Ben Bailey Smith, el actor que rodó una serie de ‘Star Wars’ casi sin saberlo: “Jamás había trabajado así”
Rapero, guionista y actor, todo de casualidad, el artista inglés (y hermano de Zadie Smith) recala ahora en el papel de villano en ‘Andor’ y describe el máximo secretismo de un engranaje millonario
Ben Bailey Smith (Londres, 44 años) interpreta a uno de los villanos de Andor, la nueva serie de Star Wars que Disney+ estrena el 21 de septiembre. Esta es la penúltima reinvención de Smith, un artista que empezó como rapero, luego se hizo monologuista de comedia, ha escrito varios libros infantiles y ahora solo recibe ofertas de papeles dramáticos. Andor es un spin-off y precuela de ...
Ben Bailey Smith (Londres, 44 años) interpreta a uno de los villanos de Andor, la nueva serie de Star Wars que Disney+ estrena el 21 de septiembre. Esta es la penúltima reinvención de Smith, un artista que empezó como rapero, luego se hizo monologuista de comedia, ha escrito varios libros infantiles y ahora solo recibe ofertas de papeles dramáticos. Andor es un spin-off y precuela de Rogue One (2016), que a su vez era un spin off-precuela de la La guerra de las galaxias (1977) original, centrado en el espía rebelde Cassian Andor (Diego Luna), encargado de conseguir los planos de la Estrella de la Muerte, que algún día ayudarán a Luke Skywalker a destruírla. El creador de la serie es Tony Gilroy, guionista de la saga Bourne que debutó en la dirección con el thriller Michael Clayton (2007). Disney no ha desvelado muchos más detalles más sobre Andor. Ni siquiera a sus protagonistas.
“Disney es tan secretista que no nos contaron nada”, cuenta Ben Bailey Smith desde Londres a través de videollamada. “Nunca vi un guión completo en todo el tiempo que estuve trabajando en la serie. Solo me daban mis propias escenas y, una vez llegado el día del rodaje, me explicaban el contexto. Más o menos. Jamás había trabajado en esas condiciones”.
Hace dos años Smith hizo un casting para un drama militar titulado Pilgrim. Las únicas indicaciones que recibió fueron: “Eres un sargento del ejército que le echa la bronca a sus soldados”. Días después le comunicaron que había conseguido el trabajo. Y que en realidad se trataba de Star Wars. “Iba en bici, me paré y me empecé a reír. No me lo podía creer. Sería un buen trabajo para cualquier actor, pero es que yo soy un obseso de Star Wars desde niño, de toda la vida, porque El retorno del Jedi fue la primera película que vi en el cine. Yo había hecho casting para Solo, para el papel de Lando Calrissian [que finalmente interpretó Donald Glover], pero jamás pensé que me podría ocurrir”, confiesa.
El secretismo se mantuvo durante todo el rodaje. Los rótulos en los camerinos tenían nombres falsos, los guiones seguían titulándose Pilgrim y las hojas de producción con la orden del día (que indican quién trabaja esa jornada, a qué hora y cuándo es su descanso) también eran falsas. Los actores caminaban desde su camerino hasta el set cubiertos con enormes mantas oscuras para evitar que algún dron les sacase fotos. Y ni siquiera rodar una escena arrojaba luz sobre de el argumento de la serie.
“Era un problema a la hora de pronunciar los diálogos, porque a veces tenía que decir frases que no tenían sentido, jerga intergaláctica, y yo pensaba: ‘¿De qué demonios estoy hablando?”, explica el actor. “Hubo un día en que el director se me acercó y me dijo: ‘Vale, vamos a hacerlo otra vez pero con un poco más de urgencia, es que hay un planeta que va a estallar’. Y yo en plan ‘¿Ah sí? Pues yo no lo sabía. Gracias por avisar’. Sí, fue difícil”.
Lo que sí puede revelar de su personaje (o, mejor dicho, lo que él sabe de su personaje) es que se llama Blevins y es de los malos. “Es un militar del Imperio, muy sibilino y sinuoso en su plan de trepar por el rango a costa de cualquier cosa y cualquier persona. Es ese tipo de persona que te apuñalaría por la espalda si así puede llegar más alto. El Imperio opera como la mafia, por tanto cuanto más alto estés menos posibilidades tendrás de que te liquiden”, razona.
