“¿Por qué la veo si odio a estos personajes?”: nueve series que muchos odian pero no pueden dejar de ver
El regreso de ‘Emily in Paris’, una de las series más vilipendiadas y populares de Netflix, pone de nuevo sobre la mesa el debate del placer culpable en las ficciones televisivas
Ha sido publicarse el tráiler de 'Emily in Paris' en redes sociales (Netflix lo compartió el pasado miércoles) y alzarse los cuchillos. Con la quinta temporada de las aventuras de Emily a punto (llegarán a la plataforma el 18 de diciembre), ahora con Emily en Roma, los espectadores se preparan para amarla u odiarla o ambas cosas a la vez. Para quien no conozca el fenómeno, explicaremos que el drama de Netflix está protagonizado por Lily Collins, que interpreta a la pizpireta Emily Cooper, una ejecutiva de marketing que se muda de Chicago a París para empezar un nuevo trabajo y nueva vida. No parece un material demasiado irritante a priori, pero se ha convertido en una de las ficciones favoritas para ser despellejada. No es un fenómeno nuevo. Del 'hate-watching', al que llamaremos benévolamente “visionado irónico”, hay constancia desde los noventa, pero probablemente haya estado siempre ahí y ha alcanzado su punto máximo gracias a las redes sociales y al 'streaming' que permite ver las series de un tirón. Ya no hay que plantearse si querías seguir perdiendo tiempo en esa serie que solo veías para burlarte porque la pausa entre capítulos es tan breve que no permite que te cuestiones en qué estás perdiendo el tiempo exactamente. Stefano Mazzola (GC Images)El término fue popularizado por la crítica de 'The New Yorker', Emily Nussbaum, en sus escritos sobre 'Smash', una serie estrenada en 2012 sobre los entresijos de una obra de Broadway basada en la historia de Marilyn Monroe. ¿Era espantosa? No, era una serie bastante decente, hecha con medios y con un reparto de estrellas de musical de relumbrón. Al igual que 'The Newsroom', la ficción de Aaron Sorkin sobre un canal de televisión, otra de las primeras víctimas del 'hate-watching'. Su reparto era de campanillas, pero sus engolados discursos la hacían más ridícula que épica. Es imposible que Sorkin pudiese prever las burlas que iban a provocar sus diálogos, pero quizás Darren Star, mente tras 'Sexo en Nueva York', 'Sensación de vivir' y 'Melrose Place', podía hacerse una idea del efecto que iba a causar 'Emily in Paris'. Una serie que rebosa clichés sobre lo parisino a ojos de los estadounidenses (cruasán, boina, amor, acordeones) y cuyo principal protagonista es el vestuario. Un cruce entre aquellos dos episodios de 'Sexo en Nueva york' que situaban a Carrie Bradshaw en la capital francesa y 'Amelie', que reúne lo peor de ambos y rebosante de situaciones inverosímiles y diálogos risibles que hace las delicias de espectadores que la ven únicamente para arquear las cejas y lanzarse a las redes a despellejar. Aunque, como escribió 'The Guardian', “molestarse con una serie de televisión tan insulsa y agradable como 'Emily en París' es como patear a un cachorro”. Repasamos, a continuación, otras series a las que el tiempo dejó en un lugar extraño: tan amadas como vilipendiadas por sus espectadores más fieles. Marc Piasecki (WireImage)'Dawson crece' / La serie de Kevin Williamson, basada en las aventuras de cuatro jóvenes que pasan de la adolescencia a la vida adulta en el pueblo ficticio de Capeside, entre embarcaderos, citas cinéfilas y capas de melancolía, tiene el dudoso honor de ser el título fundacional del 'hate-watching', ya que las primeras comunidades 'online' surgieron en la rudimentaria web 'Television Without Pity', donde ya en 1998 se criticaba con inquina cada nuevo capítulo de la serie. Había motivos, especialmente uno. Y tiene nombre. “¿Por qué hicieron a Dawson tan insoportable?”, se pregunta un hilo de Reddit. Ahí radica la clave del odio que la serie padeció. Todos los personajes eran más interesantes que el protagonista, todos, incluso la abuela de Jem. Jem, interpretada por una Michelle Williams que nadie podía imaginar entonces que se convertiría en una de las mejores actrices de su generación, era uno de los grandes problemas de la serie, ya que mostraba el lado más conservador, celoso y mojigato de aquel Dawson tan insoportablemente egoísta y ensimismado. De hecho, verle sufrir porque el amor de su vida se había enamorado de su mejor amigo era uno de los grandes alicientes de la serie. Getty Images (Getty Images)
