Nadie sabe definir con exactitud qué hay detrás de la expresión més que un club que define al FC Barcelona. ¿Qué significa ese mantra que comparten con alegría y orgullo aficionados culés de todo el mundo? "Es difícil de explicar. Cada uno tiene su visión. Es un sentimiento, una oportunidad, una unión", intuye Jordi Cardoner, vicepresidente del club. Tras un momento de pausa, precisa: "Su mejor expresión es la Fundación. Una manera de estar cerca de nuestra gente".
La Fundació Barça es el brazo social del club y una de las pioneras en aunar fútbol y solidaridad en España. Alumbrada hace 25 años por el expresidente Josep Lluís Núñez, la entidad trabaja en tres campos: inclusión, prevención de la violencia y educación. "Utilizamos el deporte como una herramienta socioeducativa", explica Maria Vallès, su directora, una figura que ha labrado su carrera en el mundo de las ONG. "Nuestro objetivo es dar soporte a jóvenes en situaciones vulnerables y profesionalizar el uso del deporte en favor de la transformación social".
A través de iniciativas propias o en alianza con socios como Unicef, Acnur o Cruz Roja, sus programas –tan diversos como la integración de refugiados en Líbano, la sociabilización de niños de las favelas de Río de Janeiro por medio del fútbol o la mejora del bienestar de niños hospitalizados– beneficiaron en 2018 a más de un millón y medio de niños y niñas de 59 países diferentes. Para estas iniciativas la Fundació destinó un presupuesto de 17,4 millones de euros.
Que no parezca un hospital
Adrià de las Heras, de 13 años, lleva ingresado una semana en el hospital Germans Trias i Pujol de Badalona a consecuencia de una infección ocular. Aunque su abuelo, su avi Tomás, le distrae con crucigramas y jeroglíficos, el joven culé está algo cansado de pasar las horas tumbado en la cama. Adrià sabe que hoy no es un día más en su rutina convaleciente. Sin salir de su habitación, paseará y contemplará el Camp Nou manejando remotamente a Pol, un robot que, equipado con dos cámaras y siete micrófonos, será sus ojos y oídos durante la visita virtual.
"Cualquier cosa que anime, que estimule, que haga que los niños se olviden de que están aquí enfermos es muy importante. También para las familias", valora el doctor Rodrigo, jefe del servicio de pediatría del hospital. "Es todo muy fluido. Enseguida consigues que lo pasen bien", afirma Marc Para, socio azulgrana desde hace 17 años y uno de los dos voluntarios que acompañan a Adrià en el proceso.
Concentrado y con una sonrisilla de satisfacción, Adrià guía al robot Pol –bautizado así en recuerdo a un niño fallecido en 2017 que participó en el piloto de esta experiencia– hasta las Copas de Europa y las camisetas de Schuster y Stoichkov. "Con estas botas de tacos y este balón de cuerdas jugábamos de pequeños. ¡Imagínate!", exclama la voz del guía, en tiempo real, desde el estadio. "Es como con sus videojuegos. Le resulta chupado", tercia el abuelo Tomás, sentado con el periódico en el regazo.
El robot Pol, cedido por el empresa Awabot, forma parte del programa de bienestar pediátrico que la Fundació ha puesto en marcha en seis hospitales de Cataluña. En él colabora otra fundación, la del exfutbolista azulgrana Eric Abidal. "Eric está muy implicado y cree mucho en esta terapia", señala Andrea Martí, su responsable proyectos. "Nos gustaría extender y ofrecer esta experiencia a otros clubes, incluso fuera de España". Según una encuesta hecha a los beneficiarios, el 92% de los niños dejaron de pensar en la dolencia y/o los tratamientos durante la actividad y el 97% se sintieron "importantes, especiales y entretenidos" en ese tiempo. "El personal médico lo valora como un momento de evasión total de la enfermedad", amplía Ester Morillas, responsable de proyectos locales, que añade que, junto a la Fundación Enriqueta Villavecchia, los voluntarios también visitan a domicilio a niños en cuidados paliativos para que vivan la misma experiencia.
