“Sí, quiero”. Tras la pandemia, el aumento de bodas convierte 2022 en el año de los matrimonios
Informes, asociaciones del sector y ‘wedding planners’ confirman el aumento de los enlaces, que superan incluso los niveles de 2019, después de dos años de aplazamientos y cancelaciones
Un día, María José Monje Ferreras y Raúl Lozano López se fueron a vivir juntos. Y otro día, apenas seis meses después, el coronavirus decidió ponerles a prueba. Encierro entre cuatro paredes, contacto constante e ininterrumpido. “Pensé: ‘O salimos de esta bien o muy mal”, confiesa ella. Ganó, en realidad, una tercera opción: algo así como “muy muy muy bien”. Este agosto, a dos años y medio de aquel confinamiento, 165 invitados pudieron constatarlo. Ella iba de blanco. Él, de azul. Y Chandler, su inseparable perrita, observó toda la ceremonia en primerísima fila, vestida a juego con la n...
Un día, María José Monje Ferreras y Raúl Lozano López se fueron a vivir juntos. Y otro día, apenas seis meses después, el coronavirus decidió ponerles a prueba. Encierro entre cuatro paredes, contacto constante e ininterrumpido. “Pensé: ‘O salimos de esta bien o muy mal”, confiesa ella. Ganó, en realidad, una tercera opción: algo así como “muy muy muy bien”. Este agosto, a dos años y medio de aquel confinamiento, 165 invitados pudieron constatarlo. Ella iba de blanco. Él, de azul. Y Chandler, su inseparable perrita, observó toda la ceremonia en primerísima fila, vestida a juego con la novia. Se levantó, eso sí, para llevarles los anillos. Hubo besos, abrazos, lágrimas, risas. Y, después, comida, vino, bailes y hasta la performance de un DJ que cortaba pan y chorizo mientras pinchaba. De las mascarillas, ni sombra. De los temores pandémicos, tampoco. Sucedió en León, pero la euforia inunda desde hace meses todos los rincones de España. Porque este año, tras una pausa forzosa en 2020 y una andadura incierta en 2021, las bodas se han disparado. Corren a velocidad casi doble, incluso más que en 2019, para recuperar el tiempo perdido. Adiós, tristeza. Bienvenido, boom del amor.
En 2021, las bodas en España aumentaron un 60% respecto a 2020, según un reciente informe del INE. Aún no hay cifras oficiales respecto al año en curso, pero todos los indicadores apuntan a que esta tendencia se ha agudizado. “La recuperación de la demanda está superando las cifras de 2019, y si lo comparamos con 2021 prácticamente se ha duplicado”, señala José Melo, vicepresidente de ventas en The Knot Worldwide (empresa líder en la organización de bodas propietaria de los sites Bodas.net y Matrimonios.com). El tráfico en sus páginas webs se ha incrementado en un 38% el primer semestre de 2022 respecto a las cifras del año anterior. Quedan bodas para rato.
La tendencia, como la pandemia, es mundial. El estudio Free wedding market report predijo que en 2022 se celebrarán unos 2,5 millones de nupcias en los Estados Unidos. Es el mayor aumento desde 1984, cuando el grueso de la generación del babyboom llegó a la edad de casarse. Según este estudio, la mitad de las bodas previstas para 2020 se tuvieron que posponer, y otro tanto sucedió con el 20% de los enlaces de 2021. Después de dos años de cambiar sus planes, algunas parejas se enfrentan a la llamada “fatiga del aplazamiento”, como analizaba recientemente The New York Times.
Todas las mañanas, María López abre el armario para ver qué se va a poner. Y todas las mañanas se tropieza con el vestido de la novia que nunca fue. Ahí está, desde hace dos años, colgado, esperando, desde aquella llamada de la modista: “María, tienes que recogerlo, vamos a cerrar la tienda y no lo podemos guardar”. Era octubre de 2020.
María López y Juan José Velasco cancelaron su boda por la pandemia. Tenían el local reservado, habían dado la señal al DJ, al catering... Retomaron la idea 2021, pero entonces otro imprevisto más alegre acabó por dar al traste nuevamente con sus planes. María estaba embarazada. “A la tercera va la vencida”, dice ella al otro lado del teléfono. “Aunque si te digo la verdad, nosotros hemos perdido un poco la ilusión”.
Ahora van a tener su fiesta este septiembre “pase lo que pase”. En realidad ya se casaron. Lo hicieron en una ceremonia íntima, sin vestidos vaporosos, vivan los novios, ni barra libre. “Ahora lo vamos a hacer con todas esas cosas, la gente tiene ganas de celebrar”, añade Juan José. Ellos también. En este tiempo, él no ha caído en la tentación de husmear en el armario de su prometida, de su mujer, de María. Quiere sorprenderse cuando llegue al altar, aunque sea con dos años de retraso. Ella espera su gran día con una alegría contenida. Lamenta que su abuelo ya no pueda acudir, pues ha fallecido en este tiempo. Pero también habrá nuevos invitados, y entre ellos destaca su hija.
Manuela Eugenia Ruiz Campos no recuerda haber hablado por teléfono con María, aunque esta asegura que lo hizo. “Es que entonces tuve que contactar con muchas novias para darles sus vestidos”, se excusa al teléfono esta modista madrileña. Pero se acuerda, cómo no se va a acordar, de aquel aciago octubre. “Normalmente, salían de la tienda tres o cuatro vestidos al día. En octubre teníamos tres. Tres para todo el año”, puntualiza. “No les quedó más remedio que cerrar”. La creadora perdió su empleo durante la pandemia, pero ahora ha encontrado otro y está que no para. “Se ha recuperado el ritmo de antes, yo diría que se ha superado, es una locura”, confirma. Ahora trabaja (“sin parar”) en Sedka novias, una cadena con tiendas en Madrid y Alicante y planes para abrir en Barcelona.
