Vanesa Lorenzo: “Mis hijas me han robado el plano”
La icónica supermodelo y diseñadora, pareja del futbolista Carles Puyol, presenta un libro donde recomienda la práctica del yoga y la disciplina positiva para educar a los niños. A ella le funciona, dice
Entra al hotelazo donde hemos quedado y la reconozco porque la estoy esperando. Con mascarilla de las de pato —aunque tanto ella como su pareja, el futbolista Carles Puyol, y sus dos niñas, han pasado el virus de forma leve—, abrigo negro y deportivas blancas, la supermodelo Vanesa Lorenzo parece una de tantas rubias de ojos azules que pululaban por el Madrid noble antes del confinamiento. Ahora, en cuanto se la quita y sonríe, te tumba a golpe de pomulazos altos, bocaza roja y dientes blanquísimos. Que la cámara la ama no es noticia. Sorprende más su voz, personalísima, y la ausencia de las í...
Entra al hotelazo donde hemos quedado y la reconozco porque la estoy esperando. Con mascarilla de las de pato —aunque tanto ella como su pareja, el futbolista Carles Puyol, y sus dos niñas, han pasado el virus de forma leve—, abrigo negro y deportivas blancas, la supermodelo Vanesa Lorenzo parece una de tantas rubias de ojos azules que pululaban por el Madrid noble antes del confinamiento. Ahora, en cuanto se la quita y sonríe, te tumba a golpe de pomulazos altos, bocaza roja y dientes blanquísimos. Que la cámara la ama no es noticia. Sorprende más su voz, personalísima, y la ausencia de las ínfulas que una espera de alguien de su gremio y currículo. O igual son mis prejuicios.
¿Le duele la cara de ser tan guapa?
No, me tengo muy vista. Nunca he tenido otra. Cada día te ves de un color, y no siempre es rosa.
¿La belleza ha sido su pasaporte?
Digamos que ayuda a moverte por el mundo, pero en el corto plazo. Más que un pasaporte, sería como un visado, que sirve para entrar en sitios. Pero los visados caducan y para renovarlos hay que acreditar más cosas.
¿Blasfema cuando se ve una arruga nueva en el espejo?
Lo primero que digo es ‘jo, qué pena’. No voy a mentir: me cuesta aceptar envejecer. Cuando empezaron a salirme me molestaba más. Ahora, cada vez menos. Quiero aprender a aceptar la vejez, porque vendrá. Y en eso me ha ayudado el yoga, porque me hace sentir fuerte física y mentalmente, en paz, y me ayuda a enfrentarme a las cosas en un estado de calma. Si no, esto te crea ansiedad.
¿Qué necesidad tiene de escribir un libro sobre educación de los hijos?
La necesidad de hallar una respuesta a mis preguntas como madre. Cuando tuve a mis hijas me embargó un sentimiento de responsabilidad que yo nunca había tenido. Siempre he sido muy responsable, pero nunca nadie había dependido de mí de esta forma. Creo que la educación de los hijos es el acto de generosidad más grande, por naturaleza, y porque no te queda otra.
¿Ha notado el paso de ser usted a ser la mamá de sus hijas en el colegio?
Absolutamente. Hay un antes y un después brutal. Mis hijas me han robado el plano. Y con gusto. Porque, por otra parte, es un alivio pasar a segundo plano.
Usted también fue una niña modelo, en el sentido literal de la expresión. ¿Ha llorado mucho?
Muchísimo. Y mi madre también. Juntas y por separado. Más por separado, porque ella delante de mí lo evitaba. Yo estaba protegida por mis agentes, pero en París, a las siete de la tarde, se acababa el trabajo y te quedabas en el hotel más sola que la una. Mi madre me decía que qué necesidad tenía, que volviera a casa y estudiara, pero empecé a ganar dinero y me apasionaba esto. Me dieron un voto de confianza.
¿Ha sido ambiciosa profesionalmente?
Sí, pero quizá no lo suficiente. Por miedo, por inseguridades, porque muchas veces necesitaba parar y recogerme. De ahí, entre otras cosas, mi pasión por el yoga.
¿Inseguridades? ¿Con su planta?
Muchas. Imagino que como cualquier otra persona. Estar en entornos que no controlas, con gente que no conoces, haber dejado de estudiar y sentir que no dominabas ningún tema a fondo... Y luego el hecho de estar todo el día trabajando con tu físico te hace pensar que es lo único que puedes ofrecer y compartir. Tú misma puedes tener los mismos prejuicios que el resto.
DESENFOCADA
Miope y astigmática, Vanesa Lorenzo (Barcelona, 43 años) ve el mundo según le conviene, con perfiles duros o amables, poniéndose o quitándose las gafas. Modelo desde los 13 años, Lorenzo es una de las profesionales españolas más conocidas y reconocidas en el mundo de la moda y la publicidad, donde ha trabajado con todos los grandes fotógrafos y marcas. Retirada de la primera línea de la industria, desde hace tiempo se dedica a su empresa de diseño, carrera que estudió "tarde, pero segura", y a la crianza de sus dos hijas con su pareja, el futbolista Carles Puyol. Ahora, presenta 'Crecer juntos' (Planeta), un libro donde canta las alabanzas del yoga y la disciplina positiva para educar a los niños. A ella le funciona con sus pequeñas, dice. Veremos cuando crezcan.
