Neil Hannon: “Estaba preparado para que mis fans dijeran que mi último disco era una mierda”
The Divine Comedy está liderada por este irlandés socarrón, melómano y desprejuiciado que lleva 30 años haciendo la música que le da la gana. Este sábado la tocará en directo en el Festival Canari
Fundador y líder plenipotenciario de The Divine Comedy (de hecho, el conjunto es desde hace tiempo su proyecto unipersonal), Neil Hannon se ha labrado una merecida reputación como uno de los más finos artesanos del pop barroco y orquestal. Hannon (Derry, Irlanda del Norte, 53 años) comenzó su carrera en 1989, aunque tuvo que esperar hasta Casanova (1996), el cuarto elepé de su banda, que incluía singles como Something For The Weekend o ...
Fundador y líder plenipotenciario de The Divine Comedy (de hecho, el conjunto es desde hace tiempo su proyecto unipersonal), Neil Hannon se ha labrado una merecida reputación como uno de los más finos artesanos del pop barroco y orquestal. Hannon (Derry, Irlanda del Norte, 53 años) comenzó su carrera en 1989, aunque tuvo que esperar hasta Casanova (1996), el cuarto elepé de su banda, que incluía singles como Something For The Weekend o Becoming More Like Alfie, para alcanzar el éxito masivo en pleno estallido del brit pop. La fama no le duró mucho: sus canciones, repletas de arreglos de cuerdas y vientos preciosistas y guiños a las tradiciones musicales de la Europa continental, no encajaban demasiado en una escena que en ocasiones tendía al hooliganismo ultranacionalista inglés.
Él siguió a lo suyo, publicando discos de manera regular (son ya 12: el último, Office Politics, data de 2019), tejiendo una asombrosa lista de colaboraciones (Tom Jones, Air, Ute Lemper, Robbie Williams, Yann Tiersen o Coque Malla) y participando en multitud de bandas sonoras de series y películas. La próxima será Wonka (estreno el 6 de diciembre), dirigida por Paul King y con Timothée Chalamet en el papel principal, como el chocolatero chiflado de la célebre novela de Roald Dahl.
Tras el recopilatorio Charmed Life (2022) y la subsiguiente gira, The Divine Comedy actuará el 18 de noviembre en Lanzarote (su única fecha programada en lo que resta de 2023), dentro del festival Canari. Allí, este antiguo dandi de escurrida figura, compartirá escenario con Maika Makovski, Melenas o The Parrots. La cita canaria es la quinta sede del ciclo itinerante Festivales Para Un Territorio, un evento multidisciplinar (gastronomía, arte y música) que apuesta por la descentralización de la cultura. Una coartada perfecta para charlar con el autor de National Express, un maestro de la ironía y el autodesprecio. Es un día irlandés húmedo y gris, se lamenta nada más conectar la videollamada desde su hogar en el condado de Kildare, rodeado de sus órganos y teclados.
Usted nació en Derry en la década de los setenta, los del Domingo Sangriento. ¿Cómo fue su infancia allí? Lo cierto es que no he pensado en eso desde hace mucho tiempo. Es curioso… Supongo que, en cierta manera, todo eso me convirtió en la clase de persona que soy. Yo formaba parte de una familia de clase media, aunque sin mucho dinero. Mi padre era ministro de la Iglesia de Irlanda y vivíamos en una bonita casa adosada victoriana de ladrillos rojos, pero no íbamos a España de vacaciones (risas).
¿Fue el pop una especie de refugio? Antes de la adolescencia me gustaba la música, pero no pensaba que iba a ser mi oficio. De hecho, pretendía convertirme en diseñador de coches deportivos. Después me obsesioné con Top Of The Pops, el famoso programa musical de la BBC. Lo veía todos los jueves desde que tenía siete años y luego ya empecé a escuchar la radio. Recuerdo que cierto tipo de música me inquietaba, tenía un efecto visceral en mí. La primera vez que escuché Under Pressure, de David Bowie y Queen, me asusté bastante. Ahora la adoro. Y creo que ese miedo fue algo bueno, porque supuso un desafío. Aquello era diferente del bubblegum [como se denomina a la música pop más pegadiza y comercial] que me rodeaba. Yo era muy joven para el punk, pero con la new wave me empezaron a gustar Elvis Costello o los primeros XTC, aunque no era un fan acérrimo. Lo que realmente me llegó a apasionar fue el synth pop: Ultravox, The Human League, OMD o Soft Cell. Estuve enganchado a todos aquellos grupos. Y creo que eso ha influido en parte de mi trabajo. Nunca he utilizado muchos sintetizadores, sin embargo, sus melodías y su manera de construir canciones están muy presentes en mi obra. Por otro lado, en Irlanda del Norte, el mundo a nuestro alrededor se había vuelto loco. No era una atmósfera demasiado placentera.
