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Marta Lamas, antropóloga: “El feminismo necesita que los hombres intervengan”

La ensayista mexicana es una líder feminista en su país. Considera que al movimiento por la igualdad no le basta con tener razón histórica. Señala que necesita aliados

Marta Lamas (Ciudad de México, 78 años) ha escrito una docena de libros sobre los derechos de las mujeres y ha fundado dos de las organizaciones feministas más importantes de México, pero piensa ahora, al echar la vista atrás, que lo que la hace sentir más orgullosa es su “trabajo cabaretero”. La antropóloga y pionera del feminismo mexicano tuvo un par de grupos de espectáculos —Las Leonas y Las Moscas Muertas— con los que, antes de un festival comunista o de una presentación sesuda sobre género y elecciones, se subía al escenario disfrazada con tutú y antifaz. “Para hacer política es muy impo...

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Marta Lamas (Ciudad de México, 78 años) ha escrito una docena de libros sobre los derechos de las mujeres y ha fundado dos de las organizaciones feministas más importantes de México, pero piensa ahora, al echar la vista atrás, que lo que la hace sentir más orgullosa es su “trabajo cabaretero”. La antropóloga y pionera del feminismo mexicano tuvo un par de grupos de espectáculos —Las Leonas y Las Moscas Muertas— con los que, antes de un festival comunista o de una presentación sesuda sobre género y elecciones, se subía al escenario disfrazada con tutú y antifaz. “Para hacer política es muy importante el sentido del humor”, cuenta en una librería al sur de la capital de México.

Alumna de bachillerato en una escuela de refugiados españoles, vinculada a los grupos trotskistas y a las luchas estudiantiles del 68, Lamas llegó al feminismo tras una conferencia de Susan Sontag. La intelectual estadounidense se presentaba en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la principal universidad pública. “Me impactó porque planteó que lo personal es político, que lo que ocurre en la cama entre un hombre y una mujer es político”, narra la antropóloga. En ese encuentro se lanzó a hacer una pregunta y después recibió el papel que lo arrancó todo: “Si quieres asistir a una reunión feminista, pon tus datos”. Era 1971.

Lamas, estudiosa de la autonomía del cuerpo de las mujeres y férrea defensora del trabajo sexual, publica ahora ¿Ideología de género? Disputas políticas sobre la diferencia sexual (Taurus, 2025), un ensayo en el que desmenuza el término género, desde su origen hasta su batalla actual, convertido en el enemigo de la ultraderecha. “Hay una amenaza real de esta derecha millonaria frente a las posturas progresistas”, apunta la ensayista, que defiende México como un “faro”, gracias a los gobiernos de Claudia Sheinbaum, a nivel federal, y de Clara Brugada en la capital. “Yo soy Claudista y Clarista”, dirá en varios momentos de esta entrevista.

Pregunta. Lleva 50 años en el feminismo, ¿qué ha visto cambiar?

Respuesta. Al feminismo mexicano de la segunda ola de los 70, e incluso de los 80, lo que nos preocupaba era la opresión y la explotación. El gran giro que se da ahora con la cuarta ola es que el tema de la violencia se vuelve el eje de la narrativa y de la lucha. Eso va a tener una consecuencia en la organización: combatir la violencia, que está tan mezclada con la cultura, es mucho más complicado. Hay mucha denuncia y exigencia de reparación, pero falta una propuesta organizativa.

P. ¿Por qué no termina de consolidarse?

R. Las feministas que arrancamos en la segunda ola veníamos del movimiento del 68 o de partidos políticos, había esta idea de la estructura política. Creo que las jóvenes no han pasado por ahí. Si no has pasado por un modelo de formación de cuadros, tu rollo es salir a gritar tu dolor y tu furia.

¿Cómo puedo yo pensar en un movimiento feminista que no tenga aliados?
Marta Lamas

P. Hace unos años dijo que el feminismo ya no existía, que se había desgajado en una serie de movimientos que estaban duramente peleados, que estaba en una “fase crítica”. ¿Cree que sigue ahí?

R. No, yo creo que, como todo movimiento, tiene diferencias internas y tendencias, y dentro de esas tendencias hay puntos de coincidencia y de disenso. Lamentablemente para mí, trabajo más el disenso. Hay dos temas que generan conflicto: el trabajo sexual y las mujeres trans.