La gran mayoría de parejas ha aguantado, como hicieron María y Juan José, pero el coronavirus y la espera también han cambiado el final de algunos cuentos de hadas. Donde hubo una boda convocada, ahora ya no hay ni pareja. Según datos de The Knot Wordwide, entre el 5% y el 9% de los enlaces previstos para 2020 se cancelaron.
Pero las bodas, además de amor, mueven mucho dinero. Cerca de 3.500 millones de euros anuales en España, según datos (anteriores a la pandemia) de la consultora SingularCover. Los aplazamientos, cancelaciones y posterior auge de las celebraciones están tensando al sector. Davinia García, presidenta de Asociación Internacional de Wedding Planners y profesionales de eventos (AIWPE), habla de una recuperación a un ritmo enloquecido: a la vez que aumentan los enlaces, se reducen los plazos. “Tenemos muchos y con urgencia. Nos llegan peticiones de novios diciéndonos: ‘¡Qué me caso! ¿Me puedes organizar la boda?’. E igual su fecha es de aquí a dos meses”, explica la experta, que recomienda un año como tiempo ideal para abarcar todos los preparativos de la mejor manera posible. “Ya no es solo por nuestra propia tranquilidad a la hora de organizarnos, sino porque con tan poco margen puede que los proveedores que necesita un evento así no estén disponibles”, matiza.
Raúl Lozano y Mariajo Monje cumplieron de sobra con el consejo. Contrataron a su wedding planner, Frida Kiwi (a la que ahora insisten en dar las gracias), el 19 de mayo de 2021. Así que a cuatro días de su boda, celebrada este verano, lo tenían casi todo resuelto. Salvo algún fleco abierto —Raúl escribió los votos a ultimísima hora—, apenas les quedaban preocupaciones serias. Y, desde luego, la covid-19 no era una de ellas. “Ni lo hemos pensado. Además, prácticamente toda nuestra gente más cercana lo ha pasado. A estas alturas lo veo como cualquier otra enfermedad. Como si un invitado me llamara el día antes para decirme que tiene 40 de fiebre y no puede ir”, contaba él por videollamada. Y a su futura esposa la pandemia le hacía pensar en otro tipo de emociones: “Va a haber gente que no veo desde hace seis años. Echando la siesta ayer soñé que me encontraba con Cristian, mi compi en la universidad, y me puse a llorar. Imagínate cuando ocurra de verdad”.
En su gran día, Mariajo vivió unos cuantos reencuentros más. Porque buena parte de los invitados procedía de su cosecha. Pero, ¿con qué criterios se organiza una lista tras años de encierros y miedos?
— Mariajo no ha cortado. Sigue invitando a gente, se reía él.
— Por Raúl ha cribado su timidez, agregaba ella.
Una temporada más larga
Davinia García ha notado el incremento en el número de bodas no solo en su propia agenda —es fundadora de Hada Madrina Events, empresa especializada en enlaces temáticos—, sino en que la temporada de casamientos, que tradicionalmente en España va de mayo a octubre, se ha alargado hasta el 31 de diciembre: “Las bodas de invierno han llegado para quedarse”.
La pandemia fue una etapa dura para los profesionales del sector, en la que muchos se quedaron en el camino, admite García, y otros, como ella, aprovecharon para “reinventarse”. La experta en eventos, gaditana residente en Murcia, de 39 años, decidió que el encierro era un buen momento para formarse en marketing, además de organizar sesiones de fotos para ampliar el catálogo que ofrecía en su página web y así poder mostrar a los futuros novios qué tipo de celebraciones sabía recrear.
Pero también, y aunque pocos, organizó matrimonios. “Hubo valientes que sí se casaron en 2020 y les ofrecimos alternativas. Si la boda era pequeña, de 30 invitados, y había que permanecer sentados, añadimos más espectáculos de animación, como magos, monologuistas, acrobacias, como opción distinta a la fiesta posterior a la comida o cena, donde todo el mundo baila”, explica. Una alternativa coronavírica que se ha mantenido. Tanto que en el enlace entre Mariajo y Raúl hubo hasta dos camas elásticas. Para saltar de alegría, pero un poco más alto. “Ahora las bodas se celebran como antes de la pandemia, pero mejoradas, porque ya hay más profesionales de este tipo con los que se puede contar y hay más novios que piden estos servicios”, explica García. Justamente para la próxima boda que celebra, de temática celta, le han pedido un número de ilusionismo y acrobacias.
A su manera, hace más de un año, Raúl Lozano también hizo magia. Porque reunió el valor para pedirle matrimonio a Mariajo. Tenía la decisión tomada desde hacía tiempo, pero le faltaban dos elementos claves: la medida del dedo de su futura esposa y, aún más importante, el propio anillo: “Así que le hice uno con un trozo de un post-it. Y la otra parte del papel ponía: ‘Vale para un anillo”. Muy precavido como es, el novio no tardó en rematar su plan: “Esa misma noche le medí el dedo”. La alianza verdadera ya luce en el dedo de su esposa. La acompañó mientras cantaba, bailaba, abrazaba y besaba. Y eso que era solo el primer día. Queda una vida entera.