'Todas las de la ley' / La serie de abogadas de Disney+ hizo ruido desde su inicio. Porque estaba producida por Ryan Murphy, capaz de lo mejor ('Glee', 'Popular', 'Nip/Tuk') y de lo peorísimo ('Hollywood', la deriva de 'American Horror Story'), y porque su elenco era, digamos... ecléctico. Junta a Sarah Paulson, indisociable ya de Murphy, con Naomi Watts, Kim Kardashian y Glenn Close, que a juzgar por sus últimos trabajos parece tener muchas hipotecas que pagar. La presencia de la más mediática de las hijas de Kris Jenner, productora de la serie, despertó una curiosidad que quedó suficientemente saciada tras su estreno. La crítica fue tan furibunda que resultó casi hasta paródica. 'The Guardian' la obsequió con cero estrellas y su crítica se convirtió en noticia, algo poco habitual. 'Rotten Tomatoes' le dio un cero y pudimos leer reseñas devastadoras que insinuaban que su guión estaba escrito por una IA desfasada. Sin embargo, a pesar de la unanimidad del rechazo que produjo, se convirtió en una de las series más vistas de la plataforma. Y eso lo sabemos porque ha sido renovada y a Disney no le habría temblado el pulso de la cancelación si no funcionase, por muchos nombres ilustres que figuren en sus títulos de crédito. La máxima "que hablen de nosotros, aunque sea mal" ha demostrado ser válida en un momento en el que las interacciones en redes sociales suman tanto como los visionados y una crítica espantosa puede despertar más curiosidad que el aplauso del más prestigioso de los especialistas en televisión. Puede que haya personas que pagan la suscripción de la plataforma que no sepan que existió una temporada de 'Willow', pero todos han oído hablar de 'Todas las de la ley' y ahora mismo generar memes o ser popular en TikTok suma tanto como las estrellas de 'The Guardian'. O tal vez porque estamos tan cansados de que nos vendan humo y se aplaudan series mediocres que cuando nos enfrentamos a una ficción tan pobre como 'Todas las de la ley' nos sentimos satisfechos: “Sí, esta es la basura que esperaba y no me decepciona”.Edward Berthelot (WireImage)'Anatomía de Grey' / Ser una de las ficciones más longevas de la televisión no te hace inmune al visionado irónico. Tampoco estar firmada por la deidad televisiva Shonda Rhimes. El drama médico de ABC se convirtió desde su estreno en un imán para los improperios. Al igual que sucedía en 'Dawson crece', el problema era su protagonista, la siempre conflictuada Meredith Grey. Un pozo sin fondo de traumas infantiles que consigue hacer valer siempre sus desdichas de primer mundo a pesar de que todos a su alrededor sufren tanto o más que ella. Aunque hay que reconocer que le ha pasado de todo: ser rehén de un pistolero o sujetar una bomba en el cuerpo de un paciente. ¿Qué interno no ha tenido una tarde así en la seguridad social? A ese festín de horrores debemos sumar uno de los aspectos que más hacen retorcerse a los espectadores ante el televisor. ¿Cómo puede una viuda con tres hijos pequeños desarrollar un trabajo tan exigente en el que tiene que viajar constantemente y no morir en el intento? Y más en una serie en la que no existen los abuelos, porque esto solo va de profesionales de la medicina atractivos. Para ver gente poco agraciada ya están las series británicas. Tal vez la respuesta a por qué la gente sigue viendo 'Anatomía de Grey' a pesar de detestarla es que quieren conocer el secreto de sus protagonistas para conciliar la vida con una carrera exitosa. O simplemente, porque son guapos.Frank Ockenfels (Disney General Entertainment Con)'Girls' / "¿Por qué veo 'Girls' si odio