en muchos aspectos menos relevante ahora que la que hay entre Oeste y Este. En términos sanitarios, económicos y políticos la principal línea divisoria es vertical y tiene grosso modo a Alemania, Austria y Dinamarca como países bisagra.

La cuestión sanitaria. La pandemia está golpeando con mayor intensidad las zonas occidentales de la Unión Europea. Con todas las cautela...

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Pese a ciertos clichés, en la Europa de hoy parecen importar más los meridianos que los paralelos. La habitual contraposición entre Norte y Sur es en muchos aspectos menos relevante ahora que la que hay entre Oeste y Este. En términos sanitarios, económicos y políticos la principal línea divisoria es vertical y tiene grosso modo a Alemania, Austria y Dinamarca como países bisagra.

La cuestión sanitaria. La pandemia está golpeando con mayor intensidad las zonas occidentales de la Unión Europea. Con todas las cautelas debidas a los límites y a las heterodoxias en la recolección de datos, hay suficiente margen como para notar la diferencia. Según datos oficiales recopilados por la Johns Hopkins, el ventrículo occidental de la UE (con la notable excepción de Portugal) sufre tasas de mortalidad superiores a 20 fallecimientos por cada 100.000 habitantes: Bélgica, 65; España, 52; Italia, 45; Reino Unido (ya fuera de la UE), 39; Francia, 36; Holanda, 27; Irlanda, 24. El área bisagra compuesta por Alemania, Austria y Dinamarca está entre 6 y 7. Al otro lado, entre otros, Hungría y Finlandia, 3; República Checa, 2; Polonia y Grecia 1.

Estos datos no implican ningún juicio de valor, ya que en gran medida simplemente se deben a circunstancias fortuitas de propagación. Pero es una diferencia que permite algunas reflexiones. Por un lado la constatación de la mayor integración —por tanto lazos y correas de transmisión— dentro del sector occidental que entre occidente y oriente. Después, más importante, la de que afrontamos el calvario que queda por delante desde puntos de partida diferentes.

La cuestión económica. En esta materia también, hay ángulos de lectura fundamentales en el eje Oeste / Este. Por un lado, el desigual impacto de la pandemia probablemente provocará contragolpes económicos diferentes. Por otra parte, en la batalla política-económica se configuran diferentes capas de intereses. Los países a occidente de la zona bisagra (aunque también Grecia) son aquellos que lideraron la infructuosa batalla por la mutualización de la deuda. Los de la zona bisagra —Alemania, Austria, y en este caso Holanda y Suecia— son aquellos que se opusieron a esa solución y aquellos que tienen mayor margen para suministrar ayudas de estado a sus empresas en dificultad. Esto puede distorsionar a su favor el mercado interior. A oriente del área bisagra, la mayoría de países no pertenecen a la Zona euro, tienen interés en que el esfuerzo de solidaridad se cocine y canalice en el formato a Veintisiete, vinculados a los presupuestos generales. Gozan de momento del menor impacto de la pandemia, pero también tienen menos músculo para suministrar ayudas.

La cuestión política. En este apartado también las diferencias son evidentes e influyentes. En el Este, hay múltiples factores de inquietud democrática: desde los poderes muy extraordinarios que el Parlamento húngaro ha entregado a Víctor Orbán hasta la organización de las presidenciales en Polonia. La reciente victoria en Eslovaquia de un partido populista conservador incrementa el abismo en ambas partes de la UE en cuanto a valores civiles. Habrá que ver cómo se manejarán en estas democracias más jóvenes y frágiles los sistemas de seguimiento necesarios para evitar futuros rebrotes del virus.

La zona bisagra destaca en cambio por una gestión político-civil bastante ordenada. Alemania, Austria o Dinamarca han manejado la crisis hasta ahora con cierta eficacia. En claro contraste con el Este, el Tribunal Constitucional alemán reafirmó el derecho de manifestación incluso en plenas medidas de control sanitario. Mientras, en Polonia, los ciudadanos protestaban como podían para frenar la aprobación de medidas ultraconservadoras en materia de aborto y educación sexual, que reaparecieron de forma muy intempestiva en la orden del día del parlamento polaco en plena pandemia.

Las líneas de demarcación no son perfectas. El occidental Portugal ha capeado bien hasta ahora la crisis sanitaria; la oriental Grecia coincide en el pulso económico con el Oeste; Holanda y Suecia están en la zona bisagra económica pero no tanto en la pandémica. Por supuesto, dentro de las mismas hay muchos matices. Sin embargo, conviene no subestimar la tracción que tienen las diferencias políticas, económicas, culturales y geográficas en clave de meridianos —y no sobreestimar— las de paralelos, con la habitual retórica norte/sur.

En cualquier esquema, Alemania es el país central y decisivo. Es el que decanta el rumbo de las cosas. Además, por su posición geográfica, es aquel del que más depende la cohesión de esta Europa unida pero todavía tan heterogénea en tantos y relevantes sentidos.

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