Suna, reina de la pista cisjordana

Una joven palestina conquista los circuitos de 'auto-cross' a pesar de las dificultades

Suna Aweidah no acaba de entender a la gente que se deja intimidar por los obstáculos, por las circunstancias adversas. Ella prefiere pensar que todo es posible. De momento, esta filosofía vital, le funciona. Esta joven palestina conquista los circuitos de auto-cross de la bantustanizada Cisjordania, en los que hombres y mujeres compiten juntos. Al volante de su coche de carreras, Aweidah aspira a demostrar que las mujeres árabes son capaces de hacer lo que se propongan. Lo suyo es una suerte de feminismo árabe de alta cilindrada: "Yo no creo que este sea un deporte sólo de hombres. A m...

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Suna Aweidah no acaba de entender a la gente que se deja intimidar por los obstáculos, por las circunstancias adversas. Ella prefiere pensar que todo es posible. De momento, esta filosofía vital, le funciona. Esta joven palestina conquista los circuitos de auto-cross de la bantustanizada Cisjordania, en los que hombres y mujeres compiten juntos. Al volante de su coche de carreras, Aweidah aspira a demostrar que las mujeres árabes son capaces de hacer lo que se propongan. Lo suyo es una suerte de feminismo árabe de alta cilindrada: "Yo no creo que este sea un deporte sólo de hombres. A mí me encanta la velocidad y cuando me enteré de que existía esto de las carreras palestinas, pensé ¿por qué no? No entiendo eso de pilotos hombres y mujeres. Tenemos exactamente la misma capacidad".

Aweidah triunfa al volante, pero el sustento se lo proporciona su trabajo en la Agencia de Naciones unidas para los refugiados (UNRWA). Fue precisamente su jefe, quien dirige la federación palestina de motor el que enseguida se fijó en cómo conducía y la animó a participar. Primer obstáculo: sus padres. Las carreras de coches habían comenzado en los territorios palestinos un año antes, en 2005. Los circuitos se diseñaban -y todavía hoy se diseñan- en plena calle, en las kasbashs de ciudades como Yenín o Nablus. Éste no era un problema de seguridad, sino más bien familiar. "Mis padres me dijeron: 'La calle está llena de hombres. Te dejaríamos correr si fuera algo más formal, en una pista más aislada...".

Karts "sólo para mujeres"

La oportunidad llegó a Aweidah en forma de carrera de karts "sólo para mujeres" y en Sharm el Sheik, Egipto. Esta vez, su familia no se opuso. Ella no había conducido un kart en su vida. Aún así, quedó en el puesto número seis de 18. Esta clasificación la animó a seguir compitiendo. Pero sobre todo sirvió para que su familia se diera cuenta de que la cosa iba en serio y de que su hija valía para las carreras de coches. Desde entonces, no se han vuelto a interponer en sus planes y su carrera ha despegado. Ahora, cuando llega a alguna ciudad palestina, enfundada en su mono rojo, hombres y mujeres la vitorean "¡Suna, Suna!". Se ha convertido en una pequeña institución en esta parte del planeta, en la que escasean los acontecimientos deportivos y también los festivos.

Falta también en los territorios palestinos continuidad en el espacio físico para poder entrenar. Con las carreteras sembradas de cientos de checkpoints y bloques de hormigón que coloca el Ejército israelí, proyectos como participar en un rally se convierten en un sueño casi inalcanzable. "Incluso en los circuitos cerrados en las ciudades, no es fácil. Muchos corredores no consiguen llegar a las carreras. Recuerdo una compañera que para poder cruzar el checkpoint con su coche lo metió en un camión de verduras. En Belén, los soldados ordenaron abrir el furgón y al ver el coche la mandaron de vuelta a su casa".

La carrera de obstáculos que supone para mujeres como Aweidah practicar su deporte preferido no consigue robarle la sonrisa. Ella, reina de la pista y del posibilismo a partes iguales hasta le ve la parte positiva. "Matan a nuestros padres y hermanos, o se pasan años en la cárcel. Pero gracias a las dificultades, las mujeres palestinas nos hacemos más fuertes. Además, muchos hombres dependen de nosotras las mujeres, de nuestros ingresos, porque a ellos les resulta muy difícil trabajar en Cisjordania. Por eso, les guste o no, incluso los más conservadores terminan por aceptar que sus mujeres trabajen fuera de casa, que se relacionen con otros hombres, que participen en la vida pública".

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El sonido de un motor acelerando a toda máquina interrumpe la conversación. Es el tono del teléfono móvil de Aweidah. Es su madre. La tiene que llevar al médico. Después se pasará por el negocio de alquiler de coches de su barrio a ver si hay suerte y consigue un coche con marchas para entrenar el sábado. Si no, lo intentará con uno automático. "Se hará lo que se pueda". Y se despide con la misma sonrisa con la que ha llegado.

Suna Aweidah, con su casco y su mono, posa en Jerusalén.A. C.
Suna Aweidah, al volante de su coche, en Jerusalén.A. C.

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