A-Kid, el chico tímido de Vallecas que llegó al olimpo de la lucha libre mundial: “Era un chaval normal con un ‘hobby’ raro”
Carlos Ruiz, de 23 años, daba clases de matemáticas de lunes a jueves y se metía en el gimnasio de viernes a domingos. Hoy vive a caballo entre Londres y Madrid y acaba de proclamarse campeón de una de las divisiones de la WWE
En 2012, un chaval de 15 años de Entrevías (Vallecas) se presentaba por primera vez ante el público madrileño como luchador de wrestling. Lo hacía en una de las ligas independientes de este entretenimiento deportivo que se organizaban en el Centro Social autogestionado La Tabacalera de la capital. Todavía no tenía apodo. “Me llamo Carlos”, anunció tímidamente. Como es costumbre en estos espectáculos, el presentador calentó el ambiente: “¿Y qué hace un niño subido al ring? ¿Vamos a tener que pedirle permiso...
En 2012, un chaval de 15 años de Entrevías (Vallecas) se presentaba por primera vez ante el público madrileño como luchador de wrestling. Lo hacía en una de las ligas independientes de este entretenimiento deportivo que se organizaban en el Centro Social autogestionado La Tabacalera de la capital. Todavía no tenía apodo. “Me llamo Carlos”, anunció tímidamente. Como es costumbre en estos espectáculos, el presentador calentó el ambiente: “¿Y qué hace un niño subido al ring? ¿Vamos a tener que pedirle permiso a tu padre para que te deje luchar?”. El padre de Carlos Ruiz, que se encontraba entre el público, subió al cuadrilátero y autorizó a su hijo.
Aquel primer combate estaba preparado para que el adolescente madrileño lo perdiese. No es un secreto que el wrestling no es un deporte como tal. Lo que sucede en el ring se ha ensayado antes, es puro entretenimiento, una obra de teatro con la lucha libre como telón de fondo. Hasta la intervención del padre de Carlos era parte de la performance. “¡Niño anónimo, niño anónimo!”, empezó a corear el público de La Tabacalera improvisadamente sin saber que en aquel momento estaban bautizando profesionalmente al luchador vallecano.
Ocho años después, Carlos Ruiz es A-Kid (de anonymous kid), y se acaba de proclamar campeón de la Heritage Cup, uno de los torneos de la NXT UK, la división británica de la famosa WWE (World Wrestling Entertainment) También puede presumir de ser el único representante español de una de las mayores empresas de entretenimiento deportivo del planeta, presente en más de 180 países y cuyos tentáculos alcanzan también la industria del cine. El canal de YouTube de la WWE (con más de setenta millones de suscriptores) es uno de los cinco más vistos del mundo y sus reproducciones se cuentan por miles de millones.
Ruiz recibe a ICON en el barrio que le vio crecer, tanto como persona como luchador. A dos calles de la casa de sus padres se encuentra el sótano de un gimnasio donde el vallecano empezó a entrenar con tan solo 10 años. Bajo la mascarilla se esconde una cara que no ha cambiado mucho desde entonces. “Descubrí el wrestling un poco antes de los diez, cuando vi un combate en una cinta de VHS”, cuenta ya sentado en una cafetería próxima. “Pensaba que se trataba de una película, literalmente. Al tiempo, mi madre me dijo que era un espectáculo que también se podía ver en directo y a mí eso me voló la cabeza”. Ruiz aún recuerda con emoción el primer evento en directo al que asistió en Leganés varios años después.
A finales de los noventa, el wrestling –o lucha libre– profesional ya había admitido que sus combates estaban preparados, pero no por ello las historias que protagonizaban Hulk Hogan y compañía sobre el ring –a veces incluso fuera de él, lanzándose literalmente por los aires– dejaron de despertar expectación entre el público. La wrestlemania, como también se la conoce, se ha convertido en un fenómeno de la cultura pop, arrastrando a estrellas de Hollywood como Hugh Jackman, Arnold Schwarzenegger o Mr. T (el duro M.A Barracus del Equipo A).
“Hay gente que aún hoy sigue diciendo: ‘Pero sabes que no se pegan de verdad, ¿no?’ ‘Uy, ¡qué sorpresa!”, ironiza Ruiz, a quien, por su edad, ya le pilló otra generación de luchadores convertidos en auténticas estrellas del entretenimiento. “Mi favorito siempre fue Rey Misterio”, cuenta. El joven vallecano todavía no se proyectaba alcanzando el olimpo de la WWE cuando cambió el fútbol por el wrestling. Con apenas 10 años, entrenaba con chicos de 18 en adelante. Ensayaban técnicas de lucha libre y diferentes narrativas en los que cada luchador representa un papel. Pero sus puestas en escena en aquella época nunca tenían público. Por eso, cuando levantó el cinturón de campeón de la Heritage Cup el pasado 26 de noviembre ante un recinto vacío debido a la pandemia, a Ruiz no le pareció raro. “Era como estar con mis compañeros en aquel sótano de mi barrio”, recuerda. La diferencia es que esta vez miles de personas lo estaba viendo en directo a través de la web de WWE y su victoria aquel día se convirtió en trending topic en Twitter.
Para llegar a cualquier cima, hay que dejar peso por el camino, sacrificar ciertas cosas, como, por ejemplo, el grado universitario en Matemáticas que Ruiz abandonó al tercer año. “Si quería convertirme en wrestler profesional, tenía que viajar allá donde estuviesen las mejores ligas y escuelas de wrestling del mundo, pero me lo tenía que pagar yo y para eso tenía que ganar dinero”, cuenta. Durante un par de años, el joven vallecano era Carlos Ruiz, profesor particular de matemáticas, de lunes a jueves, y A-Kid, de viernes a domingo. “Un poco como Spiderman, mi superhéroe favorito”, se ríe.
Asistía, sobre todo, a combates en Reino Unido y Alemania. “Llegaba a cogerme billetes baratos de avión con cuatro o cinco meses de antelación, aunque luego no pudiese ir finalmente, me salía mejor así”, cuenta. “Viajaba con mi compañero Carlos Romo y fingíamos vivir en el Reino Unido para que nos dejasen luchar. Si eres un cualquiera y encima vives en otro país, no te van a invitar”.
Hace apenas un año, la división británica de la WWE le ofreció un contrato permanente y el profesor particular de matemáticas llamó a la academia para la que trabajaba y se despidió definitivamente. Desde entonces, vive entre Madrid y Londres y, aunque prefiere no revelar cuántos ceros contiene su nómina, deja caer que a sus 23 años se podría comprar una casa en el Reino Unido si quisiera. “Pero yo soy más de esto”, dice señalando con la cabeza el bloque de pisos en el que viven sus padres. Ahora que ha vuelto unos días por Navidad, sus vecinos de toda la vida le felicitan por el logro. “Yo era un chaval normal con un hobby un poco raro; de repente la vida me ha sorprendido”, dice.
Igual que supo de antemano que perdería aquel primer combate con público a los 15 años, Ruiz también sabía que acabaría ganando la copa británica, una decisión que la propia NXT UK le anunció unas semanas antes. “Hay mucha gente detrás decidiendo y supongo que han visto en mí una forma de ser y trabajar, y un estilo que quieren potenciar”, opina el luchador vallecano que, habiendo tocado el cielo del wrestling, no quiere que lo bajen de ahí en mucho tiempo.
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