Vicky Martín Berrocal: “Me he quitado los trastornos”

La diseñadora, de 50 años, dice estar “como nunca” tras décadas de ansiedades, inseguridades y miedos. Ahora estrena ‘A solas’, un ‘videopodcast’ donde conversa sobre la vida con algunos de sus amigos: de Isabel Díaz Ayuso a Paulina Rubio

Vicky Martín Berrocal, fotografiada en Madrid el 11 de septiembre de 2023.bernardo Pérez

Vicky Martín Berrocal —labios grandes, ojos grandes, pómulos grandes, gran presencia— entra como Vicky por su casa al bar del exclusivo hotel Wellington de Madrid, saluda al metre por su nombre, se pide un agua y empieza a charlar apasionadamente por los codos con los ojos, con los labios y con las manos, pidiendo cada poco la complicidad de la interlocutora con gran profusión de: “¿Es o no es?, ¿sabes lo que te digo? y ¿tú me entiendes?”. Viene peinad...

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Vicky Martín Berrocal —labios grandes, ojos grandes, pómulos grandes, gran presencia— entra como Vicky por su casa al bar del exclusivo hotel Wellington de Madrid, saluda al metre por su nombre, se pide un agua y empieza a charlar apasionadamente por los codos con los ojos, con los labios y con las manos, pidiendo cada poco la complicidad de la interlocutora con gran profusión de: “¿Es o no es?, ¿sabes lo que te digo? y ¿tú me entiendes?”. Viene peinada, maquillada y producida de una sesión de fotos previa en su tienda, donde vende sus imponentes diseños de mujer, como el traje sastre que luce con deportivas blancas y un bolsazo de marca. La imagen podría perfectamente figurar en su perfil de Instagram, donde concita a más de un millón de seguidores a compartir sus andanzas: una envidiable colección de viajes de ensueño, bodas del siglo, puestas de sol, modelitos y modelazos con su ancha sonrisa en primer plano. Sobre todo, el último verano.

Menudo veranazo se ha pegado.

Totalmente de acuerdo. Ha sido el verano de mi vida porque he estado mejor que nunca conmigo misma, he hecho, y lo he compartido, con quien he querido.

¿Tanta felicidad y tanto lujo no puede crear insatisfacción en quien no los tiene?

Es verdad que las redes sociales pueden crear insatisfacción, pero yo no te vendo nada. No quiero aparentar nada. Te enseño lo que hago. Este verano ha sido bueno, pero el día que sea malo, también saldrá.

¿Está como nunca, como en la canción de Lola Flores?

Absolutamente. Es la primera vez en 50 años que me he puesto un short, enseñando mi celulitis sin problemas. Hace poco, me he cortado el pelo por primera vez en mis 50 tacos, porque pensaba que era mi coraza. Antes me importaba lo que dijera la gente. Ahora no. De 0 a 10, ahora me gusto 10.

Qué alegría. Y qué envidia.

No te creas. Eso no significa que sea perfecta, sino que me gusto como soy. Ahora sé cuáles son mis prioridades. Me he vuelto quizá demasiado yo, yo, yo. He cerrado mucho el círculo. Antes, a mi cumpleaños, invitaba a 300 personas. Al último invité a 50. A mis 50 personas favoritas. Algunos de los que no invité se enfadaron, pero he hecho limpieza en mi vida. Hay que viajar más ligera de equipaje.

¿Y esa nueva Vicky?

Esa Vicky pequeñita estaba ahí, pero se la había comido la grande. Ahora ha salido a flote.

¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por un cumpleaños? ¿Una crisis? ¿Una ruptura?

Al escribir mi libro, La felicidad no tiene talla ni edad, me puse a rebobinar mi vida. Fue terapéutico, me di cuenta de que ya me conocía. Es cierto que mi historia de amor con Joao [Viegas, empresario portugués, su última pareja] fue una relación sana, me hizo entender que el amor no era angustia, ni ansiedad ni inseguridad. No es que mis anteriores parejas no me quisieran. Era yo la que no estaba bien. Vengo de donde vengo: de un padre que siempre se iba, de una madre que se sentía abandonada, de una pelea por tenerlo. Yo vivía con mil trastornos. Entonces, Joao, y su amor sano, me dieron paz. Sentía que me quería, no me lo tenía que repetir, ni yo preguntarlo, me hizo ser paciente, me he quitado los trastornos de encima. Y tú dirás, joder...

No me dicen pija porque no lo soy. No sé definirlo, pero sé lo que es y lo veo a la legua. El clasismo me jode.

¿Por qué rompieron?

Porque con él vivía en una jaula de oro y, aunque me gustaba el pájaro, me sentía encerrada. Yo necesito actividad, que me pasen cosas, aunque sean malas, a mi gente conmigo. Vivíamos en Portugal y en cuanto pasaba la frontera me bajaba la tensión. No tenía nada que hacer en todo el día. Pensé, igual a otra edad hubiera sido distinto, pero a los 48 no me iba a resignar a esa jaula divina.

¿Cuántas veces le llaman pija?

No me lo dicen porque no lo soy. No sé definirlo, pero sé lo que es y lo veo a la legua. El clasismo me jode. Y, sí, hay gente muy clasista, que necesita un apellido o estar con gente exitosa, porque parece que ellos no son nadie. Yo no. Yo no soy más que nadie. Me codeo con quien sea y cuando me gusta alguien me gusta por la persona. Lo demás me importa una mierda. Mi padre, que se codeaba con lo más grande, me enseñó que se debía tratar igual al guardés de su finca que a un príncipe. Para él todo el mundo era igual y eso lo saqué de él.