Había leído que de adolescente era un gran admirador de ELO (Electric Light Orchestra) y Jeff Lynne. No sé si fue antes o después de su etapa synth pop. Ambos aspectos coexistían. Tenía dos hermanos mayores y Desmond, el mayor de todos, empezó a escuchar a ELO. Y yo escuchaba cualquier cosa que le gustara a él. Por favor, no le digas que he dicho esto, pero era algo inconsciente. En muchos casos ni siquiera era fan de lo que él escuchaba, yo simplemente lo consumía. Supongo que mi hermano podría responder a bastantes cuestiones acerca de mis propias composiciones: los teclados, las cuerdas, los coros…
¿Cuál fue el disco que cambió su vida en ese momento? Tengo muchos esenciales, pero, si tuviera que elegir uno, diría que el single Vienna (1981), de Ultravox. Fue el primer sencillo que compré y puede que lo haya escuchado miles de veces. Es synthpop, pero tiene algo de música clásica en su estructura, en la viola eléctrica, en ese piano que recuerda a Rajmáninov. Siempre me ha atraído la idea de hacer pop que en cierta manera sonara a música clásica.
Formó The Divine Comedy en 1989. Supongo que los inicios no serían sencillos. Vengo de una familia en la que se podían hacer esta clase de cosas. La mayoría de mis parientes más cercanos han ido a la universidad o tienen trabajos muy interesantes, así que me siento afortunado porque nunca se me disuadió de seguir mi camino. Mis padres se preocupaban por lo que iba a ser de mí, claro. Yo soy el menor de mis hermanos y los otros dos estudiaron en la universidad y les fue bien. Así que, cuando llegó mi turno, a mis padres ya no les quedaba demasiada energía.
Ahora mismo tiene una carrera sólida, pero ¿cree que si hubiera empezado, por ejemplo, en 2020, habría sido todo más complicado? El que ha comenzado en 2020 ha tenido una experiencia vital totalmente distinta, empezando por la música que escucha. La verdad es que siento lástima por los que empiezan ahora. Esta es una industria muy dura y las redes sociales te pueden herir fácilmente. Ahora puedes subir tus canciones a Spotify al instante, sin problema, pero se tienen que sobreponer al resto. Debe ser muy difícil intentar sonar diferente y además manejar cosas como TikTok. Ahí solo tienes 40 segundos para enganchar al público y yo necesito al menos tres minutos y medio o cuatro. Por fortuna ya no me tengo que preocupar por eso.
¿Cuáles son sus recuerdos de la época del brit pop durante los noventa? ¿Se sentía parte de esa escena? Con algo más de éxito sí que hubiera sido un brit popper apropiado. Yo estaba en un segundo plano y luego hubo unos pocos momentos de verdadera fama. Y después de eso volví a desaparecer, porque había grupos enormes, mucho más conectados con todo aquello: Blur, Pulp o Suede. Puede que mis fans se asustaran cuando escribí acerca de esto por el trigésimo aniversario de Casanova, pero cuando estaba componiendo ese disco veía por dónde soplaba el viento, musical y artísticamente hablando. Escuchando a Suede, The Auteurs o Saint Etienne, que fueron algo muy importante para mí, ya notaba un acercamiento entre el sonido easy listening y las bandas sonoras de los sesenta, las de John Barry o Ennio Morricone. Y a mí me encantaba esa música. Así que pensé: ¡Yo puedo hacer esto! ¡Voy a hacer algo que sea alarmantemente popular!.
¿Disfrutó de aquel fugaz éxito masivo? Hicimos unos cuantos conciertos muy grandes, llegamos muy arriba en las listas de éxitos y tocamos en el Top Of The Pops. Todos mis sueños se hicieron realidad, sin embargo, nunca me invitaron a las fiestas.
Desde 2020 está reeditando y remasterizando toda su discografía. ¿Hay alguno de sus elepés que no le importaría grabar de nuevo? No. Jamás he querido hacer eso. No tiene sentido, porque tan pronto como lo publicas, ya no te pertenece, es del público, que añade capas de significado a la obra. Es la audiencia la que decide cómo debe sonar dentro de su cabeza. Y volver atrás y regrabar algo es como un acto de sabotaje a su imaginación. Yo sé lo que se siente cuando alguno de los artistas a los que admiro ha hecho algo parecido.
¿Por ejemplo? No voy a dar un ejemplo. No quiero molestar a alguna de las personas que más quiero (risas). Bueno, pondré un ejemplo con una de mis tres artistas favoritas de todos los tiempos: Kate Bush. Para mí está en lo más alto, pero regrabó Wuthering Heights. Y no tiene ningún sentido. No tiene ni el mismo espíritu ni el alma que tenía la original. No es culpa suya. Se ha hecho mayor y ha utilizado diferentes instrumentos y equipamiento. Yo escuché ese tema constantemente durante ocho años y no me importaba lo que ella pensara sobre su canción, solo me importaba lo que yo pensara.
Su último álbum, Office Politics (2019), significó un cambio de sonido, añadiendo incluso pinceladas electrónicas. Y también fue un shock para algunos admiradores suyos. La verdad es que estaba preparado para que mis fans dijeran que era una mierda. Es muy importante no pensar en los fans cuando compongo. No pensé en ellos cuando grabé mis primeros discos, principalmente porque no existían. ¿Por qué debería seguir regurgitando algo porque piense que eso es lo que les gusta a ellos? No lo entiendo. No me importa vender menos, pero al menos confío en que mis seguidores aprecien que estoy siguiendo mis propios principios artísticos.
