¿Pero acaso existen los zetas y los ‘boomers’? El error de encasillar a las generaciones
Estas etiquetas tan amplias ocultan y caricaturizan los retos y las dificultades de los jóvenes, como el acceso a la vivienda. Según muchos expertos, deberíamos renunciar a ellas
Sería el año 2012 cuando todos empezamos a googlear la palabra milenial para averiguar si éramos uno de ellos. La denominación apareció por primera vez en 1991 en el libro Generations (generaciones), de los escritores y consultores estadounidenses Neil Howe y William Strauss, pero entonces no tuvo gran resonancia. Según Google Trends, las búsquedas del té...
Sería el año 2012 cuando todos empezamos a googlear la palabra milenial para averiguar si éramos uno de ellos. La denominación apareció por primera vez en 1991 en el libro Generations (generaciones), de los escritores y consultores estadounidenses Neil Howe y William Strauss, pero entonces no tuvo gran resonancia. Según Google Trends, las búsquedas del término empezaron discretamente en 2005 y alcanzaron su pico máximo en 2013. Ahora los mileniales son objeto de parodia en internet, pero entonces eran sociológicamente muy sexis. En menos de una década fueron barridos del trono por los zetas, a quienes ya pisan los talones los alfas, que en pocos años serán desplazados por los betas, hoy tiernos bebés llegados a este mundo a partir de enero de 2025.
Antes de los mileniales fueron los X, y mucho antes, los boomers y la generación silenciosa. Fuera del mundo académico apenas se prestaba atención a estas estratificaciones, pero desde que el asunto ha pasado a la cultura pop, sociólogos y demógrafos temen que se agoten las letras de todos los alfabetos conocidos si continúa el empeño de etiquetar una nueva cohorte generacional más o menos cada 10 años.
En 2021 Philip Cohen, sociólogo de la Universidad de Maryland, pidió en una carta abierta al Pew Research Center, centro de investigaciones estadounidense, que “hiciera las cosas bien” y dejara de usar etiquetas “arbitrarias, contraproducentes” como generación Z y baby boomers porque “no estaban respaldadas por ninguna evidencia científica”. Con excepción de los baby boomers, que sí responden a un hito demográfico, el resto de las cohortes habían sido declaradas y nombradas “sin justificación empírica o teórica alguna”, decía la carta, y remataba: “Etiquetar generaciones y fijar sus fechas de nacimiento promueve la pseudociencia, socava la comprensión pública e impide la investigación”. 170 investigadores respaldaron con su firma a Cohen. Entonces el poderoso think tank estadounidense anunció que entraba en una fase de reflexión al respecto.
“El primer error es creer que la X de la generación X alude a la letra del alfabeto”, señala Oriol Bartomeus, politólogo y director del Institut de Ciències Polítiques i Socials (ICPS), adscrito a la Universitat Autònoma de Barcelona, y continúa: “En realidad esa X representa una incógnita. En su libro Generación X (1991), Douglas Coupland describía a una generación de la que se sabía poco o nada. A partir de ahí seguir nombrando generaciones con las letras consecutivas del alfabeto ha sido una memez impresionante”, dice el profesor, que en conversación telefónica se confiesa “muy antisegmentación generacional”. En su carta, Cohen también se mofaba del asunto de las letras y denunciaba que el esquema generacional se había convertido en “una parodia”. “Aparentemente con la generación Z se ha llegado al final del alfabeto, ¿continuará esto eternamente?”, se preguntaba.
En 2023 el prestigioso centro de investigación dio por terminada su reflexión. Su presidente, Michael Dimock, publicó “las cinco cosas a tener en mente cuando se escuche hablar de generación Z, mileniales, boomers y otras generaciones. A saber: “Las categorías generacionales no están científicamente definidas”, “inducen a estereotipos y a la hipersimplificación”, “las discusiones sobre generaciones frecuentemente potencian las diferencias y no las similitudes”, “las visiones convencionales sobre las generaciones pueden crear un sesgo hacia las clases altas” y, finalmente, “las personas cambian con el tiempo”.
