Cuando llueve en Madrid
La tormenta es una especie de intemperie, pero al evocarla uno lo hace desde el refugio. Piensa en escucharla atrincherado en la cama. Siempre imaginamos la lluvia como algo que les sucede a otros
Llueve en Madrid. Lo dejo escrito por aquí por si alguien no se había dado cuenta mirando por la ventana, saliendo a la calle o echando un vistazo a las redes sociales. Porque cuando llueve en Madrid, en internet diluvia. Lo normal, cuando empieza a chispear, es abrir el paraguas, pero en esta ciudad parece que abrimos Twitter y nos lanzamos a contarlo como locos. Supongo que hay mucha gente que tiene la imperiosa necesidad de rellena...
Llueve en Madrid. Lo dejo escrito por aquí por si alguien no se había dado cuenta mirando por la ventana, saliendo a la calle o echando un vistazo a las redes sociales. Porque cuando llueve en Madrid, en internet diluvia. Lo normal, cuando empieza a chispear, es abrir el paraguas, pero en esta ciudad parece que abrimos Twitter y nos lanzamos a contarlo como locos. Supongo que hay mucha gente que tiene la imperiosa necesidad de rellenar los silencios (los reales y los virtuales) y el tiempo es un tema muy socorrido, tanto para los viajes en ascensor como para los timelines anodinos. Además, la lluvia mejora mucho cuando se cuenta.
Tiene este fenómeno meteorológico algo muy curioso y es que siempre es más bonito en la imaginación que en la realidad. No nos gusta tanto la lluvia como la idea de la lluvia, el imaginario construido a su alrededor. La tormenta es una especie de intemperie pero, al evocarla, uno lo hace desde el refugio. Piensa en escucharla atrincherado en la cama, el edredón hasta la barbilla, más que abrigo una barricada emocional. Mientras, fuera, las gotas caen y repiquetean, como bombas diminutas. Siempre imaginamos la lluvia como algo que les sucede a otros.
Por eso hay quien se pone sonidos de tormenta para dormir, como una nana para adultos. Una lluvia controlada y seca, sin sus molestos efectos secundarios. Hay una discografía alucinante sobre ello en Spotify, debe haber un tío riquísimo en algún lugar del mundo, con más reproducciones en su haber que la mismísima Taylor Swift. El día que se decida a dar un concierto en Madrid, seguro que lo peta.
El caso es que nadie sueña con una lluvia de verdad a menos que sea agricultor o meteorólogo. Nadie fantasea con esto que nos está pasando a los madrileños. Con llegar tarde al trabajo, el metro atestado de abrigos chorreantes, los calcetines calados al llegar a la oficina. Nadie evoca el hedor de agua vieja en el jersey, el tendedero en la cocina, los charquitos del ascensor. La lluvia es agradable solo desde el otro lado del cristal, en el calor del hogar.
Dicen los que saben que está lloviendo muy bien últimamente, que vaya lluvia más bien tirada, así ordenadita y modosa, en modalidad chirimiri. Yo no sé para el campo, pero para la vida esta lluvia es un incordio. Y para una playlist de Spotify creo que no termina de funcionar. No hay épica en este chispear fino e insistente. En esta lluvia pesada, este rebaño de nubes tranquilas que se han instalado en el cielo. Es una lluvia buena para el campo, mala para la ciudad y regulinchi para la épica, pues no da ni para cantar bajo ella ni para llorar disimuladamente, como en las canciones. Esta lluvia es un fastidio.
En estos días de aguacero me da por pensar en el verano, el solecito y la playa. Y no sé si lo estoy idealizando, de la misma forma que en agosto idealizo la lluvia. Si es mejor la idea de verano que el verano en sí mismo. Las expectativas y la añoranza hacen que todo sea mejor en nuestra cabeza. La realidad no es más que una constante decepción. Reconozco que en verano, muchas noches tropicales, me pongo en Spotify sonidos de lluvia para poder dormir. Y que anoche, mientras diluviaba ahí fuera, me puse un vídeo ASMR de chicharras.