a todos los personajes?", se preguntaba 'Complex' sobre la serie de Lena Dunham. Un interrogante que iba volviéndose cada vez más habitual a medida que las temporadas avanzaban. La serie de HBO se vendió como la respuesta milenial a 'Sexo en Nueva York', con la que era imposible no compararla. Después de todo, eran cuatro jóvenes viviendo en Nueva York, aunque para parecer más pegados a la calle, en lugar de en lujosos apartamentos de Manhattan, se paseaban por apartamentos cuidadosamente desvencijados de Brooklyn que con toda seguridad tampoco podían pagar con el sueldo que ganaban en trabajos que era imposible entender cómo habían conseguido (y menos cómo podían mantener). Pero parece que nadie busca realismo en televisión; solo hay que recordar que 'Es mi vida', una de las series más descarnadas sobre la adolescencia, ni siquiera tuvo una temporada completa. A pesar de venderla como algo totalmente distinto, más puro y mejor, 'Girls' reunía todos los defectos de la serie de Carrie y sus amigas y los potenciaba. Hannah, el personaje interpretado por Lena Dunham, era profundamente egoísta y una oda a la autocompasión, pero como Dunham era la creadora del programa, podía permitirse caprichos que jamás pudo Sarah Jessica Parker, como que cada hombre atractivo que pasaba por la serie reparase antes en ella que en Marnie o en Jessa, algo que exigía un gran compromiso con el pacto de ficción. O mandar a Shoshanna, el personaje más divertido, a Japón para que no le hiciese sombra. A pesar de la vergüenza que provocaban las actitudes de Hannah, era imposible apartar la vista de la serie, un accidente a cámara lenta que, gracias a las plataformas, ha sido recuperada por una nueva generación que ha sacado las mismas conclusiones que los espectadores originales: Hannah era insoportable y ¿por qué diablos estamos viendo esto?Rob Kim (FilmMagic)
'El verano que me enamoré' / 'El verano en que me enamoré de una serie de mierda' fue el contundente título de la crónica de Patricia Gosálvez en EL PAÍS sobre el fenómeno que supuso la serie de Amazon Prime Video. “¿Por qué estoy enganchada a una historia adolescente ñoña y tóxica que no querría que viese mi hija?”, se preguntaba acerca de su adicción a la serie basada en la trilogía de Jenny Han. Tanto los libros como la serie tienen un argumento poco original, un triángulo amoroso entre una joven y dos hermanos que tiene como marco un idílico verano en Massachusetts. El amor en la costa este siempre es más intenso que en California. O sea, gente guapa, playas infinitas, paisajes hermosos y casas 'bohemian-chic', los legendarios cumpleaños de Taylor Swift hechos serie. ¿Quién podría resistirse? A juzgar por el ruido que causó en redes sociales, nadie. A pesar de lo risible de su guion y lo torpe de las interpretaciones. Todo el mundo era consciente de ello; sin embargo, si la protagonista, Belly Conklin, se decantaría por Conrad o Jeremiah Fisher, se convirtió casi en una cuestión de estado que derivó en palabras demasiado gruesas en redes sociales. Alcanzó cotas de obsesión que llevaron a Amazon a lanzar un comunicado antes del final de la tercera y última temporada: “El programa no es real, pero las personas que interpretan a los personajes sí lo son”, escribió la cuenta oficial de TikTok, un mensaje que llegó tras las amenazas de muerte recibidas por Gavin Casalegno, el actor que interpretaba a Jeremiah Fisher. Lyvans Boolaky (Getty Images)'Friends' / Si 'Friends' fue víctima del visionado por odio durante su emisión original es difícil saberlo porque todavía no vivíamos bajo el dominio absoluto de las redes sociales. Lo que sí era fácil era comprobar que era tremendamente popular. No tenían que decírtelo los datos de audiencia, a los que difícilmente accedíamos en la era pre-Internet: se percibía cuando descubrías que todo el mundo sabía lo que significaba “tomarse un respiro” o podía cantar al menos un par de frases del hit 'Smelly Cat'. El bronceado de Ross, los dientes de Ross y los pantalones de