P. ¿Van esos temas hacia algún punto de encuentro? ¿Se aprovecha el patriarcado de estas peleas internas?

R. La situación actual adolece de falta de voluntad y de espacios para discutir las diferencias. La polarización adentro del movimiento dificulta llegar a acuerdos hasta en cuestiones básicas, a los que yo creo que podríamos llegar, como en el tema de los cuidados. Ahí apuntas a la división sexual del trabajo, a cambiar el contrato social y a ver el cuidado como un tema estructural en el capitalismo.

P. ¿Puede el auge de la extrema derecha ayudar a generar consensos?

R. Yo esperaría que sí, pero hay feministas antigénero, que hablan del borrado de las mujeres, que están en contra de las mujeres trans y que no logran ver que el género es un concepto que te ayuda a entender qué es lo que nos hace sentir hombres o mujeres. Se han aferrado a una cosa muy biologista, muy esencialista, de que es mujer la que tiene útero. ¿Cómo destrabar eso y que puedan ver que la amenaza ultraconservadora nos afecta a todas las tendencias del feminismo?

P. Pero muchas de estas feministas que apuntan al borrado de mujeres también están en contra en las políticas que propone Vox, en España, o Trump, en EE UU.

R. O [Javier] Milei, en Argentina.

P. ¿Qué da miedo a los líderes de ultraderecha de investigar sobre el género?

R. No creo que les genere miedo. Me voy atrás hasta [Joseph] Ratzinger. A él lo que le preocupó en los años 70 fue el quiebre del dogma y que si las feministas empezábamos a decir que daba lo mismo ser hombre que mujer, que todo mundo tenía la posibilidad de acceder a todos los trabajos, eso implicaba mujeres como sacerdotes y papas. Ratzinger, desde la congregación para la doctrina de la fe, que era la famosa inquisición, es entonces quien va a armar toda una argumentación teológica en contra del género. Entonces los líderes conservadores van a retomar eso, que les sirve como narrativa, pero sin pensar mucho. Siguen la línea que instala el Vaticano: el género es el diablo, es la amenaza, es lo que va a cuestionar el dogma de Dios, que los hizo macho y hembra, Adán y Eva, la familia. Porque lo que va a plantear el género justamente es que hay muchas formas de ser macho y hembra, ser hombre y ser mujer, aunque tengas una determinada biología. ¿Por qué Trump ordena que se borre el término gender de todos los documentos? Porque él es el caballito de Troya de los ultracristianos estadounidenses, que alertan de que se está atentando contra la familia natural.

P. En varios sondeos en Europa se revela una brecha entre las mujeres y los hombres más jóvenes: ellas más feministas y ellos más conectados con la ultraderecha.

R. La manosfera famosa.

P. ¿Es nueva esta brecha? ¿Refleja algún fallo del movimiento feminista?

R. La guerra entre los sexos viene desde los griegos. Ahora hay una reacción a lo que los hombres están viviendo como un cambio de los códigos, y de ahí sale el resurgimiento de las mujeres tradicionales, las tradwives. La misoginia y el machismo siempre han existido, pero ahora con las redes se han potenciado: antes, si un idiota decía algo, se perdía, pero ahora lo dicen en TikTok y lo ve muchísima gente.

P. ¿Implicaría por parte del feminismo un manejo distinto de los códigos narrativos?

R. Sí. Me sorprendió en muchas de las marchas ver eslóganes del tipo: “Verga violadora, a la licuadora”. Hay un rollo bastante antihombres que confunde machismo con hombres físicos. Hace 50 años yo también decía que el movimiento feminista es de las mujeres y que los señores no podían intervenir. Hoy, 50 años después, digo que necesitamos que los hombres intervengan.

P. ¿Por qué ha cambiado su postura? ¿Por qué son necesarios los hombres?

R. Cuando arrancamos en la segunda ola pensábamos que el aborto era simplemente un tema de explicar por qué era importante. Había mucho voluntarismo y pensábamos que solo por tener la razón histórica íbamos a ganar. Con el transcurso del tiempo te das cuenta de que en el feminismo no basta con tener la razón histórica, necesitas aliados. En 1991, Patricia Mercado y yo decidimos hacer GIRE (Grupo de Información en Reproducción Elegida), y se nos ocurrió hacer un acto público e invitar a la prensa: no llegó nadie. Al siguiente acto avisamos de que iba a estar [el escritor] Carlos Monsiváis, y llegó toda la prensa. Entonces, ¿cómo puedo yo pensar en un movimiento feminista que no tenga aliados?

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