El oficial Blevens tiene la enemiga en casa. La oficial Deedra Mero, interpretada por Denise Gough, acaba de llegar al Imperio, es la soldado de moda y quiere el puesto de Blevins. “Dentro del Imperio estamos en guerra unos contra otros”, desvela el actor. “Me recordaba un poco al partido conservador, luchando entre ellos todo el rato por el control del universo”.
Tacos en 30 idiomas distintos
Ben Bailey Smith creció en Kilburn, un barrio obrero del norte de Londres. Su hermana es la célebre novelista Zadie Smith. En su casa siempre hubo acceso a la cultura a pesar de las limitaciones económicas. “En mi barrio había una mezcla de irlandeses y caribeños. Era duro, pero nunca me pareció peligroso. No me sentí fuera de lugar hasta mucho después, cuando empecé a viajar y vi que en otras regiones las separaciones por razas están mucho más delimitadas. Que hay 45 kilómetros de gente pobre y luego una ciudad de gente rica. Londres no es así. La zona donde crecí es una de las más diversas del Reino Unido. Cuando tenía diez años podía decir tacos en 30 idiomas distintos”.
Crecer en Killburn le enseñó a librarse de situaciones complicadas mediante la labia, un don que, asegura, es clave en su carrera como rapero y como monologuista. “Aprendí de pequeño a ser rápido e ingenioso para salvarme el pellejo”, afirma. Lo que más le atrajo del rap fue su tensión: ninguno de sus vinilos, que compraba de segunda mano junto a su hermana Zadie por 99 peniques, sonaba tan urgente como los raperos de su barrio. “Si tenías inquietudes artísticas, ya fuese la pintura o la música, necesitabas dinero para pagar clases o comprar un instrumento. Pero para hacer breakdancing, beatboxing o grafiti no hacía falta nada. Solo tú mismo”, asegura.
Smith creó un alter ego rapero y lo bautizó Doc Brown en honor al científico de Regreso al futuro (1985), una de sus películas favoritas. Se ganó al público del circuito de batallas de rap de Londres y llegó a grabar varios cedés en su casa que él mismo vendía en las tiendas de discos independientes. Pero en aquella época nadie podía vivir del rap y Smith retiró a Doc Brown. “Perdí la fe”, admite. “No fue una decisión mía. Mi hija nació en 2005, no estaba ganando nada de dinero y tenía que mantener un bebé”. Smith se centró en su “trabajo de verdad” como coordinador de un centro de juventud en el norte de Londres.
Meses después un amigo le pidió ayuda con unos diálogos para una serie del cómico británico Lennie Henry en la BBC. El encargo consistía en pulirlos para que sonasen más creíbles, más de la calle. Smith cayó en gracia al productor de la serie, quien le animó a intentarlo como monologuista. “Me subí al escenario, conté mi historia y nadie se rió. No tenía ningún chiste. Pero como no me consideraba cómico no me importó”, recuerda. “El tío de la sala me dijo que estaba bien, pero que hacían falta chistes. Así que incluí varios, volví al mes siguiente y la gente tampoco se rió”. En algún momento debió de conseguir que el público pasara por el aro, porque cinco años después estaba colaborando con Ricky Gervais en su serie Derek.
La comedia le dio el éxito musical que el rap le había negado. Grabó una canción parodia con Gervais, Equality Street, para un programa de comedia benéfico que se viralizó en redes sociales en 2012 y acabó llegando al número 1 en iTunes en Reino Unido, lo cual tiene cierta poesía porque Smith la compuso como una venganza contra la industria discográfica.
En los últimos años Smith ha publicado cuatro libros infantiles y ha creado un programa para niños en la BBC, The Four O’Clock Club, que ganó el premio Bafta de la academia de televisión británica. Pero es en su última transformación, la de actor dramático, en la que Ben Bailey Smith está encadenando más trabajos que nunca.
