El naufragio moral de Europa
La misma Unión Europea que humilló a Grecia en la crisis, quiere que sea “su escudo” ante los refugiados
En noviembre de 1938 el Gobierno francés, presidido por Édouard Daladier, promulgó un decreto ley en el que se mencionaba a los “extranjeros indeseables”, refiriéndose a los españoles que huían del fascismo, y proponía la expulsión de todos ellos. Muchos españoles fueron maltratados, separados los hombres de las mujeres; los oficiales de la tropa, mal alimentados y concentrados en playas con alambradas como si fueran prisiones al aire libre, vigilados por soldados coloniales senegaleses o marroquíes, y disfrazadas esas playas de “campos de internamiento para los refugiados”.
¿En qué se ...
En noviembre de 1938 el Gobierno francés, presidido por Édouard Daladier, promulgó un decreto ley en el que se mencionaba a los “extranjeros indeseables”, refiriéndose a los españoles que huían del fascismo, y proponía la expulsión de todos ellos. Muchos españoles fueron maltratados, separados los hombres de las mujeres; los oficiales de la tropa, mal alimentados y concentrados en playas con alambradas como si fueran prisiones al aire libre, vigilados por soldados coloniales senegaleses o marroquíes, y disfrazadas esas playas de “campos de internamiento para los refugiados”.
¿En qué se diferencian los sirios que tratan de entrar a Europa a través de Grecia de aquellos españoles que intentaban penetrar en Francia, más allá de los teléfonos móviles inteligentes que poseen los primeros, con los que tratan de comunicarse con los que dejaron atrás, hasta que se les acaban las baterías? Y también, ¿en que se distingue Daladier de estos dirigentes europeos que permiten lo que sucede alrededor?
Los principales hechos son conocidos (otra diferencia es que ahora los movimientos migratorios se televisan en directo o se conocen de inmediato a través de las redes sociales): miles y miles de ciudadanos sirios que huyen de la guerra de su país pasan a Turquía, donde hay ahora 3,7 millones de refugiados sirios, y desde allí pretenden trasladarse a Grecia como estación de paso hacia Europa del norte y del este, siguiendo la senda que un millón de ciudadanos siguieron en el año 2015. Cuando lo han intentado, el ejército, la policía y grupos de extrema derecha lo han impedido, en muchos casos violentamente, atacando a las columnas de hombres, mujeres y niños y a las ONG que tratan de ayudarlos. Además, Grecia ha suspendido el derecho de asilo contemplado en la Convención de Ginebra de 1951.
También ha cambiado aquella Grecia de hace un lustro y la de hoy. En al menos dos aspectos: el actual Gobierno es de derechas y entonces estaba administrada por un partido a la izquierda de la socialdemocracia. Y segundo, muchos ciudadanos griegos están exhaustos de solidaridad: los helenos han sido el único país del mundo cuya crisis económica en la última década ha superado en profundidad y duración a la de los EE UU de la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado.
“Grecia es nuestro escudo”
Una depresión económica y la entrada de cientos de miles de refugiados sirios, libios, afganos, iraquíes, eritreos, paquistaníes, ceilandeses, argelinos, sudaneses, somalíes, malienses y hasta marroquíes. ¿Cómo un país de 11 millones de ciudadanos ha podido acoger en su territorio a casi un millón de personas, en medio de una depresión económica?, ¿por cuánto tiempo podía Grecia seguir desempeñando el papel de acogida, sin tensiones, en el interior de su sociedad y en relación con el resto de Europa?, ¿cómo reaccionan los ciudadanos en el límite de sus dificultades, cuando deambulan entre ellos unas personas más pobres que ellos, desarraigados de los suyos y de su tierra, sin empleo, sin protección social y con un futuro más negro? Los refugiados en Turquía buscan techo donde cobijarse sin miedo a las balas y a las bombas, agua potable, subsistencia, atención sanitaria, papeles en regla para estar en situación legal y no ser perseguidos ni torturados.
La presidenta de la Comisión Europa, Ursula von der Leyen, ha declarado que “Grecia es nuestro escudo europeo”. La misma institución que en el pasado humilló y arruinó a la Grecia de Syriza, Tsipras y Varoufakis con una política económica austericida, ahora se apoya en la Grecia de Mitsotakis para frenar movimientos migratorios masivos bastante parecidos a los de hace cinco años. La única política migratoria de la Unión Europea parece ser la de sobornar a algunos países del otro lado, para que frenen a los refugiados en su salto a Europa. En esto consiste su naufragio moral, en que todo el mundo sabe lo que está ocurriendo y sus consecuencias en una población masacrada, y no hay soluciones efectivas y urgentes de asistencia.
¡Qué tiempos los del Welcome refugees!