El estremecedor documental sobre la matanza de Hamás en el festival Supernova: “Cuando lo ves de primera mano es puro y simple terror”
Movistar Plus+ estrena ‘We will dance again’, un reportaje narrado a través de las cámaras de víctimas y verdugos sobre el brutal ataque terrorista a una ‘rave’ el 7 de octubre de 2023
Hace hoy exactamente un año, el 7 de octubre de 2023, un ataque terrorista masivo de Hamás a Israel provocó 1195 muertes y convulsionó a la sociedad israelí. Fue la jornada más letal para el pueblo judío desde el Holocausto. La desproporcionada respuesta del gobierno de Tel Aviv ha provocado decenas de miles de muertos y ha llevado a la región, y con ella a todo el mundo, a una situación límite. Todo esto no resta un ápice de dramatismo a la brutalidad con la Hamás se empleó aquel día.
Uno de los objetivos de los comandos que salieron de Gaza fue un festival. Supernova Sukkot Gathering era un certamen dedicado al trance, lo más parecido al hippismo que ha dado la electrónica. Se celebraba en un páramo a escasos kilómetros de la Franja. El ataque se produjo a las siete de la mañana, justo después del amanecer, el cenit del festival. A los 3.500 jóvenes que bailaban, muchos de ellos bajo el influjo de alucinógenos, aquello les pilló desprevenidos e indefensos. Los militantes de Hamás se aprovecharon de ello y no mostraron ninguna piedad. El resultado fue 360 muertos, centenares de heridos y 40 asistentes tomados como rehenes.
We will dance again, que hoy se estrena en Movistar Plus+, es un documental de hora y media en el que el director Yariv Mozer (Tel Aviv, 46 años) narra minuto a minuto lo que sucedió allí ese día a través de las imágenes grabadas por los propios terroristas de Hamás, los móviles de algunos de los asistentes y metraje de diversas cámaras de seguridad. Es la historia de una jornada de fiesta que acabó convertida en una tragedia indescriptible: una cacería humana que uno de los asistentes que da su testimonio describe como “vivir en primera persona una película de terror”.
Mozer pasó 10 meses recopilando el material que compone una pieza tan brutal como los hechos que narra, reuniéndose con familiares de las víctimas, pidiendo permiso a esos mismos familiares para mostrar en pantalla un relato que se lee como uno de esos capítulos en la historia del ser humano que es a la vez el inicio y el fin. We will dance again no rehúye la crítica a los cuerpos y fuerzas de seguridad israelíes y su director no esquiva la conversación cuando esta deriva a lo que está sucediendo en Gaza y en el Líbano, y el inmenso agujero emocional que deja esta pieza en el espectador después de haber asistido a una espiral de violencia que parece imparable. ICON ha hablado con Mozer de su documental, producido por la cadena inglesa BBC y la estadounidense Paramount, y alabado unánimemente por la crítica anglosajona.
“Yo puedo enseñar esta película para mostrar donde empezó todo, pero al mismo tiempo soy una de las voces más críticas con nuestro gobierno. Creo que deberíamos haber acordado un alto el fuego hace ya muchos meses”
Perdone que esta sea mi primera pregunta, pero después de ver el documental parece obligatorio hacerla: ¿qué les diría a aquellos que afirman que todo esto es un montaje, que nunca ocurrió? El 7 de octubre ni yo mismo creí que todo aquello estaba pasando. Tardé dos días en obtener los permisos necesarios para visitar el lugar porque quería verlo con mis propios ojos y, por supuesto, con una cámara. Cuando llegué todo estaba intacto, apenas se había tocado nada… y puedo decirte que no he visto nada igual en mi vida. Cuando ves una bala al lado de una piruleta sabes que no es algo que vayas a volver a ver. Y ese olor… Entiendes al momento que aquello fue una masacre. La pregunta que planteas es justo la razón principal por la que hice este documental. No por mí, ni por mi equipo, sino para que el mundo entienda con lo que tuvimos que lidiar ese día. Todo lo que pasó aquí. No fue sencillo de hacer.
¿En qué sentido fue complicado? Bueno, durante el proceso solo podía saber la opinión de los productores y lo cierto es que su reacción fue de apoyo total, y gracias a ellos pude comprender que el documental funcionaba en lo emocional. También es cierto que hubo muchas personas que no quisieron acercarse a él y que me dijeron: “No, yo no quiero ver esto”, pero durante todo ese tiempo mi intención ha sido enseñar a la gente la parte dura. No la parte muy dura. Quería tener acceso a todo ese metraje de Hamás, todo lo que filmaron ellos mismos ese día, porque cuando lo ves de primera mano es puro y simple terror.
