Papá Noel ensangrentado y con un hacha: así son las películas que descuartizan los clichés navideños

El libro ‘Navidad, amarga Navidad: El cine que Papá Noel no quiere que veas’ analiza cómo el terror, la fantasía, la acción y la comedia han canalizado muchas veces la contestación a la placidez estereotipada de estas fechas

Una asociación de padres escandalizada por el trailer de 'Noche de paz, noche de muerte' exigió su prohibición y recogió firmas para evitar su exhibición.

Con villancicos a coro y pancartas de “Salvemos a Santa Claus” y “Amamos a Santa Claus”, diversos grupos de manifestantes se congregaron en noviembre de 1984 en EE UU a las puertas de los cines donde se proyectaba la película de terror Noche de paz, noche de muerte. El argumento: un niño de cinco años presencia cómo un ladrón vestido de Papá Noel mata a sus padres y viola también a su madre, trauma que, de mayor, detona en él una psicopatía homicida que le lleva a convertirse en un Papá Noel asesino. Y la imagen e...

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Con villancicos a coro y pancartas de “Salvemos a Santa Claus” y “Amamos a Santa Claus”, diversos grupos de manifestantes se congregaron en noviembre de 1984 en EE UU a las puertas de los cines donde se proyectaba la película de terror Noche de paz, noche de muerte. El argumento: un niño de cinco años presencia cómo un ladrón vestido de Papá Noel mata a sus padres y viola también a su madre, trauma que, de mayor, detona en él una psicopatía homicida que le lleva a convertirse en un Papá Noel asesino. Y la imagen estrella de su campaña de promoción: el brazo del afable repartidor de regalos, embutido en su característico abrigo rojo, asomando de una chimenea y blandiendo un hacha.

Una, para muchos, intolerable subversión del símbolo por excelencia de las fiestas navideñas, que provocó un escándalo saldado con victoria para los defensores de la tradición y el orden, puesto que el largometraje fue retirado a los pocos días del estreno. El Papá Noel asesino, sin embargo, rió el último y, con ayuda del efecto Streisand, Noche de paz, noche de muerte es ahora un clásico del género, primera entrega de una saga que tuvo cinco películas y, cómo no, un remake.

Aquella emblemática estampa de la chimenea y Santa Claus con un hacha ilustra ahora la portada del recién publicado Navidad, amarga Navidad: El cine que Papá Noel no quiere que veas (Applehead Team), libro en el que varios autores desgranamos cómo, a contracorriente de ejemplos del calibre de Love Actually (2003) o ¡Qué bello es vivir! (1946), los sentimientos de hostilidad, rechazo y rebelión contra las ilustres fiestas han permeado durante décadas en el cine de terror, la fantasía, la acción y la comedia. Editado y coordinado por el periodista Santiago Alonso, que escribe prólogo y epílogo, firmamos el libro Cristina Aparicio, Daniel Rodríguez Sánchez, Pedro José Tena y yo, Jaime Lorite.

“Creo que se ha dado a lo largo de la historia del cine una pulsión por ir contra las fiestas”, explica Alonso, “por armar una crítica sobre las vivencias que las personas tenemos durante esos días tan señalados o por crear un contraste señalando el mal dentro de un contexto creado para fomentar la bondad”.

Chuck Norris fotografiado en 1985 con una camiseta de una de sus películas más populares: 'Invasión U.S.A.'. La imagen está tomada en unas vacaciones que pasó el actor en Borgoña, Francia.Foto: Getty

Daniel Rodríguez Sánchez, más conocido entre la cinefilia online con el nombre de Reverendo Wilson, es el responsable del apartado dedicado al terror, particularmente fértil en lo que se refiere a matanzas navideñas o a simpáticos seres del Polo Norte padeciendo súbitos ataques de furia asesina. Sánchez cree que los slashers –las películas a las que este año la RAE recomendó denominar “cine de cuchilladas”– como Noche de paz, noche de muerte o la pionera Navidades negras (1974) pueden servir de “catalizador” para un público alejado de esas familias perfectas con gran poder adquisitivo que pueblan los anuncios de turrón de la tele, porque les permite “disfrutar con historias truculentas y macabras” en ese marco. “Supone una manera de ver reflejado cierto espíritu contestatario”, cree Sánchez. “La rebeldía que se puede encontrar entre los apasionados del terror me parece importante para entender por qué dentro del slasher se generó una especie de corriente navideña”.

