Si la historia de Teresa te ha hecho pensar y tú también quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo
Ni entrenadores de gimnasio, ni médicos recetando ejercicio, ni influencers de cuerpo tonificado alabando las bondades del fitness. La persona más capaz de convencer a cualquiera de los beneficios del deporte lo hace sentada en una silla de ruedas. Se llama Teresa Silva y bastan unos minutos con ella para que hasta el más holgazán sienta el impulso de activar endorfinas: “El deporte, de verdad, es vida y es vitamina para el alma, para todos”. Sus argumentos se sostienen en la experiencia propia y, desde la más pura honestidad, lanza una irrechazable invitación para que todos, tengamos o no una discapacidad, nos veamos contagiados: “Es tan apasionante, es tan divertido y te sientes tan vivo practicando deportes que yo solo puedo animar a la gente a que haga lo mismo. Pruébalo, a ver si te pasa igual que a mí”.
De niña, siempre prefirió la gimnasia a las matemáticas y durante las vacaciones familiares dejaba a los transeúntes boquiabiertos “porque flipaban con que una mica así estuviera jugando al tenis con su padre y dándole ahí raquetazos”. Mientras imita los movimientos de la raqueta, rezuma energía y transporta emoción. Ahora, lanza a nuestro campo una pelota que provoca de nuevo el asombro: “Hoy en día vivo con mi inseparable compañera, que es mi silla de ruedas y, ¿sabes lo que te digo? Que yo no cambiaría nada, nada, nada de lo que me ha pasado. Aunque parezca mentira, pues es verdad. Soy una persona muchísimo más feliz que antes porque la vida me deparaba una sorpresa, que era que todo me iba a llevar a crear esta fundación”. Su rostro se ilumina al pensar en los 10.000 beneficiarios de la Fundación También: el deporte “ha cambiado radicalmente sus vidas”.
El deporte, un ADN indestructible
Tan hiperactiva, emprendedora y deportista como ahora, Silva se “bebía la vida a grandes tragos” compaginado su trabajo como periodista deportiva con su propia empresa de eventos (la primera en importar los deportes aéreos en España) y en su apretada agenda de juventud sacaba incluso tiempo para vivir las noches en plena movida madrileña. Cuando probó por primera vez el paracaidismo, experimentó un chute de adrenalina que daría un giro a su vida: “Salté y, de repente, fue una sensación de libertad, de sentirme que podía volar, que era Superwoman”. A ese primer salto le siguieron muchos más y empezó a surcar los cielos con otros artilugios recién importados a nuestro país. Desde entonces, el maletero de su furgoneta iba “lleno de juguetes: mi tabla de windsurf, mis esquís, mi paracaídas, mi ala delta y mi parapente”.
Era la única mujer de la Selección Española de Parapente cuando, en 1989, durante los entrenamientos para preparar el Mundial que tendría lugar en Austria ese mismo año, la tierra se abalanzó sobre ella: “Fue un estallido vertebral total. Caí en el suelo y lo siguiente que recuerdo fue un dolor tremendo de espalda y que no podía mover ni sentir las piernas”. Este inesperado golpe alteraría bruscamente su proyecto de vida: “Yo sabía que estaba corriendo riesgos y que a lo mejor me podía sobrevenir la muerte, pero lo que jamás pensé, seguramente por ignorancia, es que me podía sobrevenir una discapacidad. Eso no entraba dentro de mis cálculos. Matarme,sí. Curioso, ¿no? Pero, ¿quedarme discapacitada?”. Fue justo lo que ocurrió.
Tras el accidente vino lo que ella considera su propia mili: nueve meses de rehabilitación en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo y, lo que es más difícil, la obligación de aceptar una nueva realidad: “Aprendí que nunca sabes lo fuerte que eres hasta que ser fuerte es tu única opción”. Pensando en quienes la rodeaban y temiendo atraer miradas de compasión consiguió empezar a bromear sobre su estado, guardando las lágrimas para los momentos en soledad. Apareció un inesperado impulso y se vio obligada a aprender la lección que ahora lucha por compartir: “En la vida hay que pasar miedo, superarlo, enfrentarte a él y decir: puedo con esto, lo voy a conseguir y voy a salir de este hoyo”.
Si yo puedo, tú también
“El deporte adaptado no existía en España en aquella época”, explica Teresa. Mientras buscaba cómo recuperar aquella pieza indispensable que faltaba en su vida, encontró en la nieve, de la mano de unos americanos que visitaron Sierra Nevada, la oportunidad de revivir antiguas emociones: “Sentí una sensación de libertad y de felicidad tan, tan plenas, que me sentía como la Teresa de antes del accidente”. Como una bombilla que se enciende en la oscuridad, surgió el pensamiento que haría germinar la fundación: “Esto no se puede quedar para mí, esto hay que compartirlo. Esta sensación tan increíblemente fuerte de adrenalina, de velocidad, de contacto con la naturaleza, de libertad… esto lo tienen que vivir muchos miles de personas que están en mi misma situación”.
