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La resistencia al límite de los quioscos de Madrid: 200 de los 300 establecimientos se quedan sin licencia en 2029

Los vendedores de prensa se quejan de la incertidumbre que les genera no saber si las concesiones municipales se suprimirán o se renovarán

Ubicado en la Glorieta de Bilbao, frente al emblemático Café Comercial, el quiosco de Rafael Martín se erige como una pequeña isla circular flanqueada por periódicos, revistas, películas, vinilos para los más melómanos e incluso muñecos de futbolín. A sus 58 años, Martín representa la tercera generación de una familia que lleva vinculada a la prensa desde hace casi un s...

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Ubicado en la Glorieta de Bilbao, frente al emblemático Café Comercial, el quiosco de Rafael Martín se erige como una pequeña isla circular flanqueada por periódicos, revistas, películas, vinilos para los más melómanos e incluso muñecos de futbolín. A sus 58 años, Martín representa la tercera generación de una familia que lleva vinculada a la prensa desde hace casi un siglo y suyo es uno de los apenas 300 quioscos que siguen abiertos en la capital. “Antes la venta era ambulante, con una banqueta, una mesita y a veces ni eso, sino con el montón de periódicos en el suelo. Se voceaba en la boca de metro”, recuerda desde el establecimiento que regenta su familia desde 1979 y en el que empezó a trabajar con 15 años. Tras toda una vida detrás del mostrador se pregunta qué pasará el 15 de septiembre de 2029, fecha aún lejana pero que se encuentra marcada en rojo en el calendario de los quiosqueros madrileños. Será entonces cuando expiren más de 200 concesiones municipales de prensa.

¿El 16 de septiembre de 2029 se levantará Madrid sin periódicos?, se preguntan desde la Asociación de Vendedores Profesionales de Prensa de Madrid (AVPPM) antes de señalar la incertidumbre que supone no saber si los permisos se suprimirán o se renovarán, ni bajo qué criterios. Un futuro incierto que golpea especialmente a un sector cuyas ventas han caído drásticamente en los últimos años y en el que el relevo generacional se presenta como un desafío difícil de afrontar. Martín, que forma parte de la junta directiva de la AVPPM, ha sido testigo directo del descenso del negocio. “Ahora se vende menos de un 10% de lo que se vendía antes”, afirma para apuntar tres momentos clave: la llegada de Internet, la crisis de 2008 y la pandemia.

“Con esta situación es difícil que los jóvenes se animen a seguir, y más si no saben qué va a pasar a partir de 2029. Además, quienes están cerca de jubilarse [unas 70 personas según la asociación] se encuentran con que nadie va a pagar un traspaso por algo que en menos de cuatro años puede desaparecer”, expone Martín para pedir claridad al Ayuntamiento. Una demanda que se suma a otras como la de “una mirada más abierta y flexible” que permita diversificar los productos que se ofertan en los quioscos. El objetivo: paliar la caída en la demanda de diarios y revistas y poder llegar a un público más joven.

Fuentes municipales contactadas por este periódico inciden en su compromiso de colaborar y coordinarse con los quiosqueros para atender sus peticiones. Mientras esto se materializa, los vendedores buscan adaptarse a las necesidades de sus barrios y ampliar su oferta para sobrevivir. En el caso de Rafael Martín, las cajas repletas de DVD en las que los clientes rebuscan títulos con los que ampliar su colección denotan una apuesta por lo clásico. “Las películas son mi mayor fuente de ingresos ahora mismo, por encima de la prensa. Han ido cerrando los videoclubs y las grandes tiendas especializadas ya apenas las exponen”, detalla Martín sobre un catálogo al que recientemente ha sumado vinilos y que defiende frente a “la gentrificación y la invasión de franquicias” en los barrios.

“Los quioscos no somos solo prensa, sino que somos esencia del pequeño comercio y creo que es algo que debemos defender y proteger. Nos preguntan direcciones, nos piden cambio, conocemos a todo el barrio y todo el barrio nos conoce… Somos servicio público. Un granito de arena en ese desierto de negocios cada vez más impersonales”, zanja Martín.

