Oporto saca las uñas por la moda portuguesa
En su 51ª edición, Portugal Fashion, la semana del ‘prêt-à-porter’ de la ciudad lusa, hace alarde de conexión industrial y creativa, al tiempo que exhibe músculo internacional ante la burocracia política que amenaza su continuidad
No hay huella especialmente visible de gentrificación en los alrededores de la Praça da Corujeira de Oporto, no todavía, pero la moda ya la ha alcanzado de pleno. La mañana del pasado jueves, una peculiar comitiva integrada por representantes de instituciones del prêt-à-porter (la feria parisina Tranoi), compradores de mecas multimarca (las italianas 10 Corso Como y Antonioli, por ejemplo) y periodistas internacionales se acercaba hasta el lugar, en la histórica barriada de Campanhã, ...
No hay huella especialmente visible de gentrificación en los alrededores de la Praça da Corujeira de Oporto, no todavía, pero la moda ya la ha alcanzado de pleno. La mañana del pasado jueves, una peculiar comitiva integrada por representantes de instituciones del prêt-à-porter (la feria parisina Tranoi), compradores de mecas multimarca (las italianas 10 Corso Como y Antonioli, por ejemplo) y periodistas internacionales se acercaba hasta el lugar, en la histórica barriada de Campanhã, al este de la ciudad, para conocer de la mano de la plataforma Portugal Fashion el nuevo cuartel general de Ernest W. Baker, la firma que ha demostrado que, amén de proverbiales productores, nuestros vecinos también van sobrados de talento para la creación indumentaria. Que se lo pregunten al cantante Harry Styles. O a Pharrell Williams. O a Justin Bieber. O a The Weeknd.
“Hay un cambio de mentalidad con respecto al país en términos de moda. Y si nosotros hemos logrado abrir este mercado, otras marcas pueden beneficiarse de la circunstancia”, constatan Inês Amorim y Reid Baker. La pareja luso-estadounidense atribuye mucho de su éxito a la excelencia del made in Portugal, por eso mudarse de la más al norte Viana do Castelo (localidad natal de Amorim, donde comenzaron a operar en 2018 con un pequeño atelier) a Oporto, en cuyo cinturón industrial se localiza el grueso de la producción textil lusitana, era crucial en vista de la escalada de una marca requerida por las mejores tiendas de medio mundo. En su flamante ubicación, una antigua quinta en la que han invertido dos años de reformas, se concentran ahora taller, showroom, archivo, almacén y estudio, espacio perfecto para presentar la colección primavera/verano 2023 en su habitual formato estático, ya que Ernest W. Baker nunca desfila. Las ya reconocibles señas de identidad siguen ahí, el dandismo de deje punk, la irreverencia sartorial, la elegancia invocada desde el pasado para trasformar el presente y hasta el futuro, pero esta vez “interpretadas con la mirada inocente de un niño”, explica Amorim, que señala los trajes de chaqueta con pantalón corto, los petos y los conjuntos de cuadros vichy rosa, e informa de la “vuelta de tuerca estilo abuela” (el nombre de la firma es un homenaje al abuelo Baker, mad man pionero de la moderna publicidad en el Detroit de los años cincuenta y gurú estético) que destilan las piezas de punto tejidas a mano por tres venerables vecinas.
La idea de Amorim y Baker es convertir la apacible zona, con sus edificios bajos de arquitectura racionalista y art déco, en una suerte de distrito de la moda portuguesa, por lo que estarían tratando de convencer a algunos colegas para que se trasladen allí. Marques’Almeida podrían ser los siguientes. Marta Marques y Paulo Almeida, otra fructífera dupla creativo-sentimental local, también se han mudado a Oporto, aunque desde Londres, donde han desarrollado urbi et orbe la enseña que fundaron en 2009. Primeros espadas del diseño de su país con alcance global (más de un centenar de puntos de venta), tienen a la Federación de la Moda francesa y a la Cámara de la Moda italiana intentando agenciárselos para sus respectivos calendarios de desfiles, tras el acuse de salida de la semana del prêt-à-porter británico.
De momento, han querido volver a presentar colección en su ciudad, de nuevo al amparo de la Portugal Fashion. Fue la tarde-noche del viernes, en un aparcamiento brutalista de planta circular, haciendo una vez más alarde de diversidad e inclusión merced a uno de esos repartos mezcla de modelos y amigos de la casa (niños y bebés incluidos), y de eclecticismo sin prejuicios, que pulsa todas las teclas revolviendo siluetas, tejidos, tonos y estampados. Hallazgos de temporada: el minisujetador cónico de piel, a lucir sobre camisas formales sobretalladas, monos de punto o vestidos de red, y los vaqueros al ácido con volumen y lazada a la cintura de efecto costura.
