Procesionaria, la oruga que se ha convertido en un problema para mascotas y niños
Este insecto, que libera miles de pelos urticantes cuando se siente incómodo, puede provocar sarpullidos y dermatitis en los más pequeños e incluso la muerte en perros si no se acude a tiempo a un especialista
13.836 nidos. Ese es el número de bolsones de procesionaria del pino que han sido retirados de los parques de Madrid desde principio de 2023, según confirma el propio Ayuntamiento. Si el número resulta impactante, lo es más aportando un dato importante: en cada uno de esos nidos puede haber entre 100 y 200 ejemplares. Es decir, aproximadamente entre 1,4 y 2,7 millones. ¿La buena noticia? Este año la cifra es casi un 79% menos que la...
13.836 nidos. Ese es el número de bolsones de procesionaria del pino que han sido retirados de los parques de Madrid desde principio de 2023, según confirma el propio Ayuntamiento. Si el número resulta impactante, lo es más aportando un dato importante: en cada uno de esos nidos puede haber entre 100 y 200 ejemplares. Es decir, aproximadamente entre 1,4 y 2,7 millones. ¿La buena noticia? Este año la cifra es casi un 79% menos que la de 2022, cuando en Madrid capital se retiraron 65.000 bolsones. Es decir, entre 6,5 y 13 millones de orugas.
La procesionaria del pino está considerada como el insecto defoliador más importante de los pinares de España y, además, un importante problema de salud pública. La razón es sencilla: cuando estas orugas de entre 25 y 40 milímetros de longitud bajan a tierra, tras pasar el invierno en su nido alimentándose del pino que habitan, poseen miles de pelos urticantes que pueden liberar si algo se acerca a ellas y las incomoda. Y ese algo suele ser un niño o un perro (los gatos normalmente son más precavidos). Los efectos en menores se traducen en urticarias y dermatitis, mientras en animales puede llegar a producir la muerte si se ingieren.
El hábitat que favorece a la procesionaria: temperatura suave y amplios pinares
El riesgo de encontrarse con estos característicos animales que circulan en rigurosa fila india solía empezar en marzo, con el final del invierno, pero el cambio climático está adelantando su llegada. “Hemos observado que los casos vienen más pronto, antes aparecían ya metida la primavera, empezaban más o menos en marzo, y la eclosión definitiva en abril. Pero, de un tiempo a esta parte, estamos viendo que se den casos de procesionaria en invierno”, asegura Ignacio Molina Angulo, veterinario y profesor de AEVA Veterinaria Formación. Este año, según la plataforma catalana Alerta Forestal, en las primeras semanas de 2023 ha habido observaciones de procesiones de esta oruga en ocho comarcas catalanas.
“En líneas generales la procesionaria se está viendo favorecida por el incremento de temperaturas, en particular las invernales”, explica José A. Hódar, doctor y profesor de Ecología de la Universidad de Granada, que define las mejores condiciones para que la procesionaria prospere: “Disponibilidad de alimento (pinos), baja diversidad específica y estructural en la formación vegetal, y temperaturas (relativamente) suaves durante el invierno”. El cambio climático está ayudando, pero el aumento de pinares artificiales es otro aspecto fundamental. “Aunque los pinos son especies conocidas en casi todos los hábitats de la península, la actividad humana ha incrementado su importancia relativa en las formaciones vegetales, llegando a constituir la especie dominante”, argumenta Hódar. España está plagada de lugares donde el pino debería ser una especie acompañante de encinas, robles, quejigos, alcornoques, arces y hayas, en lugar de plantaciones densas, cerradas y casi monoespecíficas de pinos, el hogar ideal de la procesionaria. “Hay, por supuesto, pinares que pueden considerarse naturales, pero son una minoría”, sentencia el profesor.
