El béisbol como terapia contra el terror

El tiroteo contra congresistas republicanos llena de simbolismo el partido anual entre legisladores estadounidenses

Los congresistas rezan antes del inicio del partido, este jueves en WashingtonAARON P. BERNSTEIN (REUTERS)

John, un hombre de casi 80 años, no había acudido nunca al partido de béisbol que juegan cada año congresistas demócratas y republicanos. Pero tras el tiroteo, el miércoles, contra legisladores republicanos que se entrenaban para el encuentro sintió la necesidad de asistir. "Hay gente que cree que usar de forma indiscriminada un arma es una forma de solucionar un problema. No ha funcionado en el pasado y no lo hará ahora", contaba mientras enfilaba su asiento en el estadio d...

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John, un hombre de casi 80 años, no había acudido nunca al partido de béisbol que juegan cada año congresistas demócratas y republicanos. Pero tras el tiroteo, el miércoles, contra legisladores republicanos que se entrenaban para el encuentro sintió la necesidad de asistir. "Hay gente que cree que usar de forma indiscriminada un arma es una forma de solucionar un problema. No ha funcionado en el pasado y no lo hará ahora", contaba mientras enfilaba su asiento en el estadio de los Nationals, el equipo de béisbol de Washington. Vino solo y parecía poco interesado en el juego.

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El partido, que empezó a celebrarse en 1909 y sirve para recaudar fondos para proyectos caritativos, es un inusual rito anual de Washington: durante unas horas demócratas y republicanos aparcan sus divergencias y se divierten jugando al béisbol, el deporte rey en Estados Unidos. El ataque contra los legisladores conservadores en un campo a las afueras de la ciudad y en el que resultó herido de gravedad el líder del grupo parlamentario, Steve Scalise, y otras cuatro personas inundó el encuentro de este jueves de simbolismo y solidaridad, y lo convirtió en una muestra de unidad política contra la violencia armada.

Era fácil palparlo. "Gracias a aquellos que nos mantienen seguros", se leía en una pantalla enorme en una pared al fondo del campo de béisbol. Se guardó un minuto de silencio en honor a Scalise. Al saltar al diamante, los 60 jugadores demócratas y republicanos -muchos de ellos supervivientes del ataque- formaron un círculo, se arrodillaron y rezaron durante unos minutos con sus gorras apuntando al cielo. Un agente de policía que resultó herido y que andaba con muletas hizo el lanzamiento de honor del partido.

También había pancartas que rezaban: "Equipo Scalise". Y en las pantallas se emitió un mensaje del presidente Donald Trump, que inicialmente fue recibido con abucheos en las graderías de los seguidores demócratas pero que acabó cosechando un aplauso generalizado. "Demostraremos que no seremos intimidados", proclamó el mandatario republicano. Varios miembros del Gobierno, así como toda la cúpula del Congreso, asistieron al estadio.

En el estadio, con un robusto despliegue de seguridad, se vislumbraban dos tipos de espectadores: los que tenían previsto acudir desde hace días al partido y los que decidieron hacerlo tras el tiroteo del miércoles en Alexandria (Virginia). Los primeros eran sobre todo empleados del Congreso, lo que propiciaba escenas más comunes en un bar de Happy Hour que en un estadio deportivo: jóvenes con ropa elegante de trabajo tomando cervezas. Los segundos eran ciudadanos sin relación con la política que se sintieron galvanizados a hacer acto de presencia tras el ataque armado.

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"Tengo un nieto de cuatro años y me pregunto si el mundo mejorará para él", decía con letanía John. Desconfía de que el tiroteo vaya a propiciar un debate sobre la violencia en EE UU, el país con más armas por ciudadano del mundo. "Hemos tenido un buen número de tiroteos y nada ha cambiado", lamentaba. Pero sí confiaba en que el ataque entierre por unos días la polarización política que atenaza Washington desde hace años.

También era pesimista Nikky, de 33 años, sobre que reabra el debate sobre las armas. "Los políticos están más enfocados en otras cosas", afirmaba. Decidió acudir a última hora al partido para acompañar a su pareja, que hacía semanas que iba a asistir con sus compañeros de trabajo en el Congreso. "Tenemos que mostrar bipartidismo", decía Dena, de 28 años, a la que también acompañó en el último momento su madre. "Es importante mostrar que no importa de qué lado político estés", añadía la madre, Mary, de 55 años.

Era fácil detectar el clima político. "Aún estoy con ella", rezaba la camiseta de una chica en alusión al lema de campaña de Hillary Clinton que era "Estoy con ella". Había gorras rojas con el lema electoral de Trump: "Volver a hacer grande a América". También simbología del expresidente Ronald Reagan, un icono conservador, e incluso en la entrada del estadio se vendían pósters con el mensaje: "Unidad Congresista".

El homenaje a las víctimas del tiroteo y la unidad festiva eran visibles antes del inicio del partido. Pero una vez empezaron a batear y a correr los jugadores, afloraron de nuevo las divisiones políticas y deportivas: mucha competitividad entre los congresistas que jugaban y un público entregado con su equipo.

El resultado, al final, era lo de menos. Pero para el registro, ganaron los demócratas (11-2). Era la edición número 80 del partido, que desató el empate que había de 39 victorias respectivamente para demócratas y republicanos.

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