“Estoy seguro de que hay gente en el gobierno de Israel que no estará muy contenta con este documental porque el 7 de octubre no fue el mejor día para nuestro gobierno, ni para nuestra policía, ni para nuestro ejército”
¿Dónde trazó la línea? Haciendo el documental entendí de forma muy clara el papel de los productores ejecutivos, que fueron los que muchas veces decían: “Hasta aquí”. Pero lo cierto es que hubo mucho debate sobre lo que había que enseñar y lo que no. Y quiero ser muy honesto: yo fui muchas veces el que empujaba para que mostráramos más, pero llegados a cierto punto entendí que aquello iba a verse en la BBC a las nueve de la noche y en Alemania a las 10 de la noche y que era bueno que mis productores tiraran de un lado y yo del otro, para al final encontrarnos en algún lugar intermedio: que esas dos posturas se enfrentaran es algo necesario para que esto tenga un público más amplio.
Mucha gente le dirá: “Ya, esto fue muy grave, pero ¿y lo que está pasando ahora?”. Yo puedo enseñar esta película para mostrar dónde empezó todo, pero al mismo tiempo soy una de las voces más críticas con nuestro gobierno. Creo que deberíamos haber acordado un alto el fuego hace ya muchos meses, y que su forma de actuar a la hora de traer de vuelta a los rehenes que siguen en manos de Hamás no está ayudando en nada. Y por supuesto que quiero que esto se detenga ya. La gente no entiende que en Israel no somos todos iguales, que esto es una democracia. Ahora bien, lo que espero encontrar en Palestina es gente que alce la mano y diga: “Lo que hizo Hamás aquel día no estuvo bien”. Porque aún hoy me pregunto qué consiguió Hamas haciendo lo que hicieron aquel día. ¿Qué consiguieron exactamente el 7 de octubre? ¿Qué creían que iba a pasar después? Yo, que siempre he creído en la solución de los dos estados y que no considero a todos los palestinos iguales a Hamas, sé que se necesita alguien que levante la voz en Palestina y diga: “Esta no es forma de hacer las cosas”. Para que en nuestro lado también podamos levantar la voz y decir que la solución es la de los dos estados.
Hay una gran cantidad de metraje de móviles de muchos de los que estuvieron allí y me pregunto si la parte más difícil a la hora de construir este proyecto fue hablar con las familias que habían perdido a alguien para que dieran su permiso y poder usar esas imágenes. Sin duda. La parte más difícil de todo este proceso fue hablar con los seres queridos de las víctimas. Fue muy, muy difícil, algunos nos dieron permiso para usar el metraje de su hijo o de su hija y luego cambiaron de opinión, y respeto totalmente su decisión. Pero lo sí quiero destacar son las ganas que tenían todas las familias de la gente que perdió la vida ese día de que se contara su historia, de que el mundo supiera lo que les había pasado a sus hijos o a sus hijas. También quiero aprovechar para decir que estoy seguro de que hay gente en el gobierno de Israel que no estará muy contenta con este documental porque el 7 de octubre no fue el mejor día para nuestro gobierno, ni para nuestra policía, ni para nuestro ejército, y creo que somos muy críticos con ello.
Supongo que antes de que We will dance again se estrenara en distintos países, las familias tuvieron la oportunidad de verlo en privado. Por supuesto. Tratamos con los supervivientes y las familias de las víctimas de la forma más sensible posible y en todo momento contamos con la ayuda de los psicólogos en el propio set de grabación. Cuando terminé el documental, organizamos varios visionados para las familias en un cine muy pequeño de Tel Aviv, de forma muy discreta. Como puedes imaginar, fue algo muy emotivo y algunos tuvieron que irse a la mitad porque les costaba mucho ver aquello o revivirlo. Después les preguntamos a todos qué opinaban, porque tener su apoyo era fundamental. Una de las cosas más difíciles fue tratar el tema de los rehenes: en el documental había metraje sobre uno de ellos que fue asesinado dos semanas antes del estreno y, por respeto a su familia, volvimos a la sala de montaje y quitamos esa referencia. Cuando sucede algo así es difícil lidiar con ello.
Me pregunto si uno paga alguna clase de peaje emocional después de haber dirigido un documental como este. [Hace una larga pausa] Bueno, creo que sí, por supuesto. Mi equipo y yo mismo nos hemos dedicado diez meses a contar algo terrible y eso siempre pasa factura, como no podría ser de otra manera. Sin embargo, nunca hemos perdido de vista a los que sí han pagado un peaje enorme: los supervivientes. Lo difícil es recuperarse de algo así… nosotros hemos tomado la responsabilidad de contar su historia, pero los auténticos protagonistas de este relato y los que han pagado un precio altísimo son ellos y ellas.
¿Le queda algo de esperanza? Quiero tenerla, quiero pensar que en algún momento tanto en Palestina como en mi país llegarán al poder las personas adecuadas para poner fin a todo esto. Al mismo tiempo veo a Irán o Hezbolá y creo que Israel no es su único objetivo, me temo que su guerra es contra Occidente… Pero espero que con el tiempo encontremos la forma de llegar a la paz.