Cómo evitar el contacto con la procesionaria
Esos pinares son precisamente los que cualquier tutor de perro debería evitar entre febrero y mayo para ahorrarse sustos. “Y si salen por dichas zonas es muy importante que los perros vayan atados y no los dejen andar sueltos, porque son muy curiosos y lo primero que van a hacer es acercarse a las procesiones de las orugas”, avisa Molina.
De esa curiosidad saben bastante en Weimaraner Rescue, una asociación que se dedica al rescate y adopción de bracos, una raza de perros con un importante instinto de rastreo, lo que les hace especialmente vulnerables a toparse con esta oruga. “Tuvimos el caso de dos perros que se encontraban en adopción y tuvieron contacto con la procesionaria. Ambos sufrieron necrosis en la lengua, por lo que hubo que cortar el trozo afectado”, explica Goiuri Cerezo, una de las cinco voluntarias que forma esta entidad, que desde que naciera en 2019 ha gestionado 336 adopciones, 17 en lo que va de año. El riesgo suele ser más alto en este tipo de razas y también en cachorros, más curiosos y con tendencia a comerse todo lo que encuentran, aunque no solo. “No siempre tienen por qué interactuar directamente con ellas, ir a olerlas o morderlas, también puede ocurrir, y esto suele ser lo más habitual, que las pisen involuntariamente y por contacto con las patas, les pican y se lamen”, alerta Cerezo.
Quienes pueden estar más tranquilos son los dueños de gatos. “Suelen ser más selectivos y no suelen tener mucho contacto con orugas. En mi trayectoria profesional, he visto algún caso con alguna lesión en las patas porque juegan con la oruga, pero no con urticaria por procesionaria”, señala Molina.
¿Qué hacer si mi perro tiene contacto con la procesionaria?
Cualquier veterinario o etólogo dirá que es importante observar al perro mientras se pasea. Esto que es fundamental siempre, se vuelve vital entre febrero y mayo y especialmente si hay una zona de pinos cerca. Pero hay veces en las que, aunque no se haya podido ver el contacto del animal con la oruga, sí empiezan a producirse síntomas por lo que hay que acudir rápidamente al veterinario. “Los síntomas que deben hacer sospechar al propietario son exceso de salivación y reacción inflamatoria con rojez e hinchazón de la parte con la que haya entrado en contacto”, explica María Luisa Medina de Zafra, veterinaria y vicepresidenta del Colegio Oficial de Veterinarios de Murcia, una comunidad que lleva años sufriendo los efectos de la procesionaria.
Los pelos de la oruga contienen thaumatopina, una sustancia urticante. “Los efectos pueden ser muy variados dependiendo del contacto que se haya tenido. Puede ir desde una reacción alérgica con eritema de la piel, picor y demás efectos relacionados, hasta, si ha habido un contacto muy directo con la mucosa oral e incluso una ingestión de la procesionaria, producirse la muerte del animal”, explica Molina, que apunta también que la consecuencia más habitual es la necrosis de la zona de contacto, por lo que es habitual que el perro pierda parte de la lengua. Si se la traga, puede producir la necrosis del aparato digestivo y, por tanto, la muerte.
Por todo ello es fundamental actuar rápido, en cuanto se aprecien síntomas o se haya visto el contacto con la oruga. Hay que acudir rápidamente al veterinario y evitar en lo posible que el efecto de la toxina se expanda. “Lavar, siempre con guantes, la lengua o partes afectadas con agua caliente (sin quemar), sin frotar en exceso y después aplicar frío o agua fría para minimizar la inflamación”, explica Medina de Zafra. Hay que tener cuidado con que el perro no beba del agua que se utiliza para lavarle y Molina apunta un dato más: “Si se dispone de Urbason, administrárselo, sobre todo, a aquellos perros que son alérgicos donde la exposición a las sustancias urticantes puede provocar un proceso más severo”.
Conviene recordar que si un animal entra en contacto con la procesionaria es una urgencia veterinaria y que el diagnóstico temprano es fundamental para que el cuadro no avance y se limiten las secuelas posteriores.