OBITUARIO

Chin Peng, líder de la guerrilla comunista de Malasia

Se enfrentó a los británicos tras combatir a su lado contra los japoneses

El líder comunista de Malasia Chin Peng, en 1956.AP PHOTO

Chin Peng, líder guerrillero que dirigió una lucha fracasada contra japoneses y británicos para crear una Malasia comunista independiente, falleció el mes pasado en el exilio. Las autoridades de Kuala Lumpur nunca le permitieron volver con vida a su país natal; y tras su muerte de cáncer a los 88 años —falleció en un hospital de Bangkok (Tailandia) el 16 de septiembre—, reiteraron que tampoco autorizarían el regreso de sus cenizas.

Chin, nacido el 21 de octubre de 1924 en el Estado de Perak en una familia de la minoría china de la región de Malaya, combatió en la II Guerra Mundial junto...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Chin Peng, líder guerrillero que dirigió una lucha fracasada contra japoneses y británicos para crear una Malasia comunista independiente, falleció el mes pasado en el exilio. Las autoridades de Kuala Lumpur nunca le permitieron volver con vida a su país natal; y tras su muerte de cáncer a los 88 años —falleció en un hospital de Bangkok (Tailandia) el 16 de septiembre—, reiteraron que tampoco autorizarían el regreso de sus cenizas.

Chin, nacido el 21 de octubre de 1924 en el Estado de Perak en una familia de la minoría china de la región de Malaya, combatió en la II Guerra Mundial junto a los británicos contra los japoneses —por lo que fue condecorado en 1946 con la Orden del Imperio Británico, que años después le retirarían—. Perdió aquellos honores al volver sus armas contra los británicos tras la derrota japonesa, precisamente con unas tácticas guerrilleras que aprendió luchando años antes junto a los británicos. Retomó el combate y se internó con los suyos en la jungla después de que la Administración británica prohibiera el Partido Comunista que lideraba porque sus miembros asesinaron a tres británicos en una plantación en 1948.

El conflicto, denominado Emergencia Malaya, que enfrentó a los comunistas contra decenas de miles de soldados de Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Fiyi y gurkas, causó la muerte a unas 10.000 personas entre civiles y combatientes durante los 12 años que duró. Chin huyó primero a Pekín y después a Tailandia, donde se instaló. La región de Malaya se independizó de Londres en 1957 y la Malasia actual se fundó en los sesenta. La firma de la paz de Malasia con los comunistas, en 1989, no implicó el permiso para que Chin pudiera volver.

Chin fue un muy precoz dirigente del Partido Comunista —ejerció de secretario general desde los 22 años hasta su fallecimiento— gracias a su educación inglesa y dominio de la lengua. Para él y para muchos de sus seguidores de origen chino el comunismo era una vía para obtener el poder y el estatus que les negaba la discriminación existente contra la minoría china.

Dirigió el partido desde

“Supongo que soy el último de los viejos líderes revolucionarios de la región”, escribió hace una década en sus memorias My side of history (Mi versión de la historia). Y tuvo razón. Nacido como Ong Boon Hua —Chin Peng era el apodo que adoptó en la clandestinidad—, era el último superviviente de un elenco de dirigentes asiáticos anticolonialistas que incluyó al vietnamita Ho Chi Minh, el indonesio Sukarno, el birmano Aung San (padre de la Nobel Suu Kyi) y el camboyano Norodom Shianuk, fallecido el año pasado. A diferencia de los mencionados, Chin Peng perdió su batalla.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Chin recapituló en febrero de 1998 en un seminario con una veintena de académicos en la Universidad Nacional de Australia, en Canberra, como ha recordado estos días al profesor emérito Anthony Reid, que lo organizó. Allí explicó Chin que desde principios de los noventa le rondaba la duda: “Reflexiono constantemente sobre si cometí errores o si creer en el comunismo fue un error”. Menos dudas expresó sobre la guerra que libró contra los ingleses, aunque la perdiera: “Sin nuestra lucha no creo que los británicos hubiesen dado la independencia a Malaya. O hubiese sido muchos años después”.

Aunque al firmar la paz juró lealtad a su patria, no aceptó retractarse de sus convicciones. Y nunca logró disipar todas las sospechas de las autoridades. En los últimos años batalló en los tribunales para que permitieran el regreso, pero le fue denegado con el argumento de que no podía probar con documentos su ciudadanía. Los había perdido mucho tiempo atrás.

Sobre la firma

Archivado En