La decisión de Marques’Almeida de regresar a la semana de la moda de Oporto envía, para el caso, un sonado aviso a navegantes: el compromiso de apoyar la industria y artesanía locales y de respaldar la labor de la plataforma que les ha ayudado en su posicionamiento internacional. La posibilidad de que Portugal Fashion se quede sin una próxima edición por primera vez en sus 25 años de historia ha rondado inquietante esta última convocatoria, la 51ª, celebrada entre el miércoles y el sábado de la semana pasada a costa de un esfuerzo titánico. El cierre del grifo institucional pone en riesgo su continuidad. “El problema es la transición de los marcos de ayuda comunitarios. Estamos hablando con el Gobierno desde principios de año, pero, aparte del refuerzo económico que recibimos para organizar los desfiles de marzo, apenas hemos tenido respuesta. Y un mes antes de esta edición nos dijeron que no contáramos con la financiación”, explica la directora de la plataforma, Mónica Neto.
Iniciativa de la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE) con sede en Oporto, Portugal Fashion ha velado por los intereses del negocio de la moda portugués desde 1999, empeñada en establecer vínculos reales entre industria y diseño —o empresarios y creadores— primero, e internacionalizar sus marcas después. A ese fin, el proyecto ha recibido 3,5 millones de euros procedentes del Fondo Europeo de Desarrollo Regional para realizar distintas acciones promocionales durante los últimos años. “Teníamos el respaldo del Programa Operativo para la Competitividad e Internacionalización Compete 2020 y ahora que ha concluido se abre un nuevo concurso de solicitudes para 2030. El plazo para presentar las candidaturas termina a finales de año, pero no hay garantías de que la nuestra sea aprobada”, continúa Neto.
ANJE conseguía al fin hablar con el actual ministro de Economía, António Costa Silva, justo ese jueves. El cambio del Ejecutivo luso en enero parece que también ha tenido que ver con el cambio de sensibilidades políticas respecto a su moda. “Lo importante es que el Gobierno entienda que este sector está sujeto a calendarios profesionales internacionales, y que la burocracia no es buena en un sector tan competitivo como el de la moda. Es preciso respetar los tiempos o se va a cuestionar el trabajo de nuestros diseñadores fuera”, recalca la directora de Portugal Fashion. En menos de un mes, debería presentar sus propuestas de participación en las semanas de la moda francesa e italiana, pero sin saber aún a qué atenerse económicamente va a resultar complicado.
Con todo, Portugal Fashion se resiste a tirar la toalla. Para llamar la atención de los políticos planea sumar presencias de marcas y diseñadores foráneos a su programación, teniendo en cuenta esos 8.000 millones de facturación anuales de la industria textil y de la confección lusa, en su mayoría derivados de firmas extranjeras (Celine, Balenciaga, Prada, Dolce & Gabbana…) que eligen Portugal para producir en proximidad y con garantía de calidad. La española Ágatha Ruiz de la Prada ha sido la primera invitada, con un show en el Mosteiro de São Bento que replicó el de la colección de la próxima primavera/verano para las fuerzas vivas locales. La deslocalización de los desfiles, antes concentrados en la monumental Alfândega del puerto junto al Duero y ahora repartidos por toda la ciudad, es otra baza que añade atractivo turístico al evento. Katty Xiomara escenificó su distopía marcial de tules y encajes en la explanada del Museu de Historia Natural e Ciéncia; Maria Gambina paseó chandalera en los jardines del Passeio dos Clérigos, con la torre barroca de la iglesia del que toma nombre al fondo; Susana Bettencourt y Davii pusieron el punto y los volúmenes, respectivamente, con conciencia corporal en el Palacio da Bolsa; y Alexandra Moura, otro valor seguro de la creación de moda del país, salió de rave por el recién remozado Mercado do Bolhão. Ni siquiera la lluvia vespertina logró desanimar la última jornada, en los jardines del Museu Nacional Soares dos Reis, donde desfilaron los vestidos de invitada de boda robaplanos de Diogo Miranda, las juventudes Y2K del riojano Huarte (director creativo del gigante vaquero portugués Salsa) y la inesperada contemporaneidad, con sus siluetas oversize armadas de hombros y todo, de las veteranas superestrellas Alves/Gonçalves.
Junto a ellos, compartiendo los mismos escenarios públicos llamados a generar una dinámica interactiva con la ciudad, se vieron también las propuestas de la decena de diseñadores africanos elegidos por Canex, el programa de colaboración entre Portugal Fashion y la entidad financiera de importación-exportación Afreximbank para promover el diseño emergente del África subsahariana en Europa, que ya va por su tercera convocatoria. Masa Mara, la firma de Eli Amza Gold, ruandés establecido en Ciudad de Cabo; el sudafricano David Tlale, el ghanés Larry Jay o el nigeriano Adebayo Okey-Lawal, de fama Orange Culture (finalista del LVMH Prize), no solo unen los puntos entre tradición cultural y modernidad urbana, también atestiguan que el futuro de la moda ni es en absoluto blanco ni se sigue ensayando en sus viejas capitales occidentales. O al menos ya no solo.