El “detective del Louvre” era un chico de 15 años: cronología de la confusión en medio del robo
La tarde del robo de las joyas de la Corona francesa, la imagen de quien parecía un investigador ‘noir’ junto a la policía dio la vuelta al mundo. Una vez resuelto el misterio, hablamos con este joven aficionado a la moda clásica
La expresión “de película” ha sido utilizada generosamente este último mes, con plena justicia, para describir lo sucedido el 19 de octubre en el Museo del Louvre de París. Aquella mañana, a plena luz del día, unos ladrones accedieron desde el exterior, mediante una escalera de mudanzas, a la galería Apolo y, con una radial, robaron nueve joyas de la Corona francesa (aunque se les cayó una corona por el camino). Entre las fotos difundidas por las agencias de prensa en aquella jornada histórica, una imagen atrajo la atención de millones de personas, precisamente, por su aura cinematográfica. Tomada por Thibault Camus, de Associated Press, en ella se veía junto a la policía a alguien como salido de una película de cine negro, con una gabardina, un sombrero ligeramente inclinado al estilo Humphrey Bogart y lo que parecía un fino bigote recortado. Que una figura de esas características fuera el detective al mando de la investigación tenía algo de reparatorio: por mucho que saquearan su patrimonio histórico, Francia nunca iba a poder, nunca iba a saber dejar de ser Francia.
Durante semanas, los usuarios de redes sociales han especulado sobre la identidad del misterioso “hombre del sombrero”, como ha pasado a ser popularmente conocido. Un investigador tan fuera de época, a quien imaginaríamos persiguiendo a Al Capone en los años de la Ley Seca pero no desfilando por las calles de París en 2025, era demasiado asombroso para ser real. O “demasiado perfecto”, como aventuraron algunos para cuestionar que esa persona existiese: la hipótesis de que el personaje había sido generado por IA creció tanto que el fotógrafo tuvo que salir a desmentirla. Camus, que negó conocer al protagonista de su instantánea, contó a The New York Times que le interesó visualmente el que alguien saliera de un edificio histórico vestido a la antigua usanza. Y nada menos que el día en que había tenido lugar también un robo a la antigua usanza. ¿Podía tratarse, de hecho, de lo contrario? ¿De un ladrón de guante blanco, el privilegiado cerebro criminal tras la operación? ¿Un moderno Thomas Crown?
No. En un giro a la altura de la impredictibilidad del caso, ese presunto detective con dos matrimonios frustrados a consecuencia de su adicción al trabajo, pocas horas de sueño y varios enemigos entre rejas ha resultado ser un menor de 15 años con, simplemente, muy buen criterio vistiendo. Responde al nombre de Pedro Elías Garzón Delvaux y esa mañana había acudido a visitar el Louvre con su madre y su abuelo. No es que se arreglara para la ocasión, él viste así con normalidad, también para ir al liceo. Pedro Elías, cuya familia por parte de padre es mitad colombiana, se maneja al teléfono ligeramente en español durante la conversación que mantiene con ICON. “Me gusta mucho la historia y la época de la II Guerra Mundial”, explica. Todo empezó en un carnaval de su escuela. “Me disfracé de Jean Moulin, héroe de la Resistencia francesa, mi ídolo. Y cuando estaba disfrazado así, me gustó el traje y cómo me miraba la gente. También me gustan las películas viejas, los trajes de James Bond…”.
Antes de charlar con el joven, ICON departe con su madre, Félicité Douce de La Salle, de 50 años, cuyo español es más fluido. La razón: entre 2014 y 2020, la familia residió en Sevilla debido al trabajo del padre, economista ambiental, en el Centro Común de Investigación. “Esta elegancia de Pedro Elías también viene un poco del lado español”, desliza. “Cuando empezó a vestir así, yo a la gente le daba como referencia la Feria de Sevilla, que es increíble, porque todo el mundo sale superbien vestido, superelegante, y a nadie le parece extraño. Supongo que hubo algo de inspiración para él, aunque era muy chiquito, entonces llevaba traje de niño”. Ella ve con buenos ojos que el muchacho vista como le guste. “Prefiero que mi hijo se vista así a que vaya, no sé, vestido del Joker. ¡Está muy bien ver a un hijo en un traje de tres piezas!”, cuenta divertida. El impacto de la foto lo han vivido con humor en la familia. Aunque se han visto algo agobiados por la presencia de periodistas en el centro donde estudia el menor, a la madre le alivia que el motivo de tanta atención sea “algo simpático, una historia bonita”, a diferencia de tantas “historias feas en internet”.
Viven en Rambouillet, cerca de París. Aquella mañana, tardaron en enterarse de lo sucedido. “Estaba todo cerrado”, recuerda Félicité. “Nos dimos la vuelta, pasamos frente a la Pirámide y, cuando salíamos, fue cuando Thibault Camus tomó la foto, que no lo vimos. Justo después pregunté a ese mismo policía, el que está en el coche en la foto, mirando hacia Pedro Elías, qué era lo que estaba pasando y nos dijo que era por el robo. No lo sabíamos, ninguno de nosotros habíamos mirado el teléfono desde hacía tres horas”.
