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Un hada madrina contra el abuso infantil

Cuando un niño tiene una pesadilla busca el refugio en alguien querido. Vicki escucha y anima a romper el silencio que deja el miedo a un mal sueño. A través de su fundación, sirve de apoyo para las más de 1.200 personas que cada año manifiestan haber sido víctimas de abusos sexuales en su infancia, como ella

Si la historia de Vicki te ha hecho pensar y tú también quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo

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Había una vez una pareja de jóvenes jilgueros que vivían felices en casa de un hombre poderoso. Tan felices que en su jaula había una puerta abierta que nunca usaban. Un día, la jaula empezó a menguar muy poco a poco, a hacerse cada vez más pequeña y angosta. Con cada trinar al amanecer, la jaula encogía casi un milímetro. Uno de los pájaros se dio cuenta y decidió salir por aquella puerta, volar y perderse entre las nubes. Su compañero prefirió dejar de cantar y esperar por miedo a las represalias de su amo. Pasaron los días, meses, años... y la jaula seguía haciéndose cada vez más pequeña. Cuando su tamaño era casi como el de una armadura de alambre, el pájaro fiel se asomó por aquella puertecita y, con gran valentía y destreza, saltó para iniciar el vuelo hacia las nubes, pero se dio de bruces contra el suelo. Había pasado tanto tiempo que aquel jilguero olvidó cómo se volaba. Le costó meses recuperarse y poder remontar el vuelo…

“Si hay una criatura que está sufriendo abusos, se detecta enseguida, se hace una buena intervención y se hace un buen asesoramiento, las consecuencias prácticamente van a ser cero. De ahí la importancia de centrarnos en eso”. Esta moraleja es el objetivo vital de Vicki Bernadet (1954), una mujer que también fue ese jilguero atrapado por la agonía de una jaula menguante que no la dejaba crecer. Vicki sufrió abusos sexuales intrafamiliares cuando tenía 5 años y luego desde los 9 hasta los 17. Tardó otros 17 en verbalizar la experiencia y, cuando lo hizo, no encontró a nadie que le ayudara a intentar alcanzar las nubes, que por entonces parecían quedar ya muy lejos. Hoy preside la fundación que lleva su nombre para acompañar a todos aquellos que, como ella, han visto interrumpido su vuelo.

El silencio que ahoga

Esa jaula con la puerta abierta es la cárcel perfecta, una trampa para ganar la confianza de la víctima, una prisión transparente que se llama silencio y es el refugio del agredido y del agresor, que lo utiliza como escudo para proteger su impunidad. “El abusador, cuando te hace cómplice de algo mal hecho, se asegura ese silencio porque tú no vas a contar algo en lo que sientes que has participado”, nos explica Vicki desde su experiencia. ¿Y cómo romper ese círculo vicioso?

Vicki echa la vista atrás con dificultad para buscar respuestas, le cuesta enfocar la pesadilla, pero al final saca siempre el truco de la varita mágica, un optimismo contagioso: “Yo cuando quiero darle ánimos a esa niña, que estuve odiando durante tanto tiempo, intento recordarla, intento ir para atrás y acordarme de una bicicleta, de un melocotón, de un gato... de todo lo que me hacía feliz en ese momento”.

Vicki Bernadet cuando era niña.
Vicki Bernadet cuando era niña.

Pero el silencio te ahoga, te anula, te impide ser niña, cantar, volar y crecer, y Vicki estaba convencida de no contarlo nunca porque en aquel momento era mejor hacer un sacrificio personal y esconderse en la burbuja de plomo que tener que soportar un entorno que no estaba preparado para gestionar las circunstancias. Solo una fuerza superior podría atravesar aquel metal pesado: “Cuando estaba pasando los abusos, recuerdo que pensaba que un hada madrina vendría y me sacaría de ahí, me llevaría a otro sitio, a un sitio mucho mejor donde yo tuviese esa alegría. Pero no vino. No me encontró”.

Todo hubiera acabado aquí, no hubiéramos conocido a Vicki ni a su fundación si no fuera por la curiosidad de una adolescente. Aquella hada madrina tan deseada al final apareció: una sobrina encontró, escondidos en un armario, unos poemas donde Vicki había reposado toda su angustia aunque no revelaban absolutamente nada. Y entonces preguntó. Y aquel tsunami se desencadenó: la verdad, las reacciones, el abismo, el duelo...

Cambiar la mirada

Cuando la ola se retiró se llevó consigo muchas cosas “y con lo que queda tienes que empezar de nuevo”. Pero si algo permaneció fue esa lectura optimista de siempre: “¡Qué suerte, qué suerte… que yo no me he ido con la ola!”, reflexiona en pasado Vicki.

Con esos vacíos tuvo que volver a construir una vida en un contexto que entonces miraba al abuso infantil con miedo, rechazo y hasta con negación. En aquellos tiempos no existían los recursos sociales necesarios para generar un espacio de confianza para las víctimas. Simplemente se negaba el problema. Cuando Vicki rompió su silencio acudió a la Administración a pedir ayuda: “Salí llorando. Lloraba de enfado, no de tristeza. Y volviendo por las Ramblas [de Barcelona] pensé que si yo necesitaba esto y no lo tenía, pues me lo montaría. Decidí que haría ese espacio o asociación”. Así nació su proyecto en 1997, que primero se llamaría Fada –hada en catalán, como no podía ser de otra manera– y que luego, por cuestiones burocráticas, acabaría adoptando su propio nombre.

