Un chute de autoestima para los humanos en la era del algoritmo
Tenemos un superpoder con respecto a las máquinas: la capacidad de contextualizar. Es nuestro valor diferenciador, hay que cultivarlo
Deje de ejecutar tareas. Pare. No reaccione a esa notificación. Respire y oponga resistencia. No ceda terreno y haga justo lo contrario de lo que el ordenador espera: usted no es un dato ni quiere serlo…, usted es quien interpreta el dato, quien piensa, une los puntos y decide. Abandone el piloto automático, dude, use sus superpoderes para cerrar el Excel y aplace esa respuesta. Deje de alimentar a la bestia. No se contagie por la voracidad del algoritmo. Usted tampoco es un algoritmo. Imponga sus reglas y reafírmese como lo que es, un ser humano contradictorio, de pensamiento lateral, dado a ...
Deje de ejecutar tareas. Pare. No reaccione a esa notificación. Respire y oponga resistencia. No ceda terreno y haga justo lo contrario de lo que el ordenador espera: usted no es un dato ni quiere serlo…, usted es quien interpreta el dato, quien piensa, une los puntos y decide. Abandone el piloto automático, dude, use sus superpoderes para cerrar el Excel y aplace esa respuesta. Deje de alimentar a la bestia. No se contagie por la voracidad del algoritmo. Usted tampoco es un algoritmo. Imponga sus reglas y reafírmese como lo que es, un ser humano contradictorio, de pensamiento lateral, dado a imaginar realidades paralelas, y así debe seguir siendo si quiere dominar a la máquina. No intente parecérsele y huya en sentido contrario. Cultive esa virtud que le ha sido negada al algoritmo: improvise y sáltese el guion. En eso somos insuperables.
No son pocos los observadores de nuestras modernas vidas que advierten de que vamos con el rumbo equivocado: en lugar de entrenar para ser abejitas multitarea, aprender Excel y obedecer al calendario de Google, las empresas deberían pagarnos por divagar y entrenar la libertad cognitiva, hacer lo que siempre se nos ha dado bien: interpretar la información que tenemos y crear escenarios alternativos para avanzar.
Su teoría es que si al grito de “¡Llegan los algoritmos!” intentamos competir, tenemos la guerra perdida. Si, en cambio, hacemos lo que ellos no pueden hacer, por ejemplo, salirnos del guion y experimentar, los humanos seguiremos al mando.
Ante tanto contenido desenfrenado y sujeto a algoritmos impredecibles, tenemos que entrenar el único superpoder que nos distingue. Unos lo llaman contextualizar, algunos encuadrar y otros enmarcar. Es el arte de separar el grano de la paja, concentrarnos en lo esencial, encender las luces largas y guiar el esfuerzo y la intención hacia un objetivo.
Viktor Mayer-Schönberger, experto en la nueva economía de la información, asegura que enmarcar es “la habilidad más importante que poseen los humanos y su único valor diferenciador en la nueva economía”. El también profesor de la Universidad de Oxford advierte vía e-mail: “Nunca calcularemos más rápido que una máquina, pero, si lo intentamos, podemos imaginar mucho más allá que la realidad que tenemos delante, y eso nos hace muy valiosos, solo tenemos que practicarlo más”. Para conseguirlo tenemos que tomar el mando y dejar de ser reactivos.
Lucía Velasco, economista y tecnóloga, opina que debemos limpiar la mente y cultivar el pensamiento lateral, la intuición, la flexibilidad y la capacidad de improvisar. “Todo lo traíamos de serie, pero se ha ido adormeciendo. Estamos hiperimpactados con alertas, notificaciones, newsletters, audios, contenidos, estímulos que nos obligan a cambiar de foco constantemente […] hay que recuperar la capacidad de abstracción, la calma y la concentración para ser capaces de conectar puntos y relacionar las cosas […] lo que va a hacer bien una máquina es justamente seguir el guion […] nosotros tenemos que salirnos”, asegura Velasco, que también dirige el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI).