Esa resistencia la encarna bien Mariano Mayo desde el quiosco de la Glorieta de Ruiz Giménez, en Chamberí. Su historia como vendedor arrancó a los ocho años repartiendo periódicos de casa en casa. Hoy, con 72, sigue poniendo el despertador a las cinco de la mañana para, hora y media después, levantar la persiana del negocio que heredó de su abuela. “Antes no parabas. Venían los periódicos a primera hora y no te daba tiempo ni a desembalar las revistas. Ahora por la mañana no vendes nada, pero yo sigo abriendo igual”, recuerda Mayo.

Él apenas ha cambiado su oferta: prensa, revistas y coleccionables, principalmente, aunque reconoce que cada vez tiene más productos. “Sigo viviendo del papel. Luego puedes vender alguna cosa más, un bolso, una cartera, pero lo principal siguen siendo los periódicos y las revistas”. Pese a mantenerse como su mayor fuente de ingresos, Mayo se resigna ante la situación del sector y señala a la pandemia como punto de inflexión.

“En 2008 notamos la crisis, pero luego se recuperó. Ahora no lo vamos a hacer. El teletrabajo nos ha hecho mucho daño porque antes la gente iba a desayunar al bar de debajo de su oficina, salía a comprar el periódico… Ahora trabajan desde casa y no pisan la calle”, reflexiona Mayo sobre las dificultades que afronta su oficio.

Sin embargo, el veterano quiosquero predice que esta labor seguirá existiendo de una forma u otra y, mientras aguarda la llegada del 15 de septiembre de 2029 sin saber si su negocio tendrá que apagar las luces o perdurará en el tiempo, tiene claro que no quiere que sean sus hijos quienes cojan el testigo: “Es un trabajo muy sacrificado y cada vez da menos frutos. Yo no quiero que trabajen aquí y ellos tampoco”.

Un relevo necesario

Quien sí optó por seguir la estela de su padre es Ángel Martínez. A sus 37 años este graduado en Ciencias Ambientales lleva uno al frente del quiosco de la calle Rodríguez Marín. “Vengo desde niño y he trabajado aquí en diferentes épocas. Hace un año se jubiló mi padre tras 42 años en este quiosco”, explica el nuevo propietario.

Con una sonrisa en la cara, Martínez se esmera por mantener abierto un establecimiento que ya forma parte del paisaje urbano. Unos se acercan a por el periódico, otros a por tabaco y otros acuden en busca del último avión de guerra coleccionable. “Damos un servicio que va más allá de lo que parece. Hay personas mayores que vienen a diario y con los que te quedas 20 minutos hablando. No es solo vender un periódico, es formar parte de la rutina de esos vecinos y, en cierto modo, darles vida”, afirma.

Esta es la parte que más le motiva de un trabajo que tan solo echa el cierre tres días al año (en Navidad, Año Nuevo y Sábado Santo) y que busca reinventarse con la inclusión de servicios como la recogida y devolución de paquetes, pero sin perder su esencia. “Ojalá pudiese vivir vendiendo solo periódicos y revistas, pero hay que sumar. El margen que dejan los paquetes es ridículo, unos 70 euros al mes, y suponen mucho trabajo”, detalla sobre un servicio que, en ocasiones, deriva en la venta de alguno de los productos que expone en su pequeño negocio.

Martínez es consciente de que encarna la excepción: un quiosquero joven. Admite que la mayoría de sus colegas “tiene más de 50 años” y aunque entiende que las nuevas generaciones consideren que su negocio no tiene futuro, no comparte esta postura. “Los jóvenes piensan que esto ya casi no existe, que no va a funcionar, pero no es verdad. Si te organizas y sabes adaptarte al barrio en el que estás, puedes vivir de ello”, concluye desde detrás del mostrador. Una apuesta de vida que acaba de arrancar y que confía en poder mantener más allá de 2029.

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