Vicki en un taller de formación.
Vicki en un taller de formación.

La Fundación Vicki Bernadet afronta un problema sistémico con todo un arsenal de herramientas educativas “porque la información da seguridad, nunca es al revés”, y trata de fomentar ese cambio de mirada hacia la protección, pero sin basarla en el miedo “porque el único miedo que vale es el que provoca alerta, no alarma”, afirma con rotundidad Vicki. Nació también para dejar de negar ese 20% de niños y niñas que sufren o sufrirán algún tipo de abuso antes de cumplir los 17, para luchar contra ese 92% que no lo va a contar hasta que sean adultos o contra ese 60% de víctimas que nunca van a recibir ningún tipo de ayuda. De momento, más de 11.000 personas han conseguido romper el silencio gracias a ellos.

El trabajo de recuperación no solo es personal, sino que abarca todo el entorno familiar y social de la víctima. Un espacio de confianza que puede generarse con atención psicológica personalizada, talleres en grupo, charlas en colegios o incluso con fotografías. La Fundación organiza periódicamente la exposición Material sensible como una oportunidad para que las víctimas en terapia puedan vaciarse cuando las palabras se quedan cortas. Allí exponen fotos sutiles y metafóricas que construyen un relato de su pasado, lo que les ayuda a reconectarse y a expresar sus emociones en presente. “Recientemente una niña fue a la exposición de su madre, víctima de abusos, y a la salida le comentó: 'Mamá, ahora entiendo todo lo que has pasado'. Fue una experiencia muy bonita”, nos cuenta Pilar Polo, psicóloga de la fundación.

Vicki es hoy esa hada madrina que tanto buscó en su infancia, el jilguero que vuelve de las nubes para ayudar a volar a su compañero y que en el camino acaba reencontrándose a sí misma sin guardar ningún rencor al pasado: “Me ha permitido sentirme afortunada. He conocido a gente que no hubiera conocido en la vida. He podido sentirme útil”.


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Contenido adaptado del vídeo de Vicki

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Uno de cada cinco menores sufre algún tipo de abuso sexual. Vicki Bernadet fue una de ellas. Es la presidenta de la fundación que lleva su nombre: un espacio de acogida, asistencia y confianza para todas las víctimas de abuso sexual infantil.

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Yo tuve la suerte de tener unos padres increíbles, que mi familia era una familia grande y yo era la más pequeña, con lo cual lo tenía todo. Sufrí abusos cuando tenía 5 años y cuando lo hablé en voz alta a los 33-34 años es cuando tuve ese baño de realidad y la soledad, el rechazo, la desesperación de no poder acudir a ningún sitio me hizo reaccionar en ese sentido.

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Yo estaba plenamente decidida a no decirlo nunca, pero una sobrina mía encontró unos poemas que yo había escrito y se dio cuenta de que había algo detrás. Verbalizar que has sufrido abusos sexuales cuando eres adulto es muy doloroso. Es verdad que necesitas ayuda, no lo puedes hacer tú solo, pero en aquel momento no encontré absolutamente nada. Es donde decidí que si yo necesitaba esto y no lo tenía pues me lo montaría.

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Desde mi perspectiva el hecho de confiar en las personas y que las personas confíen en ti es la base, lo que pasa es que hay que educar a los niños dónde detectar en qué momento una cosa es confianza y otra no lo es. Si hay una criatura que está sufriendo abusos, se detecta enseguida, se hace una buena intervención, se hace bien, bien asesorado, las consecuencias prácticamente van a ser cero. Y de ahí la importancia de centrarnos en eso.

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La Fundación Vicki Bernadet está cumpliendo su objetivo, que es repartir los esfuerzos y los recursos en la parte terapéutica, la parte de sensibilización y promoción a través de todos los talleres y todas las intervenciones en las escuelas y la parte de cambio social a través de los profesionales.

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(Pilar Polo) Pensamos que el abuso solo afecta a la persona que ha padecido abusos, pero no es verdad; afecta a la familia de la persona abusadora y afecta a la familia de la persona abusada. Hemos conseguido que casi 11.000 personas hayan podido hablar, porque estos niños tenían este problema, pero sin nuestra actividad antes no habrían podido hablar. Eso es lo que ha conseguido Vicki.

02:30

He hablado con muchísimas personas que han sufrido abusos, que han pasado por aquí todos estos años y muchísimas personas que me agradecen, que me quieren... He podido sentir que le he dado la vuelta a situaciones muy difíciles. Es decir, que si tuviera que decir algo es: yo no sé cómo hubiera sido mi vida sin abusos, pero la que he tenido con los abusos no la cambiaría por nada del mundo.

 

Este contenido ha sido elaborado por Yoigo.

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