Deporte como medicina social
El trabajo de la Fundació salta al patio de un instituto del barcelonés barrio del Besòs. En este centro, ubicado en La Mina, un barrio de extracción obrera y abundante inmigración, se juega un fútbol peculiar. La regla es que no hay reglas fijas: esta tarde, si alguien marca un gol, deberá celebrarlo haciendo piña con sus compañeros. Y para que el tanto sea válido, cada jugador habrá de tocar el balón al menos una vez. Es la premisa de FutbolNet, una metodología activa en 55 centros de 43 municipios catalanes cuya esencia se resume en echar, siempre que se pueda, una mano al compañero.
"Pensamos cómo queremos jugar, jugamos y después analizamos si hemos favorecido la participación al margen de la técnica, si todo el mundo se ha sentido a gusto", pormenoriza Ramón Garriga, coordinador de FutbolNet en Cataluña. "Mediante el deporte buscamos cambiar el relato. Mezclar poblaciones que normalmente están estigmatizadas o en contextos de vulnerabilidad".
Entre el ruido de suelas de goma, los "mira, mira, ¡estoy solo!" y algún caño que otro, Adán Abas, de 13 años, confiesa una de sus reglas favoritas: "A veces acordamos que haya un jugador secreto que si marca vale doble". Su amiga Erika, de 11, añade: "Y si alguien se cae tienes que ayudarlo". La actividad, dirigida a chavales de entre 11 y 16 años, se practica en horario extraescolar. "Son unas horas clave para el proceso de socialización", resume Òscar Tàrrega, director del IES Besòs, un centro pedagógicamente innovador donde la biblioteca es patrimonio del barrio y las puertas están siempre abiertas. "Aprenden que esto es un espacio compartido, un instituto, y que tienen que sentirse orgullosos de pertenecer a él, al barrio, a la ciudad".
La metodología también se aplica en países como Italia, Grecia y Líbano para limar la tensión entre población local y refugiados. "Damos ayuda psicosocial a niños y niñas que han sufrido situaciones realmente traumáticas", afirma la directora Maria Vallès, que rememora cómo en Líbano lograron disipar algunos de los prejuicios que regían el lugar. "Las familias no querían que sus hijos jugaran con los migrantes porque decían que estaban sucios, que podían traer enfermedades", relata. "Tras año y medio de trabajo, el nivel de aceptación ha crecido muchísimo. Se ha perdido el miedo".
"Si lo dice Messi te lo piensas más"
El acoso juvenil, el bullying, es otro de los problemas con los que lidia la Fundació, que pilota una nueva metodología en 20 escuelas catalanas para combatir el fenómeno en la etapa de Primaria. "En el ámbito deportivo", amplía Vallès, "formamos a entrenadores para que sepan detectar y revertir estas conductas". "El altavoz del Barça nos permite romper esos estereotipos", sostiene Ester Morillas. "Por eso intentamos que los jugadores digan estos mensajes. Si Messi dice que no hay que dejar a ningún niño fuera de juego te lo piensas más".
"Los jugadores están muy implicados. Leo Messi, la persona, no el jugador, ha impulsado un hospital oncológico-pediátrico, el SJD Pediatric Cancer Center, que será una referencia en Europa", detalla Jordi Cardoner, que también habla de los Cruyff Courts, 250 campos salpicados por la geografía mundial que sirven para destensar climas de violencia urbana. El apoyo de la plantilla también es económico: el 0,5% de sus salarios –así como el 0,7% de los ingresos del club– se destinan a la entidad.
A un gran poder, en este caso azulgrana, se le asocia siempre una gran responsabilidad. Maria Vallès lo sabe: "El Barça y sus jugadores son una referencia para miles y millones de niños. Y, como tal, la institución tiene un papel que cumplir en la transformación social del mundo".
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