Siete años de prisión por intentar quemar a una persona sin hogar sin ningún motivo
Juan Ignacio A. prendió fuego al edredón de Emilio M. una noche de febrero de 2024 y habría ardido si un vecino no hubiera estado paseando al perro en ese momento
Una noche de febrero de 2024, Emilio M. un sintecho de 67 años, dormía sobre un cartón y tapado hasta la nariz con un edredón en un portal de Madrid. Juan Ignacio A., un vecino de la zona, se puso a su lado, prendió fuego a su ropa de cama y, cuando las llamas alcanzaban una altura que a él le pareció suficiente, se empezó a alejar. Un hombre que daba el paseo nocturno a su perro fue providencial para que Emilio no se convirtiera aquella noche en una antorcha humana y sofocó las llamas antes siquiera de que esa persona sin hogar se enterara de que alguien había intentado matarlo. Por qué estuvo a punto de ser asesinado esta noche, permanecerá como un misterio. Ahora, eso sí, el autor ha sido juzgado y condenado a siete años de prisión.
El hombre sin hogar acostumbraba a pernoctar en la calle doctor Mariani, en el distrito de Tetuán, con sus pocos enseres. Se le solía ver por el barrio con una gran mochila que cargaba a sus espaldas y los que lo conocían de toda la vida lo llamaban de forma irónica el mudo, porque es muy hablador. Uno de los que lo conocía desde hace dos décadas es precisamente el que estuvo a punto de ser su verdugo.
Una sentencia recoge parte de la vida de estos dos hombres y también la noche en la que uno quiso matar a otro. El juicio se celebró en la Audiencia Provincial de Madrid a mediados de enero. Lo que el fallo judicial no aclara, porque la mano que prendió fuego nunca lo reconoció, es el motivo por el que Emilio casi arde esa noche. Lo que sí recoge es la presencia clave de Santiago, un vecino que estaba paseando el perro y que observó un fogonazo saliendo de un portal. “Por la época —invernal— pensé que se trataba de una fogata, pero vi a uno que se incorporaba y se iba muy rápido y al acercarme vi a uno con una manta en llamas”, relató ante el juez. El vecino del perro sofocó el fuego y despertó a Emilio, que dormía profundamente y no era consciente del riesgo que corría.
La actuación crucial del vecino no quedó ahí, sino que increpó al hombre que intentaba escapar. “¿Quieres matarlo?”, le espetó una vez que comprobó que la víctima estaba a salvo. El agresor le contestó. En el momento del juicio, el testigo no recordaba si le dijo “le he hecho lo mismo que él a mí” o “él se lo ha buscado”. En todo caso, lo siguió mientras llamaba a la policía, que en cuestión de minutos acudió al lugar y detuvo a Juan Ignacio, con dos mecheros en el bolsillo. Ese mismo día ingresó en prisión y no la abandonará hasta dentro de un tiempo, porque la sentencia lo condena a siete años y medio recluido por intento de asesinato.
La versión de Juan Ignacio es muy distinta. Él asegura que llegó a acoger en su casa a Emilio durante unos días, a cambio de que “estuviera limpio”. Pero que en algún momento discutieron y el hombre volvió a la calle. El agresor sostiene que el día de los hechos se sentó junto a Emilio para fumar cocaína y que por un descuido la pipa debió de prender el edredón sin que se dieran cuenta. El tribunal no dio crédito a esta versión. Es más, el fallo especifica que se trató de un intento de asesinato, porque la víctima no había tenido ninguna posibilidad de defenderse y, si no murió, fue por la presencia de un tercero que lo evitó.