Philip Cohen se muestra por correo electrónico conforme con estas conclusiones y con la promesa del Pew Research Center de que “la audiencia no debe esperar que las nuevas investigaciones usen la lente generacional. Solo hablaremos de generaciones cuando añada valor a los debates y otorgue significado a las tendencias sociales”. Para el profesor de la Universidad de Maryland, el debate está superado. “Ya no es relevante, simplemente no hay que usar esas estratificaciones porque no tienen sentido”, dice categórico.
Bartomeus admite que no hay “unanimidad académica” para etiquetar las generaciones, y explica que suelen enfrentarse dos escuelas, la que sostiene que hay una generación por década y los más clásicos como Ortega y Gasset que cuentan un salto generacional cada 30 años. Un modelo menos estricto establece las generaciones de acuerdo con los acontecimientos históricos y sociales que les ha tocado vivir. Como explica Bartomeus, autor de El peso del tiempo: relato del relevo generacional en España (Debate, 2023), “en España habría un corte natural en 1975 entre la generación pre y pos democracia; en Europa Oriental, uno en 1989, con la generación pos Muro de Berlín; y en casi todo el mundo occidental, habría otro en 2008 con los nacidos tras la crisis financiera que se llevó por delante el pacto social y reventó la trampa de la meritocracia”.
Entre tanto los zetas se hacen fuertes en internet, parodian la pausa milenial (esos segundos de duda antes de grabar un vídeo que delata a los que no han nacido con una cámara bajo el brazo) y encumbran el ok boomer. Ahora, además, vivimos un amargo cruce de acusaciones: los zetas acusan a los boomers de su precariedad económica. “Es cierto que es la primera generación del descenso, que están viviendo el desguace de la clase media y tienen la sensación de que les han robado la cartera, pero es tramposo decir que la responsabilidad sea generacional”, tercia Bartomeus. Para los expertos, lo peor de la hiperfragmentación por edades es que alimenta la guerra generacional y distrae de problemas estructurales como el precio de la vivienda o los bajos salarios, que impactan de lleno en el nivel de vida.
La teoría de Cohen es que las etiquetas acartonan la experiencia de millones de personas muy diferentes. Habrá quienes se resistan al estereotipo, pero otros se esforzarán por encajar en el molde y apuntalar su pertenencia a un grupo. Como dice al teléfono Almudena Moreno, socióloga de la Universidad de Valladolid, internet es replicante y mucha gente acabará creyendo que si es generación X es apático, si es milenial es narcisista y le pirran las tostas de aguacate, y si es zeta debe pagar a gusto seis euros por un café de especialidad. “Estas etiquetas no responden a la sociología, sino a las necesidades del marketing de fragmentar el mercado y hacer a la gente consumir cosas según su edad”, reflexiona.
En su libro de 2021 The Generation Myth (el mito de las generaciones, sin edición en español), el politólogo Bobby Duffy sostiene que el mercado está interesado en exagerar las diferencias generacionales para ofrecer una solución. Duffy, profesor del King’s College de Londres, apunta por correo electrónico que hay más desigualdades dentro de una misma cohorte que entre dos generaciones. El ejemplo son los mileniales que heredarán y los que no. Asegura un reportaje de la revista The Atlantic que cuando la esperanza de vida era menor, la divergencia entre los que heredaban y los que no se producía muy temprano y determinaba el rumbo del resto de la vida, unos y otros no llegaban a conocerse. Ahora un fenómeno propio del siglo XXI es que dos amigos son iguales hasta la mediana edad, entonces uno de ellos hereda, empiezan divergir los planes y las vidas se van separando. Ambos siguen siendo estrictamente mileniales, de los que comen tostas de aguacate, pero ahora uno es rico y el otro no. Y esa distancia, que no es generacional, parece insalvable.