Anne Hidalgo, la alcaldesa que gestiona paradojas olímpicas

París cumple 10 años bajo su mando, entre el sueño de la sostenibilidad y su carísima realidad

Luis Grañena

En el extranjero, suele verse a Anne Hidalgo (San Fernando, Cádiz, 64 años) como una pionera medioambiental, alguien que, como alcaldesa de París, ha construido centenares de kilómetros de carriles bici y está inventando la metrópolis del futuro. En Francia, y en su capital —reluciente y siempre esplendorosa para los foráneos—, es algo distinto. Hay una parte del electorado y del espectro político que senc...

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En el extranjero, suele verse a Anne Hidalgo (San Fernando, Cádiz, 64 años) como una pionera medioambiental, alguien que, como alcaldesa de París, ha construido centenares de kilómetros de carriles bici y está inventando la metrópolis del futuro. En Francia, y en su capital —reluciente y siempre esplendorosa para los foráneos—, es algo distinto. Hay una parte del electorado y del espectro político que sencillamente no la traga. En algunos casos el rechazo es visceral. La acusan de mala gestión y consideran que, con ella, la ciudad se ha vuelto más sucia y fea, más inhóspita.

Después del resultado catastrófico en las elecciones de 2022, en las que fue candidata socialista y obtuvo un 1,75% de los votos, muchos pensaron que la carrera de Hidalgo tocaba a su fin. Era no conocerla. Resistió. Ahora afronta el momento decisivo desde que, hace 10 años, llegó al Hôtel de Ville, el monumental Ayuntamiento parisiense. La culminación de una historia que comenzó poco después de instalarse en el despacho de la esquina suroeste, el despacho oficial más grande de Francia, desde el que Charles de Gaulle saludó a los parisienses en agosto de 1944, tras la liberación de París.

Los Juegos Olímpicos 2024, entre el 26 de julio y el 11 de agosto, serán el momento decisivo en la carrera de esta hija de la inmigración española que llegó a Francia con dos años. Quizá el desquite. Pese a los reveses y las críticas, pese al pesimismo generalizado en París y en Francia, pese al escaso entusiasmo que por ahora se nota en la calle, si todo sale bien podría quedar como la alcaldesa olímpica, el rostro (junto al del presidente, Emmanuel Macron) de una ciudad y un país durante el verano olímpico.

“Estamos preparados”, decía la alcaldesa en junio poco más de un año antes de la inauguración. A medio año del día D, explica que quedan tareas pendientes. Hay que mejorar los transportes en metro, que no es competencia de la ciudad, y le preocupan las cerca de 3.000 personas sin techo en la capital y la falta de albergues para ellos: en este caso, también, apunta al Estado. Para ella, los JJ OO son una herramienta para acelerar sus planes ecológicos e impulsar su agenda social. Lo explicaba esta semana: “Es una oportunidad extraordinaria para París”.

Cuando en 2014 Hidalgo fue elegida alcaldesa, rompió barreras. Era la primera mujer en el cargo y la primera nacida en el extranjero. Su madre era costurera. Su padre era hijo de un represaliado por el franquismo. “Toda la infancia de Hidalgo está rodeada de esta leyenda familiar: nunca olvidar la Guerra Civil y el franquismo”, contaba, durante la fallida campaña presidencial, su biógrafo, el periodista Serge Raffy. Años después, ya en el Hôtel de Ville, fue clave para el reconocimiento del papel de los republicanos españoles en la liberación de París.

“Hija de inmigrante y de obrero, cada día que pasaba me veía más como hija de Francia, porque la escuela daba un sentimiento de pertenencia a todos los niños que se encontraban en mi caso”, escribió la alcaldesa en el libro Une femme française (una mujer francesa, sin editar en español). Ideológicamente es una socialdemócrata clásica, en un país en el que el Partido Socialista es casi residual y lo dirige una corriente que no es la suya. Y contraria tanto al centrismo líquido de Macron como a la izquierda populista y euroescéptica, la que se negó a calificar a Hamás de terrorista tras el ataque contra Israel el 7 de octubre.

Fueron los atentados islamistas en París de 2015, precisamente, cuando ella llevaba un año en la Alcaldía, los que la decidieron a luchar por una candidatura que hasta entonces no veía clara. Francia era un país fracturado. Los Juego Olímpicos podían ser un momento único, el momento que devolviese la fuerza a la ciudad y al país. Un momento de “alegría y fraternidad” en un mundo de guerras y populismos.

Y es verdad que, durante 15 días, la ciudad será el mejor escenario imaginable: la ceremonia inaugural en el Sena, el trasfondo de la Torre Eiffel y el París monumental; Notre Dame que, tras el incendio de 2019, debe reabrir a final del año. “Cuando las luces se apaguen y empiece la fiesta”, sueña en voz alta un colaborador de la alcaldesa, “será algo increíble”.

Pero unos Juegos son siempre mucho más que unos Juegos. Y menos. Las querellas políticas, los celos, las peleas por la foto. Las relaciones entre Macron e Hidalgo son complicadas. El episodio más reciente ha sido el nombramiento de la conservadora Rachida Dati, la más feroz opositora de Hidalgo en París, como ministra de Cultura. Algunos medios han publicado que el fichaje incluye un acuerdo para que, en las municipales de 2026, Macron apoye a Dati para desalojar a Hidalgo. Ella dice no pensar en 2026, sino en los JJ OO, y en lo que quedará: una ciudad más verde y con más bicis, y un río en condiciones para bañarse en él. Pero esta también es la ciudad, señalan los críticos, que pierde población, la que es demasiado cara para las clases medias, la que se degrada. Ahora su vida es una cuenta atrás hasta el día en que el planeta fije la mirada en la ciudad. Una década después de convertirse en alcaldesa, la hora de la verdad. El 26 de julio, día de santa Ana.

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