¿Amor o codependencia? Cómo identificar una relación que se sustenta en la supervivencia emocional
No saber estar solo predispone a algunas personas a emparejarse con otras con rasgos narcisistas, lo que da pie a vínculos que pueden acabar siendo tóxicos y anulando todavía más una autoestima de por sí dañada
Sacrificar todo en nombre del amor se refleja en algunos tópicos populares difundidos a lo largo de la historia que asientan sus raíces en tradiciones religiosas, filosóficas o literarias. “Por amor se sufre, se aguanta y se perdona todo”, “si no duele, no es amor”, “quien ama, lo da todo sin esperar nada” o “el amor todo lo puede” son solo algunos de los mitos que aún persisten y que resultan peligrosos para quienes no reconocen en su pareja comportamientos disfuncionales o, incluso, abusivos. “Cuando uno se ocupa más del bienestar de la otra persona que del suyo propio es la primera señal clara de codependencia”, explica Rosa Malospelos, psicóloga experta en relaciones y divulgadora. “Es una forma de autoabandono disfrazada de amor y, muchas veces, se confunde con generosidad o empatía, pero debajo de la codependencia no hay virtud, hay herida”, argumenta.
Una de las investigaciones más recientes sobre la codependencia en relaciones, publicada el pasado mes de marzo por psiquiatras de la Universidad de Liberty y llamada Experiencias de atracción romántica en mujeres codependientes y no codependientes, concluye que existen patrones relacionales no saludables dentro de la pareja que persisten en el tiempo si no se abordan. “Solemos arrastrar patrones de la infancia, donde se aprendía que para merecer amor había que cuidar, complacer, ser útil o salvar al otro. Cuando crecemos, podemos llegar a intentar ser salvadoras profesionales del drama ajeno, especialmente con nuestras parejas: cuando mi pareja tiene un mal día, inconscientemente, ya dejo el mío aparcado y ni me pregunto cómo estoy yo”, ejemplifica Malospelos.
Sin embargo, la dependencia emocional no es lo mismo que la codependencia. “A un dependiente emocional se le distingue porque hay un patrón en la forma de relacionarse con las diferentes parejas: sus conductas y el cuidado de la relación van dirigidos a obtener afecto constante, ya que le supone una necesidad imperante”, asegura la psicóloga experta en terapia para adultos Ana Romero. La dependencia emocional, en el contexto de una relación romántica, es cuando una persona vive o le gustaría vivir pegada a su pareja como un imán. “Todo su valor, su paz y su seguridad emocional dependen de que el otro esté disponible, cariñoso, validando. Por ejemplo, si me dejas de contestar WhatsApp, entro en modo pánico. Si hoy no me dices que me quieres, ya creo que me vas a dejar. Si me dices que tienes plan con tus amigos, ya me siento abandonada en el apocalipsis emocional”, relata Malospelos.
De hecho, el Manual de Trastornos de la Salud Mental (DSM Manuals) define la personalidad dependiente como un trastorno mental caracterizado por la necesidad generalizada y excesiva de ser atendido, lo que lleva a comportamientos de sumisión y aferramiento. “Y la otra parte de la relación también tiene una función importante, suelen cumplir una serie de criterios que facilitan que la persona con dependencia emocional empiece a dirigir sus cuidados y afectos hacia el otro. Estas suelen ser personas con un rasgo narcisista, con mucha seguridad en ellas mismas, con algún rasgo de personalidad que pueda ser llamativo y, por tanto, que pueda llevar a idealizarlas”, explica Romero. “Todo esto genera una dinámica en la cual uno se está nutriendo del refuerzo de sus cualidades, mientras que la persona con dependencia emocional se beneficia, en apariencia, al ser cubierta su necesidad intensa de afecto”, prosigue.
No toda dependencia emocional es dañina ni tóxica. El libro de 1990 de John Bradshaw Homecoming: Reclaiming and Championing Your Inner Child (Regreso a casa: recuperando y sanando a tu niño interior), aborda la cuestión desde un prisma sano de “dependencia segura”. El autor explica cómo desde la infancia la necesidad de ser dependiente de los cuidadores es natural y necesaria, por lo que si se es dependiente de otros de una manera saludable es porque se ha asociado a seguridad y confianza.
Existe un momento clave por el que una relación deja de ser solo “dependiente”, por parte de uno o ambos miembros de la pareja, y entra en una dinámica de codependencia más compleja y desgastante. Algunos expertos explican que esto ocurre cuando la necesidad de afecto se transforma en necesidad de control o de rescate del otro. “Cuando la persona siente que el esfuerzo para mantener la relación con la otra persona le hace sentirse inferior, débil o con falta de autoestima, comienza una relación codependiente”, relata el psicólogo y psicoterapeuta Fernando Mansilla. “La codependencia es cosa de dos, en la que uno es el dependiente manifiesto, el sumiso, y el otro el dependiente larvado, el controlador. Por lo tanto, se necesitan mutuamente para la supervivencia emocional”, añade el experto.
Sacrificar las propias necesidades por la otra persona en una relación codependiente, al final, puede llevar a un comportamiento disfuncional o incluso abusivo. “Aunque no existe una única herramienta y supone un proceso en el que se trabaje con los pensamientos, las emociones y la conducta, uno de los aspectos que, sin duda, es fundamental reforzar en estos casos es la autoestima”, comenta Romero.
¿Codependencia o adicción al amor?
Si bien la adicción al amor implica un enganche emocional al subidón que proporciona el enamoramiento, la persona adicta puede ser también dependiente o codependiente, según sostiene Malospelos. “Esto ocurre cuando una persona no sabe estar sola, por lo que es adicta a la borrachera que le produce el enamoramiento. Esta persona puede ser dependiente, es decir, que busca ser salvada; o codependiente, que es cuando prima el: ‘Dame tu felicidad que yo te voy a salvar”, sostiene. De esta forma, “el amor mismo es lo que se comporta como la droga”, analiza.
Como describe la frase del reconocido psicólogo italiano Walter Riso: “La dependencia afectiva es una adicción al amor. No se busca amar, sino consumir amor para calmar la carencia interna”. Para Malospelos, “detrás de todo esto existen personas con fuertes heridas de abandono, de rechazo, con traumas complejos o relacionales, además de una autoestima muy dañada”.