Mucha gente todavía piensa en Burt Bacharach y Scott Walker cuando se habla de The Divine Comedy. Ellos dos aún suponen una gran parte de mi técnica de escritura. Las cosas que has escuchado a lo largo de los años al final aparecen mezcladas en tus obras. Y nunca me libraré de cantar como Scott [lo dice cantando al modo de Scott Walker] y siempre le deberé mucho a las inteligentes y preciosas estructuras de Burt. Me siento muy afortunado de haberlos conocido a ambos, aunque fuera brevemente.
No le voy a preguntar sobre el clásico debate entre The Beatles o The Rolling Stones, sino ¿The Beatles o The Beach Boys? Porque menciona a ambos grupos en su canción Perfect Lovesong. Admiro muchísimo a los Rolling Stones, aunque nunca fui un gran fan, nunca fui un rockero. El otro día estaba escuchado Street Fighting Man y sus temas de esa época son increíbles y están espléndidamente grabados. Igual que Gimme Shelter. Pero siempre voy a estar del lado de The Beatles o The Beach Boys.
¿Y entre The Beatles y The Beach Boys? The Beatles. Son una especie de primer amor. Y luego está la fuerza de los números. Las mejores canciones de The Beach Boys son tan buenas como las mejores de The Beatles, pero no tienen tantas de ese nivel.
¿Y The Kinks? Siempre he percibido una conexión con sus trabajos. ¡Me encantan The Kinks! The Kinks Are The Village Green Preservation Society es un álbum fantástico, pero también me gustan sus primeros elepés. He sido fan del pop desde hace mucho y me gustan ciertas cosas que solo están concebidas para la agitación y la excitación.
Juraría que no es el mayor fanático del reggaetón… Curiosamente, no. Me suele gustar el 10% superior de cualquier género. No estoy en contra de ningún estilo en particular. No soy un gran fan del country, pero me gusta Johnny Cash, por su lado más alternativo, o Dolly Parton, por su vertiente pop.
Junto con su pareja, la cantante Cathy Davey, patrocina las organizaciones de rescate de animales My Lovely Horse Rescue y My Lovely Pig Rescue. Creo que su canción To The Rescue se basa en esta experiencia. Uno de los centros de acogida está a 20 minutos de nuestra casa… y el otro es nuestra casa.
¿En serio? ¿Cuál? El de los cerdos. En el lugar donde vivimos tenemos unos 120 o 130. Todos eran cerdos mascota, no son rescates de una granja factoría. Hay estúpidos que compran cerditos pensando que van a quedarse así siempre. Y no, los minicerdos no existen, todos crecen. La verdad es que no me ocupo mucho de ellos: me encanta verlos y pasar tiempo a su lado, pero no me dedico a alimentarlos. Yo atiendo a nuestros cuatro perros. También tenemos burros, ovejas, cabras, gallinas y, en ocasiones, ratas.
Por cierto, ¿ha visto la serie Derry Girls? Sí, es divertida. Aunque me parece que está pensada para el mercado británico. A los irlandeses también les gusta, pero no está demasiado pegada a la realidad de aquellos años. Eso hubiera sido bastante deprimente.
El acento de las protagonistas es complicado para los no anglófonos… Es bastante difícil de entender [impostando acento irlandés].
Tal vez pase algo parecido con sus composiciones fuera de las audiencias de habla inglesa. Hay quien no entiende las letras y aun así adora esas canciones. Tengo un programa en BBC Radio Ulster [llamado Europop. The Neil Hannon Show] y allí solo pongo música europea continental, nada de cosas británicas o irlandesas. Son todo temas franceses, italianos, españoles, alemanes o escandinavos. Y muchas veces no entiendo nada de lo que dicen. Y eso no me impide seguir amándolas. Así que entiendo esa sensación: sientes que sabes de lo que hablan, pero hay un montón de espacio para la imaginación del oyente. Puedes buscar mis letras y ver de qué van, aunque no es necesario. La mayoría son una basura (risas).
En la edición deluxe de su reciente recopilatorio, Charmed Life, hay un tema titulado Te amo España. Allí canta sobre el vino tinto, el jamón, la tortilla, la paella, el pimiento de Padrón o el manchego queso (sic). Tengo que pedir sinceras disculpas por esto. Fue durante la pandemia y era para un festival de Eurovisión falso [el Isolation Song Contest]. La mayoría de los otros concursantes eran humoristas y aun así me animé. Me dijeron: Haz una canción. Tu país es España. Así que fueron ellos los que me asignaron el país. Pensé: En la letra voy a incluir a todos los concursantes españoles de Eurovisión que recuerde. Es un cliché absoluto. Aunque satiriza esa estrecha y estúpida idea de España que tienen algunos británicos e irlandeses: ir de vacaciones allí, beber cerveza, comer paella y achicharrarse al sol.
Al menos podrá probar algunos de esos productos ahora que visita Lanzarote… Bueno, soy vegetariano. Pero sí, amo España [en castellano].
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