Jaime Olías: “Las escuelas de interpretación no te preparan psicológicamente. El éxito te puede destruir”
Para el actor, que lleva más de una década enlazando un proyecto con otro y acaba de estrenar ‘El Cid’, no hay mayor éxito que no parar de trabajar en lo que le apasiona. “Mi lugar favorito es un rodaje, incluso cuando no me toca rodar voy”
Jaime Olías tenía 18 años cuando decidió hacer de su pasión su profesión y no tuvo que esperar mucho para ver cumplido su objetivo: al segundo casting, sin experiencia profesional previa, consiguió su primer papel y fue de protagonista en la serie juvenil Ángel o demonio (Telecinco, 2011). De ese momento al actual han pasado una década, en la que la popularidad ha ido y ha venido, y una pandemia que podrían haber hecho que su buena suerte nada más empezar quedará precisamente en eso, en una suerte del principiante que no vuelve a repetirse. Pero no ha sido así.
El actor madrileño...
Jaime Olías tenía 18 años cuando decidió hacer de su pasión su profesión y no tuvo que esperar mucho para ver cumplido su objetivo: al segundo casting, sin experiencia profesional previa, consiguió su primer papel y fue de protagonista en la serie juvenil Ángel o demonio (Telecinco, 2011). De ese momento al actual han pasado una década, en la que la popularidad ha ido y ha venido, y una pandemia que podrían haber hecho que su buena suerte nada más empezar quedará precisamente en eso, en una suerte del principiante que no vuelve a repetirse. Pero no ha sido así.
El actor madrileño ha sido metódico y no ha dejado de formarse –es licenciado en Comunicación Audiovisual y, además de interpretación, ha estudiado guion y dirección cinematográfica– ni tampoco escapar ninguna oportunidad. “Con Ángel o demonio fue como cuando de repente te toca la lotería”, reconoce Olías. “Estaba estudiando en la universidad por las mañanas y por las tardes empecé a estudiar cine. Un profesor que vio que me gustaba el teatro me dijo: ‘Tú eres un caradura, deberías ir a una academia’. Le hice caso, allí vieron que tenía posibilidades y me animaron a que me buscara una agencia”. El actor llevaba solo ocho meses en la academia de interpretación cuando le cogieron para su primer protagonista. “Tuve que aprender sobre la marcha, pero no me achanté: tenía 18 años, estaba en una serie juvenil, sabía lo que pedían y me ayudaron mucho”. Esa misma semana le ofrecieron salir en otra serie de adolescentes que estaba muy de moda en ese momento y tuvo que elegir. ¿Se arrepiente hoy de su decisión? “No, preferí apostar por un proyecto nuevo en vez de por una serie ya empezada y sigo pensando que hice lo correcto”.
El año pasado empezó el rodaje –junto a Jaime Lorente, Carlos Bardem, Elia Galera y Juan Echanove, entre otros– de la que ha sido la mejor experiencia que ha tenido en el mundo audiovisual, la serie de Amazon que se estrena ahora, El Cid. “Ha sido una pasada, creo que hasta ahora no se había rodado en España una serie con tanto presupuesto y tantos medios técnicos y artísticos”. Tal ha sido la envergadura del rodaje que constantemente se recuerda que debe ser consciente de ello porque no sabe si va a repetir una experiencia así en su vida. “Los que hemos tenido la oportunidad de trabajar en El Cid somos unos afortunados. A mis compañeros les digo todo el rato: ‘Recuerda esto porque no es lo normal’. Había 500 figurantes, era un estilo de producción que parecía Ridley Scott. De verdad, es la serie más entretenida que he hecho nunca”.
En la serie que muestra las mocedades del Cid, Olías interpreta al príncipe Alfonso, futuro Alfonso VI, un personaje muy cerebral e inteligente. “No es el más guerrero de la serie, por eso no he tedio el tute que han tenido Jaime o Francisco Ortiz. Lo más difícil ha sido que yo soy zurdo y todo tenía que hacerlo con la derecha. En esa época ser zurdo no estaba permitido, por lo tanto era imposible que mi personaje se manejara usando la mano izquierda”, matiza y continúa explicando lo que disfruta haciendo su trabajo. “Actuar me parece la cosa más divertida que he hecho nunca. Mi lugar favorito es un rodaje. Hay muchos días que no me toca rodar y aún así voy a ver trabajar a mis compañeros porque prefiero estar ahí que en mi casa”.