“Recordar, calcular, transformar bits en sonidos […] todas son actividades que manipulan información que ya existe. Los ordenadores son muy buenos haciendo eso, pero no saben crear un marco para imaginar una realidad alternativa y tomar decisiones que los acerquen ahí… A diferencia de los humanos, los ordenadores no pueden soñar porque eso requiere imaginación, y las máquinas lo que hacen es manipular la información ya existente”, observa Mayer-Schönberger.
“Comprender el mundo es, sobre todo, comprender el marco en el que estamos”, dice el filósofo InnerarityEl filósofo Daniel Innerarity.
Este experto es autor junto a Kenneth Cukier, redactor jefe de The Economist, y Francis de Véricourt, investigador de machine learning, del libro Framers (Turner, 2021). Entre los tres intentan convencernos de entrenar la que dicen será nuestra mayor virtud en la era de la automatización: crear marcos mentales. “Funcionan como plantillas cognitivas, magnifican ciertos elementos y minimizan otros […], nuestras mentes los utilizan para centrarse en los aspectos más importantes e ignorar todo lo demás. Gracias a los modelos mentales, el mundo nos resulta más manejable y, por ende, podemos actuar sobre él. En cierto sentido nos ayudan a simplificar la realidad”, explican. Es comprensible que en un contexto de hiperproducción de contenidos, las mentes que enmarquen, pongan orden y establezcan una jerarquía serán cada vez más valoradas.
La buena noticia es que enmarcadores somos todos. Cuando cambian las circunstancias, somos rápidos evaluando la nueva situación y buscando salidas, nos deshacemos de los detalles accesorios para reducir la carga cognitiva y concentrarnos en lo importante. Los autores de Framers dicen que para ser buenos enmarcadores hay que entrenar tres cosas: el pensamiento causal, la capacidad de crear escenarios alternativos y la facultad de limitar y moldear nuestra imaginación hacia un objetivo particular.
Nada de eso puede hacerlo un algoritmo. “Las máquinas van a perpetuar lo establecido, no tienen instinto, no van a crear nada nuevo”, recuerda Lucía Velasco, que también es autora del libro ¿Te va a sustituir un algoritmo? El futuro del trabajo en España (Turner, 2021). Velasco ha constatado que en España estamos “muy asustados” con la inteligencia artificial, y cita una encuesta del CIS en la que la mitad de los españoles manifiestan “que va a traer problemas”.
El filósofo Daniel Innerarity lleva un tiempo preguntándose si la inteligencia artificial es muy inteligente y a la vez muy estúpida. “Su estupidez consistiría”, dice vía e-mail, “en que cuando toma una decisión inteligente no tiene modo de saberlo”. En su opinión, en el conocimiento humano hay una capacidad para distinguir lo relevante que los dispositivos artificiales no son capaces de reproducir. “La comprensión del mundo es, sobre todo, la comprensión del contexto o del marco en que nos encontramos, e implica una capacidad de juzgar la relevancia de las situaciones”.
El filósofo llama al elogio de la ambigüedad y la inexactitud, dos circunstancias en que los humanos nos movemos con gracia y soltura. “Bajo el término inexactitud me gusta reunir un conjunto de propiedades de nuestra inteligencia. Continuamente estamos pensando en aproximaciones, no somos inteligentes porque apliquemos fielmente reglas establecidas, sino porque tenemos una especial capacidad para atender a lo singular y a la excepción, lo cual nos inclina, por cierto, a cometer otro tipo de errores, que también nos distinguen de las máquinas”. En cambio, la inteligencia artificial reduce el mundo a categorías binarias y calculables que pueden ser deducidas a partir de reglas y modelos computacionales. “Funcionan con una lógica 0/1. Todo lo que sea borroso, indefinido o impreciso tiene un difícil tratamiento en la lógica binaria”.
Este artículo pretende ser un chute de autoestima para los humanos en la era del algoritmo. Un elogio a nuestros atributos más caóticos, a la ambigüedad, la duda y la imprecisión. Todo lo que debemos cultivar y proteger de los automatismos. Empiece hoy mismo.
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