En su texto, el autor repasa toda la polémica en torno a Noche de paz, noche de muerte y se pregunta si, en el fondo, la razón por la que determinados sectores conservadores pusieron el grito en el cielo fue por su representación de la Iglesia, al responsabilizar argumentalmente de la locura del protagonista a la despótica madre superiora del orfanato donde se cría. En este sentido, Sánchez recuerda que, al fin y al cabo, títulos previos como Feliz Nochebuena o Navidades infernales, ambos de 1980, ya habían contado con un Papá Noel homicida en sus tramas.

Pero un reguero de sangre en Navidad también puede reafirmar, desde la ficción, el orden establecido. El escritor Pedro José Tena, autor del capítulo sobre cine de acción, lo ejemplifica con un clásico de la filmografía de Chuck Norris, Invasión USA (1985). “Los malos [de la película] utilizan la Navidad como el momento perfecto para atacar los pilares del capitalismo y los valores familiares de Occidente”, cuenta Tena. “Hay una apuesta muy fuerte por reventar las noches de paz a golpe de bazucas y ametralladoras. La película es casi una yincana en la que Chuck Norris tiene que ir recorriendo escenarios decorados de Navidad y desbaratando los planes terroristas, en un centro comercial, en una iglesia, en un autobús escolar…”.

Siente un pobre a su mesa

Hablar de cine de acción en Navidad es hablar de Shane Black. El guionista de clásicos como Arma letal (1987), El último boy scout (1991) o Memoria letal (1996) encontró en las luces y arbolitos de las fiestas una seña de identidad de su obra, razón por la que Pedro José Tena le dedica varias páginas del libro. Aunque Tena apunta que Black siempre ha sostenido que su inspiración proviene de Los tres días del cóndor (1975), por la sugerente fusión entre suspense y decoraciones de la época que se daba en aquel título de Sydney Pollack, el escritor cree que hay algo subyacente: “Más allá de lo bien que queda siempre una pelea con un árbol de Navidad de fondo o ver cómo explota una casa con luces y guirnaldas, en su caso veo un discurso más o menos claro, el de que la vida es una mierda y la Navidad solo hace que parezca más bonita unos días. Detrás de toda la alegría forzada, hay mucha gente luchando por sobrevivir, echando de menos a sus seres queridos o siendo traicionada por estos. Descastados que se sienten fuera del sistema y ajenos a las buenas intenciones y los propósitos”.

Bruce Willis en 'Jungla de cristal' (John McTiernan, 1988).

Tena obviamente también referencia Jungla de cristal (1988), a pesar de que Bruce Willis proclamase en 2018 que “no es una película navideña”, contra la tendencia moderna abrazada por muchos de considerarla la mejor película de las fiestas solo por ambientarse en Nochebuena. El propio escritor opina que la auténtica “película navideña de acción definitiva” es Arma letal, “mucho más significativa en cuanto a su relación con estas fiestas y a su protagonismo en la trama. Incluso estéticamente es más navideña”. “Pero ambas son necesarias y creo en ellas más que en todos los santos”, aclara.

Otro nombre que no puede faltar en una introducción a un posible cine antinavideño, o a un cine navideño “en los márgenes”, es el de Tim Burton. El episodio de Navidad, amarga Navidad en el que aparece es el consagrado al cine fantástico, que escribe Cristina Aparicio, crítica de cine en las revistas Caimán y Jot Down. “Para un cineasta como Burton, creador indiscutible de mundos oscuros e imaginarios, la Navidad es una fuente inagotable de riqueza estética. El aderezo perfecto para abrazar la soledad de sus personajes”, reflexiona Aparicio.

“A lo largo de toda su filmografía, Tim Burton aborda la cuestión de la otredad: sitúa en el centro de sus relatos a aquellos que son arrojados a los márgenes de la sociedad. Burton saca de las tinieblas a los diferentes, a los no normativos, y esa es una acción que se revaloriza cuando transcurre en Navidad. Se trata de ocupar el espacio social que les ha sido negado”. Ejemplos de ello son el Pingüino de Batman vuelve (1992), el protagonista de Eduardo Manostijeras (1990) o el Jack Skellington de Pesadilla antes de Navidad (1993), producida por Burton y dirigida por Henry Sellick.

