El brote de la enfermedad causada por la covid-19 ha revivido un concepto conocido como inmunidad "de rebaño" o "de manada", es decir, cuando casi la totalidad de la sociedad contagiada sea inmune al virus la pandemia habrá sido derrotada. En las enfermedades que se transmiten de persona a persona es más difícil mantener una cadena de infección cuando una gran parte de la población es inmune.

¿Inmunidad de doble filo, entonces? Inmunidad colectiva, la salvación universal, pero que al mismo tiempo reitera la idea de gregariedad, característica sine qua non del ganado. “La inmunidad de la manada”, como concepto benéfico de la epidemiología, reiteraría asimismo otra realidad, la de una ambigua salvación, perder la individualidad, carecer del albedrío, de la conciencia.

¿No nos hemos sorprendido al ver las fotografías de los presos de El Salvador encadenados y amontonados como bestias en los patios y celdas de la prisión, tras un aumento de asesinatos en el país? El presidente Bukele los condena y ha autorizado combatir a los pandilleros que ejecutan esas órdenes. Hacinados como ganado parecen habitantes de campos de concentración.

¿No hemos sabido también entre muchas otras cosas de un reciente y violento motín en una cárcel de Lima por temor al nuevo coronavirus que dejó por lo menos nueve reclusos muertos?

En Las Suplicantes, la tragedia de Esquilo, las Danaides huyen del racismo, la violencia contra las mujeres, convertidas en migrantes, son mujeres de piel oscura que cruzan el mar para pedir asilo en la ciudad de Argos, temerosas de que sus primos, los 50 Egipcios, las arrastren por los cabellos como si fuesen animales, ¿como los migrantes, hombres, mujeres y niños que ahora “amenazan” las fronteras de los países “civilizados”, o como los migrantes deportados en masa desde los Estados Unidos hacia México?