“El reto es mantener la coherencia en nuestros vinos emblemáticos”: cómo Moët & Chandon se convirtió en sinónimo de champán
Moët & Chandon, la casa de champán más famosa del mundo, mantiene sus esencias en Épernay, la localidad donde está su sede y elabora sus vinos.
En la antigua región de La Champaña, Reims y Épernay están muy cerca, a solo 40 minutos en coche. La primera es una ciudad de casi 200.000 habitantes y gran trascendencia histórica: el lugar donde durante mil años se consagró y coronó a los reyes de Francia y la capital oficial del champán. Pero, a pesar de ser mucho menos famosa, la segunda, un pueblo de 30.000, también presume de ese título, avalado, dicen, por la opinión de Víctor Hugo.
Más allá de rivalidades regionales, Épernay es una población que vive por y para el champán. Está situada entre 35.000 hectáreas de viñedos y allí residen las diez casas de champán más grandes del mundo, que tienen sus sedes en la majestuosa Avenue de Champagne, reconocida como Patrimonio Mundial de la Unesco por la arquitectura ecléctica de sus edificios del siglo XIX.
Entre todos destaca la Résidence de Trianon, llamada así por su similitud con el Pequeño Trianón de Versalles. Construido para Jean-Rémy Moët entre 1805 y 1817, fue en su origen residencia privada, pero desde 1967 Trianon está reservada para el disfrute de los visitantes distinguidos de Moët & Chandon. “La tradición es recibir aquí a los invitados de la casa para probar nuestro champán. Podría haber sido transformada en un museo, pero se prefirió mantenerlo un lugar vivo”, explica un embajador de Moët & Chandon, la más grande y más famosa casa de champán. Una marca tan celebre que presume de que cada segundo del día alguien abre una botella de Moët en algún lugar el mundo.
Moët y Épernay son inseparables. Tanto que Jean-Rémy Moët (1758-1841), el nieto del fundador de la casa, Claude Moët, y quien sentó las bases de lo que es hoy Moët & Chandon, fue alcalde de la ciudad. Incluso hoy la alcaldía está situada en un edificio que en su momento perteneció a la familia.
La historia de Jean-Rémy es muy interesante. Fue él quien decidió ampliar los horizontes de la casa, pero no eligió bien el momento. Cuando estaba en plena expansión llega la Revolución Francesa. Todo estaba en su contra, pero tenía un as en la manga: en 1782, Jean-Rémy había pasado por la academia militar de Brienne-le-Château para recoger pedidos de champán. Allí se hizo amigo de un joven cadete corso, un tal Napoleón Bonaparte.
Esa amistad, que se mantuvo en el tiempo, benefició enormemente a la casa Moët. Hay quien asegura que Trianon se construyó para que Napoleón y la emperatriz Josefina se hospedaran en ella cuando visitaban la zona. El militar siempre llevaba con él a sus campañas botellas de Moët y se dice que celebraba sus victorias descorchando con un sable una botella de Moët. “Es una leyenda fabricada alrededor de esa forma de abrir las botellas. Lo que sabemos seguro es que a Napoleón le encantaba el Moët rosado. En nuestros archivos tenemos un pedido de 300 botellas de rosado para Napoleón en el periodo en el que era Primer Cónsul”, asegura el embajador que ejerce de guía por el complejo fundacional de la casa. Porque, en realidad, el Château de Trianon es un complejo en la Avenida del Champán. Frente a la casa residencial está el edificio que alberga las bodegas originales. Son 29 kilómetros de túneles y bóvedas excavados en el suelo calcáreo de esta región, a unos 20 metros de profundidad en el que maduran miles de botellas. Aseguran que hay que tener cuidado, porque es fácil perderse en este laberinto de pasillos subterráneos.
Más allá de las leyendas alrededor de Moët y el general que se coronó emperador y conquistó media Europa en nombre de Francia, hay un detalle que es historia. El buque insignia de Moët & Chandon, y por lo tanto el champán más vendido del mundo, se llama Brut Imperial Non Vintage en su honor. Un champán cuyo reto es que mantenga sus características cada año. Algo que es extremadamente complejo. “Debe tener siempre el mismo sabor. Nuestro trabajo es saber cómo conseguirlo con la nueva cosecha, primero con los vinos más frescos que están muy vivos en ese momento. Después, en nuestras bodegas, volvemos a catar los reserva y trabajando con esas diferentes expresiones del carácter frutal del Moët & Chandon, tenemos la capacidad de crear el mismo sabor”, describe Marie-Christine Osselin, Wine Quality & Communication Manager de la casa. Un reto que el cambio climático que ha afectado a las cosechas complica cada vez más “El reto es mantener la coherencia en nuestros vinos emblemáticos, como Moët Impérial, año tras año. Cada cosecha es única, con diferentes calidades de uva, y mi trabajo es garantizar que el champán conserve su sabor característico. Además, el cambio climático ha añadido complejidades, lo que nos obliga a adaptar constantemente nuestras prácticas sin dejar de ser fieles al estilo Moët & Chandon”, explica el enólogo Benoît Gouez, Chef de Cave de Moët & Chandon.
El Brut Imperial solo sale a la venta después de 24 meses de maduración, 30 en la versión magnum. Es un proceso lento y artesano, sometido a las estrictas reglas que se imponen a los vinos de la zona. Las navidades son el periodo de mayor descorche del Moët & Chandon Imperial. Por eso hay una edición especial navideña que este año se inspira en los diseños históricos de 1985. Cada estuche representa un tapiz brillante que encarna las tres variedades de uva autóctonas de la zona: Chardonnay, Pinot Noir y Meunier, que conforman el estilo de Moët Impérial.
Pero uno no conoce realmente la casa hasta que no visita el Chateau de Saran, un espectacular palacete a las afueras de Epernay, al que solo se accede por invitación. Con once habitaciones temáticas, Saran es el prototipo del refinamiento francés. Aquí celebra la casa sus cenas navideñas con los visitantes distinguidos. Con impresionantes vistas de las ondulantes colinas de Chouilly y la Côte des Blancs esta antigua residencia de caza de la familia reabrió en 2019 tras una renovación que recuperó su esplendor. “Moët & Chandon se siente, al ser la marca más famosa de champán del mundo, embajadora de toda la región y sus vinos en el mundo”, dice Marie-Christine Osselin. “Una responsabilidad que asumimos con orgullo”, concluye.