Este verano estrenó en Netflix Persuasión, la adaptación de Jane Austen con Dakota Johnson que ha ultrajado a los austenistas más estrictos porque mezcla a Austen con Bridget Jones, Fleabag o Los Bridgerton. Johnson habla con la cámara y exclama cosas como “es un diez”, “somos exes” o “mi hermana es una narcisista total”. “Mucha gente se ha cabreado porque considera que, si algo es antiguo, si no te lo tomas muy en serio es una falta de respeto. Nosotros queríamos hacer algo distinto, irreverente. Si quieres lo otro, vete a ver la otra versión”, sugiere Smith, que interpreta al heredero Charles Musgrove.
A los críticos especializados, austenistas o no, no les ha gustado demasiado Persuasión. Smith prefiere no darle importancia y celebrar que la película fuese lo más visto de Netflix en Reino Unido el fin de semana de su estreno (en España quedó en la tercera posición). “Es la primera cosa que hago que ha sido unánimemente machacada por la crítica. Pero una película es una película, tío. La gente nunca sabrá lo que difícil que es hacer una película mala. Así que una buena ni te cuento”.
Hace unos años Smith ni siquiera habría podido hacer este filme, bueno o malo. Pero Los Bridgerton, el folletín de época ambientado en el siglo XIX con casting de racialmente diverso, ha cambiado las cosas y ahora las convocatorias de castings ya no indican una raza concreta. El actor ha notado el aumento del volumen de ofertas. Smith ha aprovechado tanto Persuasión como Andor para dar rienda suelta a su “acento de pijo”, hasta el punto de que la directora de la película le pidió que rebajase el tono. “Cuando vienes de donde yo vengo nunca te ofrecen papeles de clase alta y me hacía tanta ilusión hacer de ricachón que puse un acento increíblemente pastoso. En Star Wars sueno muy pijo porque veía mi personaje como uno de esos oficiales del ejército que no luchan sino que mandan a otros tíos a morir. Y ese tipo de oficiales siempre son pijos”.
Ese era todo el margen que tenía para construir su personaje, porque Andor no era el lugar donde desplegar su talento improvisando. “En Star Wars no puedes improvisar. Me habría gustado jugar un poco más, pero papá Disney no va a dejarte hacerlo”, bromea. Con lo que sí pudo jugar es con los artilugios del decorado. La serie tiene lugar antes de la trilogía original, así que debía encajar con la estética setentera de aquella (hoy denominada formicapunk o mainframe chic). Esto significa no solo que el capitán Blevins lleva “un pequeño afro”, sino también que el 80% de los decorados eran construcciones físicas, no digitales. “Era abrumador entrar en el set a veces. Para una secuencia construyeron todo un mundo alienígena con casas, cantinas y comercios. Era un poco como estar en Disneylandia, podías tocarlo todo”.
A Smith le impresionó ver de cerca la eficiencia de la maquinaria Disney a pleno rendimiento. El rodaje tuvo lugar durante los peores meses de la covid, así que había muchos protocolos que cumplir y ningún tiempo que perder. “Esta gente sabe lo que hace, vamos a ponerlo así”. El primer día de rodaje, Smith vio al actor Stellan Skarsgard en la cola para hacerse el test de antígenos. No volvieron a cruzarse. “Es que el plató era enorme”, asegura.
Después de todo lo vivido, Sam Bailey Smith tiene muchas ganas de se estrene Andor. Primero, para subir en Instagram una foto suya a los ocho años vestido de Darth Vader. Segundo, para entender por fin lo que estaba haciendo. “Cuando estás grabándolo no te enteras de lo que está ocurriendo. Ahora podré formarme una opinión. Estoy deseando verla”, afirma. “Soy consciente de que esto no le pasa a todo el mundo”, asegura. “Así que voy a seguir haciéndolo, voy a seguir segando el heno mientras brille el sol. Y el sistema me devora y me escupe mañana, volveré a mi ordenador, a mi libreta, a escribir chistes. Y dentro de un año estaré encima de un escenario contándolos”. Pero siempre podrá decir que salió en Star Wars. “Claro, eso me lo llevo”.
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