Fotograma de 'Pesadilla antes de Navidad'.Disney

Un problema al que los autores del libro nos hemos enfrentado es el de las películas que, pese a partir de una premisa oscura sobre la Navidad o una mirada desestabilizadora a la tradición, acaban ofreciendo una contrapartida que, de hecho, apuntala su lado positivo. Para Aparicio, es paradigmático el caso de Krampus: Maldita Navidad (2015), donde un terrorífico monstruo, originario del folclore de los países alpinos, amenaza con despedazar a una familia en plenas fiestas. “Krampus es el antagonista hasta que analizamos bien sus motivaciones: que los niños no pierdan la fe en Santa Claus. Resulta ser un aliado en la sombra, el que actúa fuera de la ley, el de los métodos cuestionables, un mercenario navideño con aspecto de villano y corazón de villancicos tétricos y dulces amargos, pero villancicos y dulces al fin y al cabo”, observa.

Finalmente, algo semejante ocurre en las comedias, cuyo apartado he cubierto yo. Con el Grinch, el personaje creado por Dr. Seuss al que dio voz Boris Karloff en el cortometraje animado de 1966 e interpretó Jim Carrey en la película del 2000, sucede algo parejo al Krampus: en la cultura popular ha trascendido como un símbolo de la resistencia frente a la Navidad y del desprecio a todo lo que la rodea, pero la historia termina con la peluda criatura verde trinchando el pavo y cantando villancicos junto a sus vecinos. Es algo común en comedias que se visten de sátira y toman como perspectiva la visión de alguien renegado para, en el desenlace, hacer realizar al espectador el mismo viaje a la moraleja a la que llegará el protagonista, cuando felizmente descubra que la Navidad es estar con quien quiere, que nunca se está solo cuando se tiene amigos o que la familia es un engorro que exige sacrificios pero también ofrece hermosas gratificaciones, o alguna cosa por el estilo.

Jim Carrey interpretó al Grinch en la película homónima de 2000.cordon press

No obstante, hay cineastas que han encontrado el modo de ser provocativos o ácidos con los mimbres navideños. Difícil hallar una sátira ambientada en las fechas más envenenada que Plácido (1961), donde Berlanga, en pleno franquismo, pintó la cara a las clases altas al retratar el modo en que utilizaban la Navidad como escaparate desde el que proyectar una solidaridad de conciencia hipócrita y falsa. A partir de una parodia del lema de la dictadura en las fiestas, “Siente un pobre a su mesa”, Plácido ejemplifica como pocas películas la instrumentalización de la Navidad, en su dimensión material y religiosa, por parte del poder para perpetuar las diferencias de clase. También en comedias como Un día de locos (1994), de Nora Ephron, o La joya de la familia (2005), sus responsables consiguieron dibujar modelos relacionales menos susceptibles de ser mercantilizados, cuando no directamente beligerantes con el statu quo de un subgénero de películas que es terreno abonado para el imaginario ultraconservador

“El cine sobre sentimientos siempre genera unas consecuencias en el espíritu. Otra cosa es si ese tratamiento de los sentimientos está estandarizado o se ajusta sin moverse un milímetro a los esquemas predominantes de la sociedad. ¿Eres capaz de imaginar un hecho cultural más tendente al esquema rígido como es la Navidad?”, pregunta Santiago Alonso, coordinador de Navidad, amarga Navidad, en respuesta a otra pregunta, la de si las películas navideñas convencionales, comerciales y felices pueden, de hecho, hacer sentir más triste y solo a quien no tiene unas Navidades como esas. “La pantalla puede funcionar como espejo y que haya personas que no se vean reflejadas: yo no soy ese, esa no es mi familia, nunca me pasan esas cosas, ¿me pasarán alguna vez?”, analiza. Por su parte, Cristina Aparicio formula un augurio tal vez perturbador para muchos: “No hay celebración, acontecimiento o evento más desproporcionado que la Navidad: la fiesta del 25 de diciembre ha pasado de ambientar el último mes del año a convertirse en la cuarta estación (primavera, verano, otoño y Navidad). Es acumulativa, se agranda, se expande… Lo más probable es que la Navidad sobreviva al ser humano”.

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