La mujer que retorció el brazo del todopoderoso asesor de Boris Johnson
Carrie Symonds, la pareja del primer ministro, influyó en la derrota del núcleo duro del Brexit y se la considera una poderosa voz en Downing Street
Los motes pretendidamente insultantes con los que se referían a Carrie Symonds (32 años), la pareja de Boris Johnson (56 años), los principales asesores del primer ministro en sus mensajes de WhatsApp han revelado un nivel de puerilidad descorazonador en la política británica. Dominic Cummings, el ideólogo del Brexit...
Los motes pretendidamente insultantes con los que se referían a Carrie Symonds (32 años), la pareja de Boris Johnson (56 años), los principales asesores del primer ministro en sus mensajes de WhatsApp han revelado un nivel de puerilidad descorazonador en la política británica. Dominic Cummings, el ideólogo del Brexit, y su cohorte utilizaban tres emoticonos, la cabecita de una princesa rubia seguida de dos cacahuetes, para referirse a Princess Nut Nut (la princesita chiflada, porque en inglés el plural nuts, o frutos secos, significa estar loco de atar). O utilizaban para Symonds el seudónimo de Cersei, en alusión a la maquiavélica reina consorte de la serie Juego de Tronos. Una nueva generación de agentes políticos alimentada con emoticonos y literatura fantástica, convencida de que en sus intrigas no es posible dejar enemigo con vida, ha sido derrotada con armas tradicionales: sentido común, capacidad de influencia y habilidad para tejer alianzas.
Hace muchos años que se desterró de la jerga británica el término petticoat politics (política de enaguas), para referirse a la capacidad de influencia en la sombra de las mujeres a la hora de tomar las grandes decisiones. Y aunque algunos comentaristas conservadores no han podido evitar un tufo machista al señalar el nivel de persuasión que Symonds tiene sobre Johnson, impropio según ellos de alguien que no ha pasado por las urnas, muchos diputados de la bancada del Gobierno han respirado aliviados al comprobar cómo ha logrado deshacerse de la que consideraban una influencia tóxica —Cummings, principalmente— sobre el primer ministro.
Es obligatorio conocer a la persona para desterrar la caricatura, pero el pasado de Symonds, a pesar de su juventud, ha dejado un reguero de amigos leales y enemigos viscerales que entran en conflicto a la hora de dibujar su retrato. Y la exageración a la hora de mostrarla como la mano que mece la cuna del primer ministro tiene más que ver con el propio personaje exagerado que es Johnson que con la lógica influencia en el político de quien comparte su vida y su dormitorio. Nadie recuerda que otros cónyuges del principal inquilino de Downing Street, como Mary Wilson, Denis Thatcher, Cherie Bair, Sarah Brown o Philip May, llegaran tan lejos como poner y quitar asesores, pero tampoco existía entonces WhatsApp, y la trayectoria profesional o política de muchos de ellos inclina a pensar que sus opiniones tuvieron relevancia. “Para evitar ser acusado de hacerle la pelota a Johnson, uno debe siempre comenzar por enumerar sus defectos y fallos antes de admitir que también posee virtudes. Algo similar sucede con Carrie Symonds”, señalaba en ConservativeHome, la página web de lectura obligada para los miembros del Partido Conservador, el periodista Andrew Gimson.
Symonds, nacida en Londres, es licenciada en Historia del Arte y Literatura Dramática por la Universidad de Warwick. Hija y nieta de periodistas políticos que, como ella, decidieron vivir una vida juntos sin necesidad de casarse, inició en 2010 una carrera ascendente en el área de comunicación del Partido Conservador, donde llegó a ocupar un puesto directivo relevante. Fue durante la campaña del referéndum del Brexit cuando conoció a Johnson, pero para entonces ya tenía una clara idea de las distintas almas que pueblan esa formación política. Quizá el mayor error de Cummings y sus aliados, que comenzaron por referirse a ella como bimbo (un pibón, en inglés) para acabar llamándola Lady Macbeth, fue no darse cuenta de que a diferencia de ellos, que despreciaron en todo momento las necesarias buenas relaciones con el grupo parlamentario conservador o con los altos funcionarios que pueblan los departamentos gubernamentales, Symonds entendió que en política es tan importante tener razón como alguien que te la dé.
Ferviente defensora de la lucha contra el cambio climático o el maltrato animal, apenas se le conocen intervenciones públicas desde que se mudó a Downing Street con Johnson, después de que el primer ministro pusiera fin a un cuarto de siglo de matrimonio con la abogada Marina Wheeler. “La caza de trofeos se presenta como un premio a la destreza, pero es todo lo contrario. Es cruel, es enfermizo, es cobarde y nunca entenderé los motivos que tiene detrás”, decía en una conferencia organizada en 2019 contra la caza. Resulta por eso sospechosamente extraño que el diario tabloide Daily Mail iniciara una campaña en su contra en la que llegó a afirmar que Symonds había interrumpido a Johnson en una delicada reunión para abordar la crisis del coronavirus para que atendiera sus quejas. Los medios la acusaban de querer deshacerse del perrito de cruce con raza Jack Russell que la pareja había adoptado y acogido con ellos en Downing Street. Y ella quería que el primer ministro usara su influencia para detener las críticas. “Vaya cantidad de basura. Nunca ha habido un perro más feliz, sano y querido que Dilyn”, respondió Symonds en Twitter.
En apenas un año, la mujer más enigmática en la política reciente del Reino Unido tuvo un hijo (Wilfred) y esperó aterrada a que su pareja saliera de la UCI, donde ingresó víctima de la covid-19. Con la frivolidad habitual de algunos medios, se le atribuyó que Johnson hubiera mejorado su vestuario, perdiera algunos kilos y, en ocasiones, hasta se peinara. Su mayor logro durante ese tiempo fue, según se ha sabido ahora, alertar al primer ministro de la fauna peligrosa de la que se había rodeado.