La semana de la moda masculina de París apuesta por el cambio tranquilo
En las nuevas colecciones de primavera/verano de 2023 para hombre se aplican con sosiego las enseñanzas de unos años turbulentos en el sector. Lo técnico gana posiciones y el lujo apuesta por la funcionalidad
En la última década la moda masculina ha vivido varios seísmos. Primero, la revolución del género, es decir, la introducción y asimilación de elementos procedentes del armario femenino (de las faldas al encaje). Después, la irrupción del streetwear, que ha normalizado fenómenos como las zapatillas, la ropa deportiva y la inspiración urbana. A su vez, la preocupación creciente por el cambio climático ha introducido un interés renovado por la tecnología y la sostenibilidad. En la semana de la moda para hombre de París, donde del 21 al 26 de junio se han presentado las colecciones de prima...
En la última década la moda masculina ha vivido varios seísmos. Primero, la revolución del género, es decir, la introducción y asimilación de elementos procedentes del armario femenino (de las faldas al encaje). Después, la irrupción del streetwear, que ha normalizado fenómenos como las zapatillas, la ropa deportiva y la inspiración urbana. A su vez, la preocupación creciente por el cambio climático ha introducido un interés renovado por la tecnología y la sostenibilidad. En la semana de la moda para hombre de París, donde del 21 al 26 de junio se han presentado las colecciones de primavera/verano de 2023, no ha habido giros inesperados, sino la constatación de que, al menos hasta que llegue el próximo giro copernicano —y en un contexto de turbulencias políticas y económicas—, las firmas de lujo han sabido integrar estas revoluciones en una nueva normalidad indumentaria.
No faltan, en todo caso, las muestras de ingenio. En Loewe, Jonathan Anderson ha incorporado dos insólitas tecnologías a su colección. Por un lado, plantas cultivadas directamente en las prendas y los tejidos gracias a la técnica desarrollada por la española Paula Ulargui Escalona. Las plantas que se vieron sobre la pasarela este sábado fueron cuidadosamente cultivadas durante los 20 días previos al desfile. Además, algunas prendas incluían pantallas que reproducían imágenes de la naturaleza procedentes de bancos de imágenes. “Me interesa hacer converger la naturaleza y la tecnología”, explicaba Anderson momentos después del desfile. “El objetivo es encontrar modos de experimentar con la moda y hacerla avanzar”.
El diseñador norirlandés se ha inspirado en el espíritu interdisciplinar de Whole Earth Catalogue (1968-1972), un proyecto editorial fundamental en la contracultura estadounidense y una referencia imprescindible en el desarrollo de la conciencia ecológica que, décadas antes de la aparición de internet, pretendía proporcionar acceso libre a información de todo tipo. “La moda debería hablar de estos temas de un modo constructivo, tratando de encontrar lo nuevo”, añadía Anderson. Las propuestas, que parten del armario básico y se transforman de diversos modos —inflándose, arrugándose o envejeciéndose con un tratamiento de ozono— son, al mismo tiempo, fieles al legado reciente de la casa. Tal y como señala Anderson, muchas están confeccionadas con piel, el material más emblemático de la firma de lujo de origen español.
La conciliación de opuestos también está presente en Louis Vuitton tras el fallecimiento el pasado noviembre de Virgil Abloh, director creativo de su línea masculina. La colección de la próxima primavera lleva la firma del equipo de diseño que trabajó con el estadounidense. En un decorado que evocaba el mundo de los juegos infantiles, el jueves desfilaron prendas y complementos de colores brillantes y motivos inspirados en el arte urbano, el cómic o los vídeos musicales de los años ochenta. Sus diseños, sin embargo, se encuentran en las antípodas del consumo desechable. Están elaborados con sofisticadísimas técnicas de estampación, bordado artesanal, ganchillo, modelado en cuero o cuentas cosidas a mano. A su vez, sus motivos florales evocan los orígenes de la casa francesa, en un equilibrio que no excluye tejidos reciclados o nuevas interpretaciones de los bolsos más célebres de Louis Vuitton.
En Dior Men el colorido viene dado por la figura de Duncan Grant, artista del grupo de Bloomsbury. El diseñador Kim Jones ha establecido un vínculo entre la casa de Christian Dior en Granville (Normandía, Francia) y la casa que Grant y la artista Vanessa Bell decoraron en Charleston (Sussex, Renino Unido) a través de la pasión por la jardinería. De hecho, algunas de las piezas más rupturistas de la colección presentada el viernes son sombreros de jardinero creados con impresión 3D. El colorido postimpresionista de la obra de Grant se traslada a propuestas que interpretan los clásicos de la firma —desde la chaqueta Bar que Christian Dior creó en 1947 hasta diseños de la etapa liderada por John Galliano—, a asombrosas prendas de punto bordadas a mano y a gasas y velos semitransparentes que aportan aires oníricos y delicados a trajes y chaquetas. La sastrería vuelve a protagonizar los diseños más relevantes, consolidando también los hallazgos de Jones desde su llegada a la marca francesa. Por ejemplo, sus chaquetas con solapas dobles que se prolongan en forma de mangas en trampantojo.
No es el único ejercicio de optimismo. Véronique Nichanian, que lleva más de tres décadas diseñando las colecciones de moda masculina de Hermès, ha creado una colección luminosa de ecos vacacionales. Hay estampados gráficos con formas de animales, lujosas sandalias de piel y neopreno y trajes cuyo tejido superior, troquelado con motivos botánicos, deja ver el tejido subyacente en contraste. Los materiales (ante, satén técnico, popelín, lona, cachemir o lino) se traducen en cortes prácticos y artesanía de altos vuelos. La incorporación de la ropa técnica al repertorio del lujo ha elevado los estándares de exigencia.
Por su parte, Craig Green, célebre por sus prendas que incorporan correas, piezas ocultas y elementos transformables inspirados en el paracaidismo, los uniformes militares o las tiendas de campaña, ha presentado una colección concentrada y delicada, de aspiraciones casi místicas: tonos lisos, colores luminosos y prendas complejas pero más realistas que en anteriores ocasiones.
Si en buena parte de su trayectoria Dries Van Noten ha celebrado la belleza de la naturaleza y la jardinería, para el próximo verano pone la vista en otros espacios de liberación: las subculturas y la música. Entre la elegancia subversiva de los años treinta y la exaltación de la escena electrónica de los ochenta y los noventa, el diseñador belga vuelve a demostrar su talento para proponer colores, estampados y motivos capaces de definir una temporada.
También subversivo resulta el edén que evoca la diseñadora francesa Marine Serre, que celebró el sexto aniversario de su marca con un desfile mixto el sábado en unas pistas de atletismo de París para rendir homenaje a los campeones de las causas que defiende: la sostenibilidad —gran parte de sus tejidos proceden de sobrantes de almacén—, la diversidad y la exaltación de la identidad. Sus tejidos de toalla en relieve, su estampado de monograma y sus prendas deportivas confirman la vigencia de la estética Y2K, que celebra la moda juvenil de principios del siglo XXI. Del mismo modo, la casa de origen coreano Wooyoungmi ha conmemorado dos décadas de desfiles en la capital francesa con una colección que ensalza su imaginario pulcro, geométrico, colorista y urbano.