Reportaje:

Un mar de la arena amenaza el corazón de China

Los desiertos de Tengger y Badain Jarain avanzan sobre la provincia de Gansu

El mismísimo estratega militar favorito de China, Sun Tzu, se las habría visto y deseado para luchar contra la alianza de dos poderosos enemigos, los cada vez más cercanos desiertos de Tengger y Badain Jaran. El Gobierno, de momento, ha puesto una tirita sobre el problema: una campaña para promocionar los cultivos en estos bastos territorios del noroeste de China, según cuenta el diario New York Times. Pero un informe oficial, publicado en abril, estima que la arena cubre 1.500 millas de tierra (aproximadamente el tamaño de Rhode Island) cada año. Todo el norte de China sufre el peligro...

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El mismísimo estratega militar favorito de China, Sun Tzu, se las habría visto y deseado para luchar contra la alianza de dos poderosos enemigos, los cada vez más cercanos desiertos de Tengger y Badain Jaran. El Gobierno, de momento, ha puesto una tirita sobre el problema: una campaña para promocionar los cultivos en estos bastos territorios del noroeste de China, según cuenta el diario New York Times. Pero un informe oficial, publicado en abril, estima que la arena cubre 1.500 millas de tierra (aproximadamente el tamaño de Rhode Island) cada año. Todo el norte de China sufre el peligro de la desertización e incluso Pekín podría sucumbir bajo la arena en un futuro incierto.

Y es que el poder de Tengger y Badain Jaran no se debe subestimar. Juntos, constituyen una destructora marea de arena que se ha tragado prados, charcas, lagos y bosques. Que ha engullido pueblos enteros y forzado a emigrar a decenas de miles de personas, dejando tras de sí la antigua ruta de la seda, inhabitable.

Aquí, las mujeres se cubren las cabezas, pero no es por motivos de religión, cuenta el diario neoyorquino. Deben protegerse contra las tempestades de arena violenta, azuzada cuando sopla el viento del sur. Los agricultores cavan pozos a cientos de pies de profundidad para poder abastecerse de líquido fundamental. Si encuentran el agua, es a menudo salobre, y aún más mortal para el terreno y las plantas.

Los líderes chinos han prometido proteger Minqin y las otras ciudades de la Provincia Gansu, la zona que lucha por sobrevivir en medio de los voraces desiertos de arena. Pero su estado precario, y las inundaciones periódicas amenazan con acelerar la extensión de tierra baldía y estéril en el corazón de China, cuenta el rotativo.

El propio cambio climático y la sequía severa han provocado el agravamiento de la situación este año. Las tormentas de arena han llegado este año hasta Pekín, dejando tras de sí una fina capa de sedimento en el aire, los caminos, los edificios, los coches o los pulmones de las personas.

El primer ministro chino, Wen Jiabao, viajó al noroeste en mayo para ofrecer ayudas a los agricultores con el objetivo de hacer frente a la sequía-stricken y pedir a los funcionarios de la región que suministren más agua a Minqin.

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Pero los ecologistas son más pesimistas. Dicen que, probablemente, al menos una parte importante de la zona tendrá que ser abandonada a su suerte."Debemos encontrar modos de vivir con la naturaleza como es" cuenta al New York Timeso Chai Erhong, un ecologista y el escritor que vive en Minqin.

Los cultivos inducidos por el Gobierno, la deforestación y la irrigación han contribuido casi con toda seguridad al fuerte avance del desierto, que comenzó entre los años 1950 y 1960 y se ha acelerado en la última década. Como la construcción del depósito de gigante Hongyashan, impulsada por Mao. La presa desvió el flujo del Río Shiyang e hizo que las tierras de labranza de Minqin fueran bastante fértiles para cultivar el grano durante un tiempo. Pero Minqin es un oasis de desierto que no consigue casi ninguna precipitación. La cosa no funcionó. Se agravó, incluso, al tener que destinar la poca agua que había a la subsistencia de los cultivos.

Hoy, los cuadrados de tierras de labranza junto a los canales de irrigación son islas de color esmeralda en un mar de beige arena. Las soluciones, de momento, no han sido tales. Y el desierto, implacable, sigue avanzando en el corazón de China.

La capital china, completamente cubierta por una capa de polvo procedente del desierto, en abril pasado.AP

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