La pasarela neoyorquina debate sobre cómo de silencioso debería ser el lujo

Michael Kors, Area, Fforme o Ulla Johnson: la semana de la moda de Nueva York avanza con propuestas que oscilan entre el brillo más deslumbrante y el elogio del detalle que solo se aprecia de cerca. Una elección retórica, porque ambas alternativas conviven dando su forma al sector.

Irina Shayk desfilando para Michael Kors Collection, primavera-verano 2024, en el parque Domino, frente al 'skyline' de Manhattan, la mañana del lunes 11 de septiembre de 2023.Gilbert Flores (WWD via Getty Images)

¿Qué necesita el mercado del lujo hoy? Según cantaba la banda sonora del desfile de Michael Kors (en la voz de Burt Bacharach, What the World Needs Now Is Love), el mundo necesita mucho amor; y, según las propuestas que expuso sobre la pasarela, el lujo necesita recuperar el optimismo a base de evasión. En un panorama global incierto, con grandes economías al filo de la recesión, la semana de la moda de Nueva York avanza elucubr...

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¿Qué necesita el mercado del lujo hoy? Según cantaba la banda sonora del desfile de Michael Kors (en la voz de Burt Bacharach, What the World Needs Now Is Love), el mundo necesita mucho amor; y, según las propuestas que expuso sobre la pasarela, el lujo necesita recuperar el optimismo a base de evasión. En un panorama global incierto, con grandes economías al filo de la recesión, la semana de la moda de Nueva York avanza elucubrando diferentes respuestas para la demanda de lujo. ¿Este debería ser silencioso como se ha vociferado tanto en las últimas temporadas? Y, si es así, ¿cómo de silencioso? ¿Se le permite decir algo, aunque sea en voz baja?

La réplica de Area a la pregunta no es sigilosa, todo lo contrario. Jugando con las ideas preconcebidas sobre la moda como símbolo de estatus, su director creativo, Piotrek Panszczyk, presentaba una colección ingeniosa y original en la que subvertía el valor de elementos como las pieles o los huesos. “Materiales que originalmente se usaban para la supervivencia, pero que a lo largo de las generaciones se han transformado en sinónimo de aristocracia y riqueza”, explicaba. Su desfile, en un antiguo banco de Williamsburg, abría con lo que parecía un imponente abrigo largo de visón, solo que observado de cerca era en realidad un trampantojo, realizado en tejido vaquero impreso digitalmente. “Hemos tratado de derribar esas nociones y redefinir estos símbolos explorando materiales alternativos”, añadía Panszczyk en la nota de prensa. Vestidos de fiesta anudados con huesos de cerámica, trajes de chaqueta que parecían arañados por falanges humanas bañadas en oro o abrigos aburguesados, pero rematados con pelo artificial en colores flúor.

Jason Wu buscaba belleza en la naturaleza y en la imperfección. Su desfile se celebró junto al jardín Sunken del escultor Isamu Noguchi, en Nueva York.WWD (WWD via Getty Images)

Por su parte, Jason Wu quiso seguir indagando en su idea de la belleza, que esta vez no recurre a la simetría o a la perfección. Para él, el valor de sus prendas está en los detalles y en cómo hacen sentir. En pleno distrito financiero de Manhattan, bajo un rascacielos de los años cincuenta y en torno al jardín Sunken, obra del japonés Isamu Noguchi, el diseñador contrapuso sus prendas delicadas al acero y al hormigón. Tejidos fluidos o superposiciones compuestas para favorecer el movimiento y una trama final de pases en azul pastel, uno de los tonos más destacados durante estos primeros días de pasarela neoyorquina.

El desfile de Michael Kors, que replicó los vestidos de croché con los que Jane Birkin paseaba por la Costa Azul en los setenta, tuvo como escenario el puente de Williamsburg.ED JONES (AFP via Getty Images)