Puede que su rostro no sea tan popular como el de su compañero, el protagonista de El Cid, Jaime Lorente, pero en los diez años que lleva dedicándose profesionalmente a la interpretación no ha pasado más de seis meses parado, y eso en un mundo tan volátil como el de la actuación en una proeza. “Sin duda, el éxito para mí es empalmar un curro con otro, ni premios ni fama. Sé que soy muy afortunado y que hay actores con más talento que yo que no lo consiguen”, confiesa. Ganar más o menos dinero, como ya confesó a Icon hace unos meses, nunca le ha preocupado. “Llevo las mismas botas desde hace cuatro años y no me compro otras hasta que estas –me enseña unas botas de piel marrones– no estén agujereadas. Mi coche es de segunda mano, se lo compré a un tipo. No soy nada gastón. Solo gasto en disfrutar, voy mucho al cine y estoy suscrito a todas las plataformas habidas y por haber, pero en ropa y coche gasto lo mínimo. El abrigo que llevo ahora –una chaqueta The North Face– es de niño de 16 años porque me parecía horrible mirar un abrigo que valía 200 euros y que el de al lado costara la mitad por ser de niño. Además, los niños son muy grandes ahora –ríe–, yo mido 1,80 y me va bien. Así que compro de niño”. Parece que lleva a rajatabla el que considera que es el mejor consejo que le han dado en esta profesión tan inestable: “Ahorra”.
“La gente cree que por ser actor tienes mucho dinero, siempre hay alguien que me dice: ‘Tú has ganado bien’. Y siempre tengo que explicar que no. Si sumo todo lo que he ganado y lo divido entre todos los meses que llevo desde que empecé a trabajar, el resultado es un sueldo bastante aceptable, me doy con un canto en los dientes, pero no tanto como la gente cree. Conozco muchos actores que han trabajado muchísimo y ahora lo están pasando mal, muy apurados y aceptando cualquier cosa por dinero”, argumenta. Otra de las frases que más escucha a amigos ajenos al mundo de la interpretación es: “He conocido a no sé quién que sale en no sé dónde y es un tío de lo más normal”. “Siempre pienso, ¿pero qué te esperabas, que llegase y le tirasen pétalos? En España es tan difícil ser actor y mantenerte como tal que creo que todos somos bastante normales por eso. Alguno habrá que tenga la cabeza perdida, pero no es lo normal”.
¿En estos años no ha tenido ninguna mala experiencia trabajando con algún intérprete consagrado? “Sí, pero tampoco voy a dar nombres. En el mundo de la tele te encuentras a veces con muñecos rotos y he tenido malas experiencias. Recuerdo un gran actor de renombre en España, que llena teatros y que cualquiera querría tener en su elenco, con el que hice una serie y no se dignaba a dar la réplica ni repetía texto. Son cosas muy desagradables. Creo que a veces se pierde el norte y hay actores que son malos compañeros, pero son pocos, yo solo he conocido a un par”. Hay que tener en cuenta, explica Olías, que la suya es una profesión complicada en la que se trabaja con los sentimientos y uno se expone mucho. “Creo que las escuelas de interpretación no te preparan psicológicamente, es una asignatura pendiente muy importante. El éxito te puede destruir. Tengo muchos compañeros que lo han pasado fatal con la fama e incluso han llegado a tener depresión. Este es un mundo muy complicado y volátil, creo que tienes que tener tierra, como yo la llamo (que en mi caso son mi familia y amigos), que te ayude a relativizar y ver las cosas con perspectiva”. ¿No le tiene miedo entonces a esa fama traicionera? “No, creo que me aburriría pero alcanzarla signifcaría que las cosas me están yendo bien, así que intentaría no quejarme y me apoyaría en los míos”.
Relativizar y no perder la perspectiva es algo que el actor que da vida a Alfonso VI en la nueva producción de Amazon lleva haciendo desde que empezó a ser alguien conocido gracias a su personaje en Ángel o demonio. “Lo he hecho cuando me ha ido bien y cuando me ha ido mal; cuando he tenido mucho curro y no podía salir a la calle y cuando he podido estar tomando un café sin que nadie me moleste. Pero también es cierto que no he vivido un efecto fama como el que ha podido vivir Jaime [Lorente], por ejemplo”.
Lo más raro de la fama, concede, es que mucha gente sabe algo de él antes de que él les conozca. “Es que no partes en igualdad de condiciones”, apunta divertido.
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