Dice que lo mejor es permanecer zen ante las rabietas de sus niñas. ¿Cuenta hasta 10 para no dar un grito?
Ojalá. Les sigo pegando gritos. Pero, ahora, si pego un grito les pido perdón. El perdón no te quita autoridad. El método de la disciplina positiva no es de laxitud y de todo vale. Pedir perdón y mostrarles a tus hijos que tú también te equivocas, que no pasa nada y que lo importante es rectificar, lo que hace es promover la empatía, no quitarte autoridad. Hace que tu hijo sea mucho más crítico, pero es que yo creo que eso lo van a necesitar en su futuro.
Ya me contará cuando crezcan.
Bueno, yo aún estoy en ese periodo de niñas, niñas. Pero la disciplina positiva es un método que funciona bien también con adultos, en las relaciones laborales, de equipos y hasta en las de pareja.
Leí que a Puyol y a usted les presentó un amigo y que, de primeras, ni usted quería quedar con un futbolista ni él con una modelo.
Sí. Eso fue tremendo. Yo decía: es que con un futbolista no tengo nada que ver. Me interesan otras cosas. Veía otras parejas de futbolistas y pensaba: yo tengo muchos intereses en la vida como para estar solo en el hogar esperando a que una persona venga de jugar al fútbol. Me comí mis prejuicios.
¿Y qué prejuicios cree que tenía él, y la gente, de las modelos?
Pues que no hay nada debajo de la carcasa. Y es entendible. Es lo que se ve. Unos desarrollamos unas cosas, tú tu expresión escrita y yo, mi expresión corporal, para dar un buen servicio a quien te emplea. Claro que soy la de las fotos, pero no solo la de las fotos.
¿Cómo se llevan dos egos como los suyos en la misma casa?
Tenemos mucha personalidad y a veces chocamos. Somos personas que nos gusta que se nos tome en cuenta. Pero, por otro lado, tenemos cosas muy similares. Por las profesiones, hemos tenido que estar muy solos mucho tiempo, convivir con la soledad, y eso nos lo respetamos mucho. Respetar los espacios y las necesidades de cada uno, que no son las de pareja.
¿Se dan respiros uno de otro?
Con temas de amistades y demás, sí, nos respetamos mucho. También porque nos conocimos más mayores. Sé que en ningún caso nos vamos a decir que no queremos que el otro haga o deje de hacer algo. Cosas que a mí me habían sucedido en relaciones anteriores. Cuando eres mayor dices, a mí no me viene nadie a decir lo que tengo o no que hacer. O te vas aceptando, y vamos adaptándonos y conviviendo, o nada.
O sea que se conocieron en el momento oportuno de sus vidas.
Sí, además yo no tenía una llamada de la maternidad latente. Tenía la presión social, de decir, ostras tengo 36 años y no soy madre, pero, no una urgencia. Al conocernos, de repente, tuvo sentido un proyecto familiar.
Lo de proyecto familiar siempre me suena a pyme.
Jaja. Te voy a decir una cosa: la pareja te puede fallar, pero la persona, no. Y yo creo firmemente que Carles no me va a fallar aunque la pareja nos fallara. El padre de tus hijos ha de ser aquel que nunca te tiene que fallar.
Ricos, guapos, famosos, felices, ¿Hay sombras en el paraíso?
Es que al final nuestras vidas son muy aburridas. A ver, hay momentos de mucho glamour. Viajes, actos, eventos a los que tenemos el privilegio de poder ir y que son una maravilla. Pero nuestro día a día es parecido a cualquiera que quiera encargarse de sus hijos, porque los niños te obligan a tener rutinas. Hay que llevarlos al colegio, recogerlos, jugar, educarlos, hay que estar con ellos.
Hay quien no puede o quiere y delega ese cuidado.
Ya, pero este proyecto lo quiero hacer yo. Mi trabajo se ha visto muy perjudicado, claro, pero hablo desde el privilegio de poder tomar la decisión de renunciar. Al final, hacemos lo que podemos y, si tienes que trabajar un montón de horas, pues lo haces y no por ello eres mejor ni peor madre.
¿Y si le salen modelos? Sus niñas, digo.
Pues que lo sean. Pero, visto cómo es ahora esta profesión, les diría que tienen que estudiar sí o sí. Que siempre tengan un plan b.
Se ha convertido usted en su madre.
[Se ruboriza] Bueno, pero estudié a los 30 y me gradué a los 33. Pero sí, es verdad. Tendría que haberle hecho caso. Ir a la universidad a los 30... era la abuela de todos y tenía que mandarles callar para enterarme yo de algo.