‘Lolailo’

Mientras Casado se fotografiaba con Sarkozy, Díaz Ayuso decía cosas (da igual qué cosas) con la Casa Blanca como fondo

El presidente del PP, Pablo Casado, junto al expresidente francés Nicolas Sarkozy durante la Convención Nacional del PP, el pasado 29 de septiembre en Madrid.Gustavo Valiente (Europa Press via Getty Images)

Soy uno de esos antiguos que no se toman la política a la tremenda y que viven más tranquilos cuando el Gobierno es sólido y la oposición lo es también. Con toda la crispación que quieran: es un signo de los tiempos y puede sobrellevarse no haciendo mucho caso.

Puestos en rarezas, fui uno de esos progres que en 1996, cuando José María Aznar llegó al Gobierno por los pelos (los de la calva de Jordi Pujol), pensaron que ya era hora. El tinglado de Felipe González se había hecho insostenible....

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Soy uno de esos antiguos que no se toman la política a la tremenda y que viven más tranquilos cuando el Gobierno es sólido y la oposición lo es también. Con toda la crispación que quieran: es un signo de los tiempos y puede sobrellevarse no haciendo mucho caso.

Puestos en rarezas, fui uno de esos progres que en 1996, cuando José María Aznar llegó al Gobierno por los pelos (los de la calva de Jordi Pujol), pensaron que ya era hora. El tinglado de Felipe González se había hecho insostenible.

Del Aznar presidente se pueden decir muchas cosas, bastantes de ellas horribles. Del Aznar candidato, en cualquier caso, se adivinaba el destino: aquel tipo iba a llegar antes o después a La Moncloa.

Ahora soy incapaz de adivinar el destino de Pablo Casado. Puestos en lo más banal, dicen que el “ojo del tigre”, una mirada agresiva o determinada, caracteriza a los ganadores. Al presidente del PP, en cambio, con frecuencia le asoma a los ojos (y en el rictus de la sonrisa) algo muy parecido al pánico.

Puedo estar muy equivocado, claro. Quizá el hombre tenga las cosas clarísimas y rebose confianza. Quizá lo de traerse al expresidente francés Nicolas Sarkozy a la convención del partido y presentarlo como modelo, justo cuando le ponían el brazalete electrónico de condenado por corrupción, no fuera una metedura de pata sino un alarde, o una reivindicación de las tradiciones del PP.

Quizá lo de invocar la “X” del caso Gali (el líder polisario polémicamente hospitalizado en España) para conectar lo de Brahim Gali con los GAL electrice las entretelas de sus votantes.

Como no soy politólogo, me falta vocabulario técnico para definir mi impresión sobre Casado y el PP de la actualidad. Sólo se me ocurre un término: lolailo. Primero, porque evoca los años noventa, esa época con la que el casadismo se esfuerza en conectar imitando algunas mañas de Aznar (“váyase, señor Sánchez”). Segundo, porque suena a desparpajo ruidoso y un punto hortera. Y tercero, porque en realidad no significa nada.

Hay quien se ha reído con el viaje de Isabel Díaz Ayuso a Nueva York y Washington para ser entrevistada por Telemadrid. Qué quieren que les diga: Jordi Pujol hacía también viajes a ultramar para ser entrevistado por TV3 y le daba muy buenos resultados. La política tiene mucho de comedia (decía Winston Churchill, cómo no, que en política cuenta más la actitud que la aptitud) y Díaz Ayuso dispone de actitud y del mejor guionista, Miguel Ángel Rodríguez.

Mientras Casado se fotografiaba con Sarkozy, Díaz Ayuso decía cosas (da igual qué cosas) con la Casa Blanca como fondo. Queda la sensación (me queda a mí, al menos) de que a la presidenta madrileña todo le sale bien aunque lo haga mal, y de que al presidente del PP le ocurre lo contrario. Bueno, no exactamente lo contrario: le sale mal todo lo que hace mal. A Díaz Ayuso la cosa del lolailo le funciona de maravilla. A Casado le empequeñece.

El tiempo dirá si Casado, si Díaz Ayuso o si algún otro. A mí me intranquiliza la perspectiva de que podamos quedarnos mucho tiempo a solas con Pedro Sánchez.

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