Superarse siempre forma parte de su filosofía vital y, si los deportistas están hechos de otra pasta, en el caso de Teresa, dicha materia prima es flexible, resistente y capaz de traspasar a otros sus propias cualidades. Para la Superwoman que surcaba los cielos la paraplejia no fue su kriptonita sino que, contra todo pronóstico, sería el combustible con el que seguir volando cada vez más alto, superando nuevas cotas en pro de la inclusión. El deporte adaptado se convertiría entonces en una celebración de la vida a la que todos estaban invitados.
Pionera por naturaleza, siempre se ha ofrecido como conejillo de indias para adaptar nuevos deportes y no solo fue la primera mujer en fundar un equipo de exhibición de esquí adaptado, sino también la que se adelantó a hacer accesibles por primera vez en España el ciclismo (handcycling), el piragüismo, y por supuesto, la vela, una de sus actividades insignia en la que también es campeona.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) existen 3,85 millones de personas con discapacidad en España. Aunque dicha cifra corresponda a cerca del 10% de la población, Silva matiza que quienes conviven con cualquier tipo de discapacidad es en realidad el 20% de los ciudadanos: “No solamente afecta a la persona que tiene la discapacidad, sino también a sus familiares”.
Deporte contra los estereotipos
Normalizar significa que un padre en silla de ruedas juegue al pádel con su hijo, o que un niño con discapacidad también pueda irse de campamento en verano y enseñe al resto de compañeros que es el mejor practicando deporte adaptado. Normalizar significa que una persona que no puede mover las piernas se apueste unas cañas haciendo una carrera en bicicleta o esquí y encima gane, como hace Teresa cada vez que compite amistosamente con su marido. Normalizar significa aceptar el miedo y superarlo, que lo excepcional se transforme en lo natural y que en lugar de diferenciar la discapacidad consigamos celebrar juntos la diversidad. Normalizar significa que todos podamos ejercer nuestro derecho a ser felices y, para conseguirlo, Teresa muestra el camino. La superación personal, el refuerzo de la autoestima y el entrenamiento de la autonomía llegan a través de una píldora mágica llamada deporte en compañía.
El nombre con el que bautizó la fundación no es casual y nunca se cansará de recordarlo: “Yo también puedo. Yo también puedo esquiar, yo también puedo navegar, yo también puedo montar en bici... Tú también puedes ayudar, tú también puedes disfrutar, tú también eres capaz de hacer lo que te propongas en esta vida. Tú también es nuestro eslogan; es tú también puedes. Tú también puedes de verdad normalizar tu vida si está en tu empeño. Tú también puedes hacer feliz a la gente que tienes alrededor”. Nada como el espíritu deportivo para alcanzar propósitos que parecían imposibles. Nada como Teresa Silva para inyectar en todos una buena dosis de energía capaz de transformar obstáculos en metas. Nada como la Fundación También para recordarnos que existen deportes en los que todos ganan.
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Contenido adaptado del vídeo de Teresa
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Teresa Silva lleva el deporte en su ADN. Creó la Fundación También y ha conseguido que más de 10.000 personas con discapacidad disfruten del deporte adaptado y experimenten la inclusión.
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Siempre he tenido inquietud por cambiar las cosas. He sido rebelde sin causa, pero el punto solidario no estaba en mi ADN. Yo era una persona que pensaba en mí, luego en mí y después en mí.
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Con veintipocos años yo me apasioné de repente con el deporte aéreo. Fue una sensación de libertad, de sentirme que podía volar, que era Superwoman… Fue algo inolvidable y que marcó un antes y un después en mi vida.
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Se me daba bien, gané varias competiciones. La Federación me invitó a formar parte de la Selección Española de Parapente. Claro, al ser la única mujer de la Selección había mucho interés por parte de los fabricantes de parapentes españoles, había mucha tensión.
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Pero había que trabajar, había que hacer el trabajo y bueno, cogí uno de los parapentes, volé, hice unas maniobras muy peligrosas para comprobar la velocidad del parapente y demás, entré en pérdida, caí en el suelo y lo siguiente que recuerdo fue un dolor tremendo de espalda y que no podía ni mover ni sentir las piernas.
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Era un miedo a lo desconocido, era un miedo terrible al tópico del tullido, del minusválido, del paralítico, que así se hablaba entonces, que tuve que luchar. Tenía que salir de ahí, no podía hundirme. Y me dio un vuelco absoluto a mi vida.
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Ahí estaba la semilla de lo que iba a ser la Fundación También. Es una entidad sin ánimo de lucro cuyo objetivo es la inclusión social de personas con cualquier tipo de discapacidad a través del deporte adaptado y la educación en valores.
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Tú también puedes ayudar, tú también puedes disfrutar, tú también eres capaz de hacer lo que te propongas en esta vida.
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Tú también es nuestro eslogan, es tu también puedes. Tú también puedes, de verdad, normalizar tu vida si está en tu empeño, tú también puedes hacer feliz a la gente que tienes alrededor y, sobre todo, a quien tienes que hacer feliz primordialmente es a ti mismo.
Este contenido ha sido elaborado por Yoigo.