Su primer bigote
Una de las razones que llevaron a tantos a no imaginar que Pedro Elías era un crío fue su impecable bigote, que da la sensación de estar fina y delicadamente perfilado. Tras la revelación de que tiene 15 años, es pertinente plantearse si se trataba de un bigote pintado, parte del disfraz, o el resultado de un denodado esmero del estudiante en el cuidado del vello facial. “Sí, claro, es real”, confirma el chico. Su madre, Félicité, interviene: “Todavía no se lo ha cortado, es su primer bigote”.
Previamente a hacer pública su cuenta de Instagram y de ofrecer su primera entrevista a la agencia que le inmortalizó e hizo mundialmente reconocido, Associated Press, Pedro Elías admite que quiso jugar varios días con las expectativas del público. “Me parecía muy chulo y me gusta un poquito esta cosa del misterio. Las teorías eran muy divertidas”, dice a ICON. Su entorno cercano sí le identificó, bien fuera por él o por su madre, que aparece en la foto justo detrás. En los días posteriores a que se difundiera la imagen, familiares suyos de Colombia, Austria o Suiza les contactaron sorprendidos. También en el instituto, donde su vestimenta forma parte de la normalidad cotidiana y asegura que no está habituado a recibir comentarios, cuenta que se le ha ido acercando mucha gente curiosa en los últimos días. “Lo chistoso es que tuvo amigos que la semana pasada se pusieron una corbata, porque dijeron: ¿por qué yo no puedo llevar corbata también?”, agrega Félicité. A las peticiones online de que se produjese una serie o una película con las andanzas del inspector júnior, él se deja querer: en la entrevista con AP decía que esperaba que le llamasen para rodar.
El abuelo de Pedro Elías y padre de Felicité es el escritor Bruno de La Salle, de 82 años, uno de los artífices del renacimiento del cuento en Francia. La propia Félicité ha publicado también cuentos. Esa dimensión de la historia de su hijo —se puede argumentar que un detective con gabardina y sombrero investigando el robo de unas joyas es “de película”, pero un niño vestido de detective en medio de un asalto al Louvre es “de cuento”— es lo que a ella le resulta más estimulante. “[La foto] Ha cautivado la imaginación de la gente. Piensan: ¿quién es? ¡Le falta el cigarrillo! ¿Será Sherlock Holmes?”. Al hablar del componente performativo en que el joven se desenvuelva a la manera de los años cuarenta, cita el famoso monólogo de Como gustéis (1599) de Shakespeare: “El mundo es un gran teatro, y todos los hombres y mujeres, meros actores”.
Otra pregunta que es de recibo hacerse: ¿cómo forja su armario un adolescente nostálgico de la ropa de la II Guerra Mundial? “Tiene 15 años, no tiene dinero. Tiene lo que hay en la casa”, apunta su madre. Pese al desarmante sentido común de la respuesta, Pedro Elías reivindica el buen olfato de la familia para la moda: “Hay muchas cosas que vienen de mi padre y de mi abuelo. El chaleco es de mi padre, de Yves Saint Laurent. La chaqueta es Hackett, esa es mía. Y también tengo prácticamente en todas las fotos un reloj de la Guerra Fría que viene de Rusia. Lo compramos en la India, en Calcuta”. El detalle más emotivo de su atuendo está en la prenda que más ha dado que hablar, el sombrero fedora. “Es un sombrero de mi abuela, del lado de mi madre”. Félicité abunda en ello: “Falleció el año pasado. En francés se dice que esto es un clin d’oeil [guiño], fue como un homenaje que esta foto se tomara sin que nos diéramos cuenta. En el Louvre, mi madre estuvo estudiando y era curadora, le encantaba el museo”.
Toda la familia está volcándose en ayudar a Pedro Elías a gestionar las solicitudes y protegerle, con la hermana mayor a cargo de los correos electrónicos, el padre poniendo su grano de arena desde Pakistán (donde se encuentra trabajando en este momento) y decidiendo en conjunto a qué medios contestan. A España no solo les unen los seis años que vivieron aquí. “Tengo muchos amigos, me encantaba la ciudad y el Sevilla Fútbol Club es mi equipo preferido”, se apresura a decir emocionado, mientras se escucha a la madre reír al fondo. La afición al conjunto hispalense, con toda seguridad, tampoco estaría en las quinielas de muchos durante los días de conjeturas sobre la identidad del “hombre del sombrero” del Louvre. En las publicaciones de su Instagram no hay canciones de El Arrebato, autor del himno sevillista, pero sí de Frank Sinatra o The Stranglers. Referentes quizá antediluvianos para alguien nacido en 2010, pero es que el buen gusto, como ya se ha demostrado, no entiende de modas.