cuero de Ross se convirtieron en comparativas habituales. Durante diez temporadas, medio planeta estuvo centrado en las desventuras emocionales de seis personajes y si Rachel debería o no terminar con Ross ocupó demasiado tiempo en nuestras conversaciones. Pero que 'Friends' no sufriese el azote de las redes sociales en su momento no significa que se haya librado. Su recuperación por parte de las plataformas ha servido para sacarle los colores, bien sea por su falta de diversidad racial, sus chistes homófobos o su toxicidad emocional, un revisionismo inevitable que ha afectado también a clásicos como 'Love Actually'. Una nueva mirada que provocó que de nuevo volviese a hablarse a todas horas de una serie cuyo último capítulo se emitió en 2004, pero esta vez mucha gente no la veía porque la amaba, sino porque necesitaba cargarse de argumentos para detestarla.NBC (NBCUniversal via Getty Images)'Élite' / Las series patrias tampoco se libran del visionado irónico. 'Élite', la ficción de Carlos Montero y Darío Madrona para Netflix, nació como un placer culpable, algo que se asumió incluso antes de su emisión. Bastaba ver aquellos físicos tan poco habituales en los institutos españoles y los interiores de revista de decoración. No íbamos a ver algo en la línea de 'Colegio Degrassi', sino una ficción que haría parecer realista 'Sensación de vivir'. Ya se lo dijo Carlos Montero en su momento a 'Fotogramas': “Los cuerpos de ‘Élite’ no son normativos. Son lo contrario. Son cuerpos a los que aspiramos, ya sea para parecernos a ellos o para acostarnos con ellos”. Podría haberse conformado con ser una serie de adolescentes con las hormonas desatadas, pero quiso ir más allá e incluir crímenes e investigación, aunque que muriese gente realmente no le importaba a nadie, solo los líos emocionales. “Élite' es droga”, escribió Natalia Marcos de su primera temporada en EL PAÍS. Pero los mismos ingredientes que la llevaron a cruzar fronteras acabaron convirtiéndola en una serie que se veía solo para ver cuán lejos pueden llegar los guionistas a la hora de estropear su propia creaciónNurPhoto (NurPhoto via Getty Images)'And Just Like That' / “Aunque sea un bodrio, la seguiré viendo” fue la contundente respuesta que Junior Healey, autor junto a Soy una pringada de un podcast sobre 'Sexo en Nueva York', le dio a Raquel Piñeiro en un artículo en ICON que trataba de dilucidar por qué la gente veía 'And Just Like That' a pesar de su baja calidad. Un texto en el que se hablaba de la decadencia de la continuación de las aventuras de Carrie, Samantha y Charlotte y también de la fascinación que ejercía sobre los espectadores. La heredera de una de las series más icónicas de HBO no solo no cumplió las expectativas que generaba su antecesora, sino que las lanzó al barro y las pisoteó. Si aquella dejó tras de sí una retahíla de referencias y situaciones en las que era fácil reconocerse, esta pasó a ser un catálogo de excentricidades de multimillonarias ociosas que ponían a prueba la resistencia de la vergüenza ajena de sus espectadores. Tras cada capítulo, o durante los mismos, las redes ardían y los grupos de WhatsApp bullían; era imposible recordar cuántas situaciones insólitas habían vivido unos personajes que ya no recordaban en absoluto a los originales. Sin embargo, ejercía una atracción irresistible. “Odio esta serie... y necesito 19 temporadas más", se podía leer en las redes sociales, lugar de reunión de los damnificados por aquel disparate y donde se desparramaban comentarios sarcásticos sobre el vestuario de Carrie, la estulticia lésbica de Miranda, el forzado despertar 'woke' de Charlotte o cualquier cosa que hiciese Aidan (¿por qué tenía que lanzar piedras a una ventana?). Sin embargo, el día que Michael Patrick King anunció abruptamente su final, sentimos una profunda sensación de desazón, de orfandad, de tristeza. 'And Just Like That' era un bodrio, sí, pero queríamos seguir viéndola.James Devaney (GC Images)
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