J. K. Rowling, la aprendiz de maga ahora cuestiona el género de las personas ‘trans'

La autora de la saga ‘Harry Potter’ crea polémica en el feminismo con sus declaraciones en redes sociales

LUIS GRAÑENA

¿Qué ha ocurrido para que una escritora que ha vendido 500 millones de libros y ha marcado el carácter de toda una generación se convierta en el blanco de un brutal linchamiento en redes? La semana pasada un tuit de J. K. Rowling (Yate, Reino Unido, 54 años) desató un terremoto de respuestas que la acusaban de ser una intolerante con el movimiento transexual por insinuar que para ser mujer se ha de menstruar. Incluso las marcas participaron. ...

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¿Qué ha ocurrido para que una escritora que ha vendido 500 millones de libros y ha marcado el carácter de toda una generación se convierta en el blanco de un brutal linchamiento en redes? La semana pasada un tuit de J. K. Rowling (Yate, Reino Unido, 54 años) desató un terremoto de respuestas que la acusaban de ser una intolerante con el movimiento transexual por insinuar que para ser mujer se ha de menstruar. Incluso las marcas participaron. El tuit de la cadena de cosmética The Body Shop, en el que, junto a una foto de sus bolsas de tela con la leyenda It’s bloody natural (un juego de palabras para “acabar con la vergüenza del periodo menstrual”), la firma ofrece a la autora una copia de uno de los ensayos de Paisley Currah en defensa de los derechos trans, ya suma 12.000 me gusta.

La creadora de Harry Potter ha descubierto que es mucho más fácil enfrentarse a mortífagos como Donald Trump (así se denomina a los villanos devoradores de muerte en su mundo de ficción), o al Brexit, que estar a la altura de las expectativas de millones de seguidores de la saga que se han creído a pies juntillas la leyenda del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería: “Nunca debes hacer cosquillas a un dragón dormido”. Draco Dormiens Nunquam Titillandus es el lema de la institución educativa que de manera más subrepticia ha dejado huella en la concepción del mundo de muchos lectores. Para sus defensores, la saga de Harry Potter (formada por siete libros de más de cuatrocientas páginas cada uno) ha promovido valores como la amistad, el esfuerzo personal o la lucha contra los prejuicios y la desigualdad. Hasta un brillante provocador como el filósofo Christopher Hitchens apreciaba las virtudes de la literatura de Rowling, “que nos ha dado un mundo con una democracia juvenil y diversa, en el que el humilde personaje principal tiene un nombre (…) que podría pertenecer al de un dirigente sindical del laborismo británico”.

Para sus detractores, la autora ha creado una concepción del mundo infantilizada en la que se afirma que “son nuestras elecciones las que muestran realmente lo que somos, más que nuestras habilidades”, pero cuyos protagonistas viven en un mundo elitista que gira en torno a un colegio privado y prevalecen sobre el resto de los mortales gracias a habilidades innatas adquiridas sin ningún esfuerzo.

Rowling se ha hecho multimillonaria gracias a sus novelas: la franquicia Potter, según cálculos de la revista Forbes, mueve cerca de 30.000 millones de euros. Y su historia personal corre en paralelo a la de su criatura. De viajar en solitario a los 28 años hasta Oporto (Portugal) para dar clases de inglés y sufrir el maltrato, según ella misma ha confirmado, de su entonces pareja, a acabar convirtiéndose en una de las mujeres más ricas del mundo. De fallar en su empeño por ingresar en la Universidad de Oxford a ver cómo han proliferado las tesis y ensayos sobre su obra literaria. De batallar por la custodia de su hija Isabela, vivir de subsidios sociales y escribir en cafés, a financiar con millones de euros fundaciones implicadas en la lucha contra la pobreza y la defensa de la infancia. El fracaso de su primer matrimonio, los años en solitario criando a una niña en una situación precaria, la inspiración que surgió durante un viaje en tren para crear una historia que cautivó a media humanidad y una influencia social inimaginable en otros escritores de éxito han situado a la autora en el foco de la atención mediática. Cada gesto suyo es juzgado con los estándares éticos de un adolescente aprendiz de mago.

La escritora pasó de vivir de subsidios sociales a ser una de las mujeres más ricas del mundo

Sus tuits contra el presidente Donald Trump —a quien se ha referido como “un gigante huevo naranja”— o contra el Brexit —“vuestras mentiras son de vuelo corto, y no podréis saltaros una segunda vez las leyes electorales”, dijo a los euroescépticos—cosecharon aplausos. Pero su reciente incursión en el encendido debate que enfrenta a un sector del feminismo con el movimiento transgénero le ha provocado un disgusto. No solo porque el campo de batalla elegido, las redes sociales, es el terreno donde mejor se mueven las huestes potterianas, sino porque Rowling ha probado en carne propia lo complicado que es poner en práctica el manual de autoayuda que desplegó en sus novelas. “Tiempos oscuros y difíciles nos aguardan. Pronto deberemos elegir entre lo que es correcto y lo que es fácil”, sentenciaba Albus Dumbledore, el director del famoso colegio para magos. La escritora ha creído elegir el lado correcto al alinearse con los que defienden que no puede borrarse del debate la realidad biológica y jurídica de ser mujer y ha acabo devorada por sus propias criaturas. Los actores Daniel Radcliffe y Emma Watson (Harry Potter y Hermione Granger en las películas de la saga) le han respondido asegurando que “las personas trans son lo que ellos quieren ser”. No han hecho más que aplicar las lecciones de toda una vida inmersos en el universo Potter: “Hay que tener mucho valor para oponernos a nuestros enemigos, pero mucho más para desafiar a nuestros amigos”.

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