¿Qué cambia tras el “sí, quiero”? Casarse tras años de convivencia para separarse poco tiempo después
Chenoa y Miguel Sánchez Encinas o Lukas Gage y Chris Appleton son los últimos ejemplos de mediáticas rupturas meses después de la boda. Aunque aparentemente la relación sea la misma antes y después del enlace, este puede suponer un cambio a nivel psicológico en la pareja, dándole más formalidad a la unión
Convivir antes de casarse en la actualidad nos parece normal y comprensible. Divorciarse tras un matrimonio breve también lo es, compartir casa y rutinas puede resultar complicado. Pero si se juntan ambas cosas es cuando la situación confunde: si estaban conviviendo antes de la boda y no sucede algo grave, por ejemplo una infidelidad, ¿qué cambia tras la celebración? Aparentemente, se vuelve al día a día con sus ya conocidas alegrías y mi...
Convivir antes de casarse en la actualidad nos parece normal y comprensible. Divorciarse tras un matrimonio breve también lo es, compartir casa y rutinas puede resultar complicado. Pero si se juntan ambas cosas es cuando la situación confunde: si estaban conviviendo antes de la boda y no sucede algo grave, por ejemplo una infidelidad, ¿qué cambia tras la celebración? Aparentemente, se vuelve al día a día con sus ya conocidas alegrías y miserias. Pero hay parejas que parecen sufrir una especie de maldición del “sí, quiero”, como los recientes casos de Chenoa y Miguel Sánchez Encinas —que se han separado un año y medio después de casarse— o del actor Lukas Gage y Chris Appleton, el peluquero de Kim Kardashian, que han anunciado separación a los seis meses de su enlace en Las Vegas (con actuación privada de Shania Twain incluida).
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en el año 2022 hubo 81.302 casos de nulidad, separación y divorcio en España. De estos, 2.032 (un 2,5%) se produjeron después de menos de dos años de matrimonio. Si bien no se sabe cuántos de estos ya convivían antes de la boda, esta es una opción cada vez más popular según se recoge en el estudio Pareja y familia en el horizonte vital de las nuevas generaciones, de la Universidad Autónoma de Madrid, en el que un 45% de las personas encuestadas declaraban que les gustaría casarse pero habiendo convivido antes para probar si funciona o no la relación.
El acto de contraer matrimonio puede ser una ceremonia escogida en libertad, con amor e ilusión por ambos cónyuges, ser algo impulsado por una sola parte o un día al que se llega por presiones familiares. Quizás algo de esto hay en estas parejas que se separan rápidamente tras la boda. Susana Ivorra, psicóloga especializada en relaciones sentimentales, apunta algunos motivos en este sentido: “Hay parejas (ambas partes o una de ellas) que ven el acto de casarse (la ceremonia, la fiesta, el viaje) como una ilusión o proyecto para revitalizar una relación en crisis, o para ver que hay un compromiso que en realidad no sienten, como si trataran de convencerse de que todo marcha bien, que todo progresa, que la relación sigue su curso”. Con lo que convivir antes serviría, efectivamente, para ver si la relación funciona. Pero cuando no lo hace, el matrimonio quizás no sería la solución. Como tampoco sería tener hijos.
Aunque aparentemente la relación sea la misma antes y después del “sí, quiero”, este acto puede suponer un cambio a nivel psicológico en la pareja, dándole más formalidad o compromiso a la unión. Algo que puede tener consecuencias negativas, en tanto a lo que se podía considerar algo más o menos temporal se convierte en un proyecto de vida juntos ya oficial. Y aunque no tenga un motivo lógico, sí puede reflejarse en un cambio de actitud que afecte a esa pareja a la que, en principio, le iban las cosas bien.
Pero la oficialidad también puede tener consecuencias positivas, como comentó Noah en un foro de internet sobre bodas: “Ayer hicimos nuestro primer mes de casados. Llevamos dos años viviendo juntos, así que pensábamos que no iba a cambiar nada, en el fondo nuestro día a día sería igual... ¡Pues no! Estamos más unidos que nunca, más cariñosos, tenemos muchísima más confianza el uno en el otro... Emocionalmente, sí hemos notado un gran cambio. Me siento mucho más unida a él y siento que nuestro amor ha crecido”. Tras su mensaje, recibió numerosas respuestas confirmando experiencias similares, algunas felizmente extrañadas, ya que no esperaban ningún cambio significativo tras simplemente una boda.
En estos casos no hay un motivo claro de por qué el matrimonio puede afectar más allá de la valoración que haga la propia pareja. “El nivel de compromiso no es mayor en sí en el matrimonio que en la convivencia hoy, porque es tan fácil o tan difícil separarse como matrimonio que como pareja que convive. Hay parejas que no se casan nunca y viven su compromiso de manera más consciente que por el mero hecho de estar casados. Nos deberíamos elegir cada día de nuestra relación, independientemente de los papeles firmados”, comenta la psicóloga y terapeuta de parejas.
Convivir o no convivir antes del matrimonio, ¿es esa la cuestión?
Un estudio del Institute for Family Studies, publicado el pasado mes de abril, aportó una información que puede resultar sorprendente: vivir juntos antes del matrimonio incrementa el riesgo de divorcio. En concreto, según sus datos, un 34% de matrimonios que habían cohabitado antes acababan en divorcio, frente a un 23% de los que habían empezado a vivir tras casarse. Esto contradice la creencia popular de que convivir previamente sirve para calibrar la compatibilidad en la trastienda de la vida.
Afinando un poco más, el estudio de Cohabitation Experience and Cohabitation’s Association With Marital Dissolution llegó a la conclusión de que las parejas que conviven antes del matrimonio tienen una tasa de disolución menor en el primer año de casados que aquellas que no conviven. Pero también encontraron relación entre el divorcio y la convivencia a más largo plazo, con lo que los resultados de la investigación apuntaban a que convivir previamente tiene beneficios a corto plazo y costos a largo plazo para la estabilidad matrimonial. Cabe recordar que el hecho de que dos cosas sucedan juntas no implica necesariamente una relación causa-efecto.
Aunque la cosa no acaba ahí. Un análisis más completo de los estudios realizados sobre la relación entre la convivencia prematrimonial y el divorcio ponía en duda estos hallazgos. En el artículo Cohabitation and Marital Dissolution: A Comment on Rosenfeld and Roesler (2019) se critican los métodos utilizados en el estudio anteriormente citado y señalan que “la convivencia antes del matrimonio no está asociada con la inestabilidad matrimonial”. A la misma idea final se llegó en el estudio Premarital Cohabitation and Marital Dissolution: An Examination of Recent Marriages.
Ante conclusiones opuestas, se puede tirar de sentido común. Por un lado, en una separación van a influir seguramente diversos factores y, por otro, cohabitar previamente es la mejor forma de comprobar si hay entendimiento en el día a día. Tal como comenta la psicóloga y terapeuta de parejas Susana Ivorra, “si quieres conocer bien a una persona; con sus manías, sus costumbres, te puedes hacer una idea yendo a su casa de vez en cuando. Pero hasta que no convives en el día a día, con la rutina, las obligaciones, es difícil conocerla en profundidad. Nunca te van a encajar a la perfección las costumbres de otra persona y menos si ya te has hecho mucho a las tuyas propias. Ese no es el objetivo, pero sí que haya cierta afinidad”.
Decirse el “sí, quiero” tras convivir en realidad no cambia nada, pero parece que puede cambiarlo todo. Al final va a ser cierto que lo que une más y más fuerte es la hipoteca a 35 años.