Su padre, el ganadero José Luis Martín Berrocal, tenía dos mujeres, e hijos con ambas, sin que unos supieran de los otros. ¿Eso es ser una privilegiada?

Nunca me faltó de nada. Soy una privilegiada, una niña bien. Pude estudiar en un internado suizo y en la Universidad Americana en España cuando muy poca gente podía, pero...

Pero...

Pero es la palabra más puta del español. Pero, sí, la mía fue una familia desestructurada, con muchas carencias, en la que vi sufrir a mi madre, en la que me perdí media vida con mi padre. Entonces, claro que he sido una privilegiada y fue un regalazo lo que mi padre pudo darme, pero, ya estamos con el pero, yo estaba llena de miedos e inseguridades. Tenía un trastorno alimentario. Comía para calmarme. Nada es blanco ni negro.

Ha contado usted misma que ha adelgazado 27 kilos. ¿Le da subidón meterse en la talla que se puede meter ahora?

Me lo he currado. Llevo tres años comiendo bien y haciendo ejercicio para perder esos kilos, que me limitaban muchísimo. Yo es que no podía ni cruzar las piernas. Me da subidón porque me encuentro muy bien, no por caber en una talla. Me he pasado la vida metiendo tripa y ya no la meto. Pero tengo y tendré siempre alma de gorda. Esa Vicky niña comilona y disfrutona sigue ahí.

Vicky Martín Berrocal, en la tienda de su firma de ropa Victoria, en Madrid.bernardo Pérez

Ahora que se gusta más usted, ¿gusta más a los demás?

Yo creo que esa nueva Vicky toca más a la gente. Noto más cercanía con los demás. Siempre he sido dicharachera, me paro a hablar con una farola, pero es verdad que creo que, al estar tan bien y en paz, también los demás lo notan. Me encuentro en mi plenitud. A los 50 estás arrancando todo.

Muchos señores las prefieren más jóvenes.

Eso ha sido siempre. Mira, cuando hacía el programa con Bertín Osborne en Canal Sur lo discutía constantemente. No entiendo cómo, un tío de 70, cuando una mujer lo ha querido, acompañado, dado la mano y aguantado en sus ratos buenos y malos toda la vida, resulta que ya no le vale y se va con una tía de 25. Y nosotras nos quedamos ahí en el olvido. O sea, ¿no os vale una compañera de vida y solo queréis que os reafirmen? O sea, ¿seréis hijos de puta? Mira, yo era muy amiga de Jesús Quintero, El Loco de la colina, y él quería sacar un libro que se llamara Queridos hijos de puta. Pues ese título lo tengo yo muy en mente.

Sin embargo, una pareja con la mujer mucho mayor que el hombre sigue siendo tabú. ¿O no para usted?

Escucha, a mí me encanta una mujer mayor con un hombre joven, debería haber tres o cuatro parejas así por metro cuadrado. No es mi objetivo ahora mismo, pero estoy abierta a lo que me pase. Y si me enamoro de un tío de 30, me enamoro. Mi vida es mía, y el día que me muera me voy a morir yo. Entonces, no voy a dejar de hacer nada que quiera. Mi lema es que prefiero pedir perdón a pedir permiso. Yo soy esta y soy libre. Y al que no le guste, que no mire.

En su vídeo de entrevistas ‘A solas’, sus invitados se le confiesan. ¿Qué les da?

Me pasa desde siempre que la gente me cuenta todo. Los amigos y los que no son tanto. La gente me cuenta todo. Se me pone a vomitar sus cosas encima. A veces, auténticas bombas de relojería. Me dicen que es porque sienten que me lo pueden contar porque soy una tía muy leal y muy legal y confían en que de ahí no va a salir. Y eso es lo que hago con mis invitados, provocar que me cuenten lo que me quieran contar sabiendo que detrás hay público. Sin guion y sin corsé. En chándal y ropa de estar por casa.

Su primera invitada, Isabel Díaz Ayuso, no deja indiferente a nadie. ¿Cómo ha reaccionado su audiencia?

Pues mira, en los comentarios, pocos, pero algunos me decían que les gustaba la idea, pero no iban a ver más entregas porque no les gustaba nada Díaz Ayuso. Yo, que contesto a todo el mundo, les respondí que todo el mundo merece una oportunidad. Igual no te gusta la presidenta de la Comunidad de Madrid, pero yo te voy a presentar a la Isabel mujer y, probablemente, te sorprenda.

¿Lo mismo pide usted: una oportunidad?

Sí, ¿por qué no? Si no me conoces, no sabes si te gusto. Lo que pasa es que, probablemente, yo no la doy. No las he dado nunca. Lo que me gusta, me gusta mucho. Y lo que no, no me gusta nada.

'A SOLAS'

Vicky Martín Berrocal (Sevilla, 50 años) saltó a la popularidad por su boda en 1997 con el torero Manuel Díaz, El Cordobés. Hija del ganadero José Luis Martín Berrocal y de Victoria Martín Serrano, tras su divorcio del torero comenzó una existosa carrera como diseñadora de trajes de flamenca y, posteriormente, como autora y musa de la firma Victoria, especializada en vestidos y trajes de mujer, con la que viste a algunas personalidades españolas, entre ellas, a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Habitual de las citas sociales más populares, Martín Berrocal congrega a más de un millón de seguidores en su perfil de Instagram. Después de escribir su libro de testimonio La felicidad ni tiene talla ni tiene edad, ahora estrena el videopodcast A solas, una serie de conversaciones sin filtros con algunos de sus mejores amigos. La primera invitada fue Isabel Díaz Ayuso. 


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