La nueva vida de Delphine de Sajonia-Coburgo, entre el arte y su recién estrenado título de princesa
La hija extramarital del rey emérito Alberto II de Bélgica visita un hospital asediado por la covid y marca su primer acto oficial tras ser reconocida miembro de la casa real
Con la extraña normalidad con la que aquello que parece imposible sucede en Bélgica, la princesa Delphine de Sajonia-Coburgo, hasta hace poco conocida como Delphine Böel, una hija fruto de una dilatada relación extramarital del rey emérito Alberto II, ha hecho esta semana su primera aparición oficial como miembro de pleno derecho de la casa real de los belgas, tras ganar hace mes y medio una larga y desagradable batalla judicial.
Por fin reconocida como hija de quien realmente es, la princesa D...
Con la extraña normalidad con la que aquello que parece imposible sucede en Bélgica, la princesa Delphine de Sajonia-Coburgo, hasta hace poco conocida como Delphine Böel, una hija fruto de una dilatada relación extramarital del rey emérito Alberto II, ha hecho esta semana su primera aparición oficial como miembro de pleno derecho de la casa real de los belgas, tras ganar hace mes y medio una larga y desagradable batalla judicial.
Por fin reconocida como hija de quien realmente es, la princesa Delphine, de 52 años, visitó este martes por iniciativa propia el Hospital Saint Pierre de Bruselas, donde se realizaba una campaña de vacunación masiva del personal médico contra la gripe estacional en un momento de tensión máxima en el que los centros sanitarios se encuentran bajo el asedio de la segunda ola de la covid. “Poder ser útil durante esta crisis me produce mucha satisfacción”, dijo durante el acto, según recogió el diario La Libre. Pero enseguida negó acudir como parte de una agenda de la monarquía de Bélgica y despojó su presencia de toda liturgia real. “Me represento a mí misma. Sigo siendo Delphine igual que antes. El mundo exterior ve algo más, este título, pero yo no”.
La escultora Belga, nacida a finales de los sesenta fruto de la relación entre su madre, la baronesa Sibila de Selys Longchamps, y el rey Alberto, antes de que este accediera al trono, ha dejado de ser Delphine Böel, el apellido del que fuera entonces marido de su madre, para acceder al de la familia cuya filiación reclamaba: Sajonia-Coburgo. Desde que los tribunales le dieron la razón el pasado 1 de octubre, esta mujer casada y madre de dos hijos puede ser tratada con el apelativo de Alteza Real, y sus hijos, Josephine y Oscar, como príncipe y princesa.
Ambos se han ganado también el derecho de usar, además de los títulos que reciben el resto de nietos del anterior monarca, el apellido Sajonia-Coburgo. Josephine será mayor de edad el próximo año y, como ya hacen otros miembros de la realeza europea, ha dado muestras de su interés por las causas solidarias. El pasado 1 de noviembre, su madre publicaba una fotografía en su cuenta de Instagram en la que daba cuenta de que había esperado cinco años para poder donar su larga melena a la asociación Think Pink contra el cáncer de mama. La nueva princesa Josephine tiene un nombre relacionado con la familia real belga. Así se llamaba la ya fallecida hermana de los reyes Alberto II y Balduino I. Y comparte con su madre su amor por los viajes y el arte. Tanto ella como su hermano menor, Oscar, son fruto del matrimonio de la ya princesa Delphine con el estadounidense James O’Hare. Y por el momento se desconoce si alguno de ellos ha tenido ya la ocasión de conocer a alguno de los miembros de la familia real belga.
Lo que sí se sabe, porque lo contó la propia Delphine durante su primera comparecencia tras reconocerle el título de princesa, es que Josephine y Oscar habían “intentado escribir varias veces” al rey Alberto II sin recibir respuesta. En ese momento la que acababa de ser reconocida como su hija dijo que no volvería a pedirles que contactaran con él porque no quería que pudieran llevarse una decepción.
“Me siento más libre y feliz”, dijo la princesa Delphine a principios de octubre, en su primera aparición ante los medios después de que se conociera la sentencia sobre su caso de paternidad. Se cerraba así una angustiosa batalla judicial que arrancó en los tribunales en 2013, con la princesa Delphine reclamando ser reconocida como hija legítima del monarca belga.
La tortuosa historia había comenzado mucho antes, en 1999, cuando se publicaron los detalles de la relación extramatrimonial en una biografía no autorizada de la entonces reina Paola, esposa de Alberto II. El hoy rey emérito, que abdicó en su hijo Felipe de Bélgica, actual monarca, el mismo año de la demanda judicial, negó en todo momento la filiación, hasta que en 2019 fue exhortado por la justicia a realizarse una prueba de ADN o a pagar una multa en caso de negativa. Acorralado por la justicia, se la hizo y los resultados fueron incontestables. Pero su respuesta siguió siendo gélida hacia una hija de la que no quería saber nada. Mientras, Delphine perseveró en su búsqueda para ser reconocida como parte de la familia real.
En octubre finalmente llegó el reconocimiento judicial como miembro de pleno derecho de la casa de Sajonia Coburgo. Y en las últimas semanas se han ido sucediendo, con esa inusitada tranquilidad belga, los gestos de una monarquía que le había dado la espalda. A los ocho días tuvo lugar el primer cara a cara con su hermanastro Felipe, el actual rey, en el palacio de Laeken. “Ha sido un encuentro afectuoso”, publicaron en un comunicado junto a una foto colgada en el perfil de Facebook de la monarquía belga. “Nos ha dado la oportunidad de aprender a conocernos. Hemos hablado de nuestras respectivas vidas y áreas de interés común. Este vínculo se desarrollará aún más dentro del entorno familiar”.
Luego le llegó el turno al rey emérito Alberto. Este le pidió el número de teléfono de su hija recién reconocida a su hijo (el monarca) y la llamó para conocerla personalmente, según publicó el diario Le Soir. El encuentro de la princesa Delphine con su padre biológico y también con la reina Paola, presente por si acaso la impresión era demasiado fuerte en una persona de 86 años, tuvo lugar a finales de octubre en el palacio de Belvedere. La fotografía de la cita, en la que posan de forma hogareña sentados junto a la chimenea en un salón de la residencia privada de los reyes, fue un hito en Bélgica, quizá la metáfora definitiva de una monarquía hereditaria en el líquido y cambiante siglo XXI.
“Es la imagen, o el símbolo, que estábamos esperando desde hace 19 años”, escribió la analista Maryine Dubuisson en el diario Le Soir. “Desde aquel día en que, renunciando al pasado, Alberto le espetó a Delphine por teléfono: ‘¡Tú no eres mi hija!’. Es la imagen, o el símbolo, que podría haber evitado siete años de procesos judiciales”. La fotografía, también difundida a través del Facebook real, transmite una tensa relación, pero relación al fin y al cabo, como la de tantas familias. Y ese primer encuentro se cerró con un sentido comunicado: “Tras las heridas y el sufrimiento, viene el tiempo del perdón, la cura y la reconciliación”.