El difícil equilibrio en Argentina entre la protesta y la represión policial
Los golpes de la policía a un grupo de maestros desatan un escándalo y el Gobierno rectifica mientras los profesores convocan una nueva huelga
Argentina siempre fue un país latinoamericano atípico, pero lo es mucho más desde 2001, cuando la peor crisis de su historia reciente acabó con miles de personas en la calle y cinco presidentes en dos semanas. Desde entonces, los argentinos se han acostumbrado a convivir con protestas diarias que cortan calles, autopistas, trenes, metros. Los bombos, los petardos, incluso la quema de contenedores es algo tan frecuente en Buenos Aires que a nadie sorprende. Y la policía lo permite porque en 2001 hubo 38 muertos y esa memoria está aún muy presente.
Pero una parte del electorado de Mauricio Macri ha lanzado un mensaje claro: quieren represión, que se liberen las calles. El Gobierno ha empezado a dar a la policía esa orden pero al primer problema ha tenido que rectificar rápidamente: las imágenes de los golpes de los antidisturbios a un grupo de maestros frente al Congreso en la noche del domingo causaron un fuerte impacto y el Ejecutivo se vio obligado a rectificar mientras los sindicatos de profesores convocaban un nuevo día de huelga, esta vez contra la represión.
El asunto de las medidas policiales contra las personas que cortan las calles en Buenos Aires es una cuestión tan delicada que está generando conflictos internos en el Gobierno. El presidente ha dejado muy claro que está decidido a disolver esos cortes, y en esa línea le acompaña la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Otros, como el alcalde de la capital, Horacio Rodríguez Larreta, prefieren ser más prudentes.
Las primeras pruebas de esa nueva política se vieron en la huelga general, el pasado jueves. Bullrich ordenó que no se permitiera ningún corte en las entradas de las autopistas. Y así se hizo. Esa decisión dejó algunas imágenes con camiones de agua y violentos choques que son normales en otros países pero estaban desterradas en Argentina. Esa jugada salió bastante bien, no hubo que lamentar víctimas y el Gobierno recibió el aplauso de los suyos por haber sabido gestionar la situación.
Pero el domingo todo se complicó otra vez. Los maestros convocados allí no cortaron en ningún momento el tráfico. Estaban tratando de instalar una gran carpa simbólica para dar allí clases y mostrar de esa manera su protesta contra la subida salarial del 18% que les ofrece el Ejecutivo –ellos piden 35%- y que ha provocado tres semanas de huelga. Los profesores están empezando a perder la batalla y cada vez tienen más dificultades para resistir en este paro prolongado frente a Macri y la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, que ha decidido resistir el paro y estaba empezando a ganar la batalla.
La policía recibió la orden de no permitir que se instalara esa carpa porque no tenía los permisos en regla. Pero las imágenes de agentes golpeando a maestros han impactado incluso a fieles del macrismo. “Somos los maestros de sus hijos, no nos peguen”, les gritaban a los policías mientras los empujaban. La metedura de pata fue tan evidente que rápidamente la oposición, y en especial la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, lo utilizó contra el Ejecutivo, que se ha visto obligado a rectificar. Diego Santilli, número dos del ayuntamiento de Buenos Aires y un hombre importante dentro del macrismo, se apresuró a decir que la carpa será autorizada en cuanto se pida el permiso. “La policía actuó defensivamente. Los permisos van a ser otorgados, pero hay que hacer las cosas bien”, sentenció.
Pero políticamente ya era un poco tarde. Los maestros, que veían su lucha languidecer, aprovecharon rápidamente para convocar una nueva jornada de huelga nacional para el martes en medio de una multitudinaria conferencia de prensa con los profesores que recibieron los golpes que terminó con cánticos peronistas en honor a los desaparecidos de la dictadura y con un espíritu de combate renovado. “Nos dijeron que fuéramos creativos, que no hiciéramos paros, que buscáramos otra forma de protesta. Estábamos armando una escuela itinerante y nos reprimieron y golpearon”, se quejó Sonia Alesso, líder de CTERA, la principal confederación nacional de sindicatos docentes.
En Argentina todo cambia en horas y los maestros recuperan vigor cuando parecían perdidos. Y el delicado equilibrio de Macri entre los votantes que le piden mano dura y los asesores que le recuerdan que en Argentina sacar a la policía con porras es muy peligroso ha quedado una vez más en un ensayo y error que nunca parece terminar.
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