Un diseñador que sabe mucho sobre cómo condensar la relajada idea norteamericana de lujo, empaquetarla y distribuirla por todo el mundo, es Michael Kors. Con su colección de pasarela, Michael Kors Collection, ha querido rescatar piezas dosmileras, como aquel cinturón de eslabones que se colocaba sobre las caderas, las sandalias de gladiador o los vestidos de gasa drapeados que dominaban las alfombras rojas. Clásicos de esa primera década del siglo cuya estética se viraliza hoy en TikTok, combinados con las siempre efectivas lentejuelas, con minivestidos de corte años sesenta o con prendas de encaje inspiradas en las de croché con los que Jane Birkin se paseaba durante los setenta. Su hilo conductor eran las vacaciones y la ubicación, el parque Domino en Brooklyn utilizaba como fotogénico escenario todo el skyline de Manhattan y el puente de Williamsburg. Una localización que colapsó ante la llegada de una tropa de celebridades con las agendas vacías por las huelgas en Hollywood: Blake Lively, Halle Berry, Olivia Wilde, Vanessa Hudgens, Ariana DeBose, Kaitlyn Dever, Rita Ora, Ellen Pompeo… Sobre la pasarela también grandes nombres, muchos de los que triunfaban a principios de los dosmiles (Natasha Poly, Mariacarla Boscono o Magdalena Frackowiak), junto a otros que encarnan el signo de los tiempos actuales (Paloma Elsesser, Ashley Graham, Nora Attal o Emily Ratajkowski).

Unas horas después, Kors volvía a reunir a la prensa, esta vez al otro lado del río, en la sede de las Naciones Unidas para celebrar el décimo aniversario de su colaboración con el Programa Mundial de Alimentos. “Cuando empezamos nos preguntamos cómo haríamos para hablar de hambre, porque somos una compañía de moda”, contaba el creativo junto a la actriz Halle Berry, que acudía a apoyar la causa como ya hizo en su lanzamiento, en 2013. “Sabemos que nuestros clientes y nuestros seguidores se preocupan. Sinceramente, vienen a nosotros buscando un empujón a su confianza o soluciones”, añadía, haciendo hincapié en los seguidores, porque este año su alianza con la agencia de la ONU se traducirá en una camiseta solidaria que estará a la venta por 40 dólares (unos 38 euros). Era uno de los muchos eventos que colapsan la ciudad estos días. Otra concurrida reunión tenía lugar un día antes, cuando Tommy Hilfiger, que no desfila en esta edición, organizó un brunch que terminó en fiesta desenfrenada a las tres de la tarde junto a su embajadora, la cantante Sza.

Fforme ha debutado con un desfile en el centro de artes DiMenna de Nueva York, con una colección en la que importan las formas y la armonía.Photo: Montag - Schiavello - Viero / Gorunway.com

En el extremo ideológico de Kors se encuentra una enseña recién llegada, Fforme, que en su primer desfile (hace un año se presentó en showrooom) sentaba las bases de lo que quiere aspirar a ser. Era el nombre más repetido entre los corrillos de la prensa y su director creativo, Paul Helbers, cubría expectativas con su apuesta por las líneas sencillas y la calidad suprema que aspira a recuperar la perfección del corte. Helbers sabe lo que se hace, antes de montar su compañía trabajó para otras como Margiela y llegó a ser director de diseño de la colección masculina de Louis Vuitton. Precisamente las técnicas de sastrería están muy presentes en su colección, pero que nadie espere robustos trajes, porque aquí todo tiene una apariencia de ligereza y armonía. Como las chaquetas que escondían unas precisas puntadas para simular la arruga generada por el movimiento del codo. O una túnica negra híbrida que, con cremalleras, se transformaba en vestido. El efecto del viento sobre los tejidos y las sensaciones provocadas por la música eran el hilo argumental de estas propuestas que vieron la luz en el centro de conciertos DiMenna y al ritmo de las inquietantes melodías de la percusionista Lesley Mok. Un lujo minimalista, pero no necesariamente silencioso, porque nadie dijo que ambas tendencias debían ir siempre de la mano.

Varios diseños estampados por la artista Sarah Hughes en el 'backstage' de Ulla Johnson, en la mañana del domingo 10 de septiembre.WWD (WWD via Getty Images)

El arte también inspiraba a Ulla Johnson en su última colección. En su caso, no solo fijaba la mirada en las artes mayores, sino también en el trabajo artesano. Esa artesanía que el lujo ahora reivindica como reclamo ante un público cada vez más exigente, pero que fue considerada arte menor desde que el mundo occidental catalogó las disciplinas artísticas, dejando fuera del canon a una técnica mayoritariamente practicadas por personas de color y, sobre todo, mujeres. Además de piezas engarzadas por artesanas de Kenia (con las que la marca trabaja desde hace años), Johnson se aliaba en esta ocasión con la pintora de Brooklyn Sarah Hughes. La artista sirvió la paleta de la colección, con tonos tierra y todo el abanico de los colores submarinos (de azules a corales), y estampó varias prendas con algunas de sus obras. Alternativas coloridas con vocación atemporal, porque no solo el beige puede ser fondo de armario.

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