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Dónde te daré que no te duela

Enhebrando e hilvanando recuerdos cosidos para siempre

Judías verdes redondas, macarrones con chorizo, collejas, cardillos, delantal, uñas perfectas y pintadas, acetona, ganchillo, cadenetas, mantas, mandalas. Ser del montón. Parches de fentanilo. Enhebrar a la primera. El sueño de ser costurera, lo era.

La peseta robada; la fuente de Hontanillas; la higuera; el horno del pan; tu madre, Dámasa; calle Madridejos; cuatro siete cinco...; la onda en el pelo; tus vestidos estampados, con florecitas; un 33 de pie; secar pipas de melón; los toros; los tostones; el día que murió Lady Di; el día que murió Balduino; “vete a la mierda”.

Mi cojera ficticia; el abuelo; la permanente; tu horquilla, ¿dónde estará tu horquilla?; hacer jabón; las noches en vela en el pueblo; el día que nací; plato de porcelana (hierro esmaltado); tomate picado; los chorizos; los chorizos colgados de la ventana de la cocina; Los jugadores de cartas, de Cézanne; el Un, dos, tres de Mayra Gómez Kemp; la noche de los viernes; el camión de la basura; los calendarios; tu silla; tus mantas. Esperar la muerte; alear. La bolsa de bolsas mejor dobladas del mundo.

El tío Federico, o sea, tu padre; la tía Juana; el tío Flores; el pelo blanquísimo de tía Nana; Pareja; la olma; la plaza; la cabeza de jabalí disecada, y el jabato; ir al bar de la Tere. La más guapa, parecía una actriz antigua; el día que murió el abuelo; su capita para peinarse; la tabla pequeñita de madera; el cinquillo; los cubrevasos del pueblo; los servilleteros; Navas; la parra; los tallos de parra con sal; el colchón de lana; la señá Juliana; la señá Rosa; los labios finitos; los ojos tan claros; el hilito de voz del final; tu última sonrisa; la pancreatitis como si nada y dos de las mejores noches de mi vida contigo en el hospital, se cambiaron las tornas.

El gazpacho de Juani; las empanadillas con Tere; Juliiiiiii; mi madre mandando (no te enfades, las que somos mandonas, lo somos); santa Filomena; Alique; Sacedón; el mercadillo de los miércoles; los santos cubiertos; juez de paz; las palomitas en sartén. Usera; Orcasitas. “Con la Guerra se fastidió todo”. Superaste a las de tu quinta: la duquesa de Alba, la reina de Inglaterra y, por supuesto, Marilyn. Los vídeos y perrerías con el móvil. Tan fotogénica. ¿Qué te ha quedado por hacer? “Salir a tomar un café con mis amigas”.

El servicio pequeñito; aquella bañera con asiento-escalón; el teléfono colgado en la pared; algún vestido para mis muñecas; arreglos de ropa; el dinero a escondidas; cubiertos de alpaca; servilleteros; el tío Julio; la mujer a quien cortaron los pechos y los fueron mostrando cuando empezó la Guerra; tu primera pizza; siempre cojines; tu letra caligráfica; la nota manuscrita a lápiz: si enfermo de covid, no quiero que me lleven a ningún sitio, quiero quedarme en casa (no es literal en forma, sí en fondo, la vi en un mueble ese verano de 2020, un día que fui a regar las plantas); los geranios, el amor de hombre, el rosal, los periquitos, la pasión de Cristo; el balcón ahora, la terraza antes; el olivo, preparar las olivas, aceitunas chiquititas; la hiedra. Tu tono de piel. Mi abuela, la pequeñita, la mayor.

Las llaves colgadas del tirante del sujetador; frutos secos; rosquillas; queso fresco; jamón; tu sopa de cocido bien espesa; Cifras y letras, pánfila. Cientos de hilos; cajas de botones; la cinta métrica amarilla; trocitos de jabón; el costurero. Vernos juntos ―juntas―, tu felicidad. La vida que te insuflaba cualquier medicamento, como la que te daban Nico, Olivia y Laia. La mejor miel que probaré nunca. Tomates de mata; bolsas de leche. La madre de todas las Bretín(as). Abuela, dónde te daré que no te duela.

Dionisia Rebollo Rebollo (Hontanillas, Guadalajara, 8 de febrero de 1926 - Madrid, 1 de diciembre de 2025).

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