El Gobierno chino zanja cualquier intento de 'revolución jazmín'

Las fuerzas de seguridad blindan las zonas de protestas en varias ciudades chinas.- Varios periodistas extranjeros han sido detenidos

El Gobierno chino está nervioso y pretende evitar a toda costa cualquier posibilidad de contagio de las revueltas que desde hace semanas vive el mundo islámico. Cientos de policías de uniforme, un número indeterminado de agentes de paisano, decenas de coches policiales, autobuses repletos de miembros de las fuerzas de seguridad y una estricta censura en Internet han impedido hoy en Pekín y otras ciudades cualquier intento de manifestaciones inspiradas en la revolución jazmín tunecina y las revueltas en Egipto, Yeme...

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El Gobierno chino está nervioso y pretende evitar a toda costa cualquier posibilidad de contagio de las revueltas que desde hace semanas vive el mundo islámico. Cientos de policías de uniforme, un número indeterminado de agentes de paisano, decenas de coches policiales, autobuses repletos de miembros de las fuerzas de seguridad y una estricta censura en Internet han impedido hoy en Pekín y otras ciudades cualquier intento de manifestaciones inspiradas en la revolución jazmín tunecina y las revueltas en Egipto, Yemen y Libia. La policía ha detenido al menos a siete personas en Shanghai, una de las cuales había hecho fotos, y al menos a dos en Pekín, aunque no está claro si es debido a las manifestaciones. Varios periodistas extranjeros han sido detenidos o expulsados -a veces con violencia- de la zona prevista de protesta en la capital china.

El extraordinario despliegue policial se ha producido en respuesta a una convocatoria publicada esta semana en la web estadounidense Boxun, dirigida por disidentes, que insta a la población china a que acuda cada domingo a las dos de la tarde al mismo punto designado en ciudades de todo el país para pedir un sistema judicial independiente, el fin de la corrupción, libertad de expresión y que el Gobierno sea "supervisado por el pueblo".

Los misteriosos convocantes, cuya identidad se desconoce, urgen únicamente a los simpatizantes a que paseen, deambulen y hagan como que pasaban por el lugar previsto; en el caso de Pekín, las cercanías del McDonald's de la calle Wangfujing, una de las más comerciales de la capital. De ahí que sea imposible medir el eco de la convocatoria, ya que, tras la fulminante detención de media de docena de manifestantes el domingo 20 de febrero en Pekín y Shanghai, los organizadores han cambiado de estrategia y han dicho a la gente que "someta a presión al partido gobernante" únicamente con su presencia.

No hay forma de saber si quienes han acudido hoy a Wangfujing son la muchedumbre que cada fin de semana sale de compras por esta zona peatonal situada a unos cientos de metros de la plaza Tiananmen o si entre ellos había muchos o pocos simpatizantes con la manifestación muda.

Lo que sí ha habido es un impresionante dispositivo de seguridad. A primera hora de la tarde, patrullas de policías peinan la calle arriba y abajo por todos lados, ojeando a cualquier potencial alborotador. También hay agentes de paisano, fácilmente reconocibles por su indumentaria, zapatillas deportivas, teléfono móvil en la mano o un auricular apenas disimulado.

En las entradas a la calle, los policías controlan a todos los extranjeros y prohíben el paso a quienes no llevan el pasaporte. Otros filman con cámaras de vídeo a los paseantes, una medida de control e intimidatoria habitualmente utilizada por las autoridades. Algunas calles cercanas han sido cerradas al tráfico rodado.

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Junto a la gran librería de Wangfujing, los agentes pasean perros de presa con bozales, otros empujan a quienes se detienen para que circulen. "La policía me ha dicho que me fuera de la zona porque pasaba algo que no ha explicado", ha contado un joven. Un vendedor de refrescos es un poco más explícito. "Hay unas protestas", responde cuando un cliente le pregunta por qué hay tanta policía.

Ante el McDonald's, lugar designado de concentración, han sido levantadas esta semana unas vallas azules, que obstaculizan el acceso al restaurante de comida rápida. Tras ellas, varios obreros utilizan a destajo martillos neumáticos, supuestamente para reparar el suelo. El violento ruido no invita a pararse. La táctica disuasoria parece similar a la utilizada en Shanghai, donde las fuerzas de seguridad han empleado silbatos estridentes para desalojar a los paseantes de la Plaza del Pueblo, en la que, a pesar de ello, se han concentrado unas 200 personas, mezcla de manifestantes y curiosos, informa Associated Press. En Pekín, media docena de camiones de riego circulan Wangfujing arriba y abajo, arrojando agua sobre un suelo impoluto para desplazar a los paseantes.

La policía escudriña a quienes entran en el McDonald's. En el interior, el ambiente es extraño. Hay mucha gente que parece estar solo mirando. Entre ellos, varios hombres con auriculares en la oreja, y otros con cámaras de vídeo y foto, que graban a los clientes. Los encargados del local, nerviosos, intentan que la gente no se concentre en los pasillos. La señal de Internet para el teléfono móvil no funciona.

Las autoridades han llamado en los últimos días a numerosos corresponsales extranjeros para, en unos casos, decirles indirectamente que se mantengan alejados de las zonas de protestas y, en otros, recordarles unas poco claras normativas que obligan a pedir permiso gubernamental para filmar y entrevistar en Wangfujing. La policía ha impedido hoy a numerosos periodistas grabar en la capital y ha detenido a varios, en algunos casos, de forma violenta.

Aunque no se sabe cuánta gente ha respondido a la convocatoria de las 'concentraciones jazmín', la tajante respuesta policial pone de manifiesto la gran preocupación que existe entre las autoridades ante la posibilidad de que pueda prender la mecha de las demandas democráticas si no es apagada a tiempo.

En China, no hay un sentimiento de frustración similar al de Egipto o Túnez, debido a su pujante economía y a que el nivel de vida de la gente ha mejorado continuamente en los últimos años, pero hay un sector de la población descontento con el Partido Comunista Chino por razones que van desde las grandes desigualdades sociales a la corrupción, la inflación, las expropiaciones forzadas, la persecución religiosa o la ausencia de libertades políticas.

La inmensa mayoría de los chinos no está al corriente de las convocatorias de las manifestaciones, ya que Boxun o sitios en Internet como Twitter y Facebook, que fueron claves para los promotores de las revueltas en Túnez y Egipto, están bloqueados en China, y el debate ha sido censurado en las webs y servicios de mensajes cortos (microblogs) locales. A mediados de esta semana, Pekín ha acusado a "fuerzas extranjeras" de querer fomentar problemas en el país asiático con llamamientos a una 'revolución jazmín' contra el Partido Comunista Chino.

Las autoridades han detenido a decenas de activistas y abogados desde que comenzaron las convocatorias de las protestas la semana pasada. Varios han sido acusados oficialmente de querer subvertir el poder del Estado, en algunos de casos por circular información sobre los llamamientos a las 'manifestaciones jazmín'. El sábado que viene comienza la sesión anual del Parlamento chino, una época ya de por si tradicionalmente sensible en la capital.

Una decena de universitarios taiwaneses, hongkoneses y de Macao congregados en una plaza de Tapei (Taiwán) para mostrar su solidaridad con la 'revolución del jazmín'.EFE

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