Viaje al piso de alquiler más barato de todo Madrid: 400 euros por seis metros y váter en el exterior

El zulo es una casita que tiene hasta su propio tejado, en el barrio de Tetuán. Al entrar por la puerta solo se pueden dar dos pasos. No más. “Tiene todo lo que se puede poner”, explica el anunciante

El anuncio de Idealista, el inmueble y el retrete, que no se incluye en la vivienda.Vídeo: EPV

Camine un paso. Y otro. Pues ya estaría: bienvenido al piso más barato de todo Madrid. La mañana del miércoles, una alerta de Idealista apareció por sorpresa en el portal inmobiliario: “Alquiler de estudio en calle de Oviedo. Ocho metros cuadrados [seis, según el catastro]. 400 euros. Bajo interior sin ascensor. Barrio de Cuatro Caminos”. Hay mañanas en las que uno puede vivir en la web de Idealista, pero no en el anuncio que ofrece la web de Idealista. No hay otra opción que pinchar. Observar. Contemplar. Alucinar. ...

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Camine un paso. Y otro. Pues ya estaría: bienvenido al piso más barato de todo Madrid. La mañana del miércoles, una alerta de Idealista apareció por sorpresa en el portal inmobiliario: “Alquiler de estudio en calle de Oviedo. Ocho metros cuadrados [seis, según el catastro]. 400 euros. Bajo interior sin ascensor. Barrio de Cuatro Caminos”. Hay mañanas en las que uno puede vivir en la web de Idealista, pero no en el anuncio que ofrece la web de Idealista. No hay otra opción que pinchar. Observar. Contemplar. Alucinar. De las 7.100 viviendas que ofrece ahora el portal inmobiliario por los 131 barrios de la capital de España, esta es la opción más económica. Y la más cara, si se mide por metro cuadrado. Y la más pequeña. Que tiene sus peros, vamos.

Para saber más detalles sobre este anuncio, se indica el teléfono de un usuario llamado Mariano. Mariano comunica todo el rato. Atiende por WhatsApp:

—Hola, ¿se puede visitar, por favor?

—Buenas tardes. Hoy.

—¿A qué hora?

Mariano envía entonces una nota breve de audio: “Buenas. Entre las cinco y las siete estaré en la vivienda. Es un mes de fianza, un mes corriente y contrato indefinido”. Mariano, quizá por las dudas, cierra así su mensaje: “Es para una sola persona”. A las cinco de la tarde, ya había una pareja esperando en el portal blanco del número 9 de la calle de Oviedo de Madrid, a 15 minutos a pie del estadio Santiago Bernabéu. El bloque donde se encuentra este estudio tiene dos plantas, al lado de un aparcamiento público. Las paredes están bañadas de rosa palo. La pareja que aguanta impaciente la llegada de Mariano quiere zanjar de inmediato cualquier tipo de debate sobre la visita:

—Buenas. Nosotros hemos llegado primero.

Siempre hay alguien que llega antes a cualquier sitio. Un clásico para todo y para quien busca piso, y más en Madrid, donde la demanda es altísima. Pese a que el estudio es muy pequeño, la pareja explica que quizá puedan vivir ahí los dos. Ella, de unos 50 años, cuenta que se pasa casi todo el día fuera. Él, de unos 60, dice que está jubilado. “Es muy difícil encontrar una vivienda económica en Madrid”, dice. “Todo está muy caro. En este anuncio fui muy pesada hasta que di con él [Mariano]”. Los dos viven en una habitación compartida en Canillejas —cerca del estadio del Atlético de Madrid— por un precio similar. “Estar así es complicado. Tener la luz encendida es un pecado”. De pronto, un todoterreno negro aparece por la puerta pasadas las cinco y media. Un hombre de mediana edad y con gafas de sol baja la ventanilla:

—¿Venís por el piso? Aparco y lo enseño.

Es Mariano. Dice ser un amigo del propietario, que ahora mismo se encuentra fuera de España. Mariano, de estatura media, corpulento, en vaqueros y deportivas, explica que, antes de entrar, tiene que recoger una caja de cartón del piso. No es nada fácil dejar impoluta una casa de ocho metros cuadrados. Cinco minutos después, abre la puerta:

—Pasad.

Para acceder a la vivienda, hay que atravesar un patio interior donde, según el catastro, existen hasta 16 casas. Mariano explica que, salvo una o dos, casi todas son pisos turísticos. “La parte buena es que no hay mucho ruido por aquí”, dice. En el patio, los vecinos han colocado su tendedero. Ninguno ha colgado la ropa. Tampoco hay luces encendidas. Mariano pregunta a la pareja inquilina si, verdaderamente, quieren vivir ahí los dos, no como signo de prohibición, sino, más bien, de alucinación. La pareja, nerviosa y titubeante, dice que sí, que claro, que son conscientes de que el anuncio es para uno, pero que ella se pasa casi todo el día fuera de casa. Mariano da el visto bueno:

—Pasad. Pasad.

La pareja accede a la vivienda a la vez. Mariano, en el patio, explica que ha recibido más de 40 llamadas por el piso. Muestra el WhatsApp lleno de mensajes de números desconocidos. Los primeros visitantes salen a los dos minutos. “Es muy pequeño”, dice ella. Él no habla. Mariano no cierra la esperanza: “Ya me dicen”. Siguiente.

El estudio de seis metros cuadrados.

El zulo es una casita que tiene hasta su propio tejado y se encuentra al fondo del patio. Al entrar por la puerta, blanca, solo se pueden dar dos pasos. Uno. Y dos. Literalmente. La puerta incluye también una ventana de mitad para arriba. El suelo tiene azulejos de rombos blancos con círculos azules. Las paredes blancas huelen a recién pintado. El sillón cama es de Ikea y es desplegable. Mariano, desde el patio, responde:

—¿Es de 90, eh?

Por las dudas, presume de contar con una cédula de habitabilidad. “Aquí te puedes empadronar”. La tele es de unas 20 pulgadas. Está colgada en un extremo de la pared, justo al lado de otra ventana que no medirá más de 50 centímetros y que también da al patio exterior. En lo alto del sillón desplegable, cuelga un minitermo eléctrico y una minibomba de calor.

La otra pared cuenta con un miniescritorio blanco que, justo debajo, tiene una neverita, más bien minibar de hotel. Sobre el escritorio está una placa de inducción de dos fuegos: o se estudia o se cocina. O te marchas. El plato de ducha está inmediatamente después. “Mide 65 por 65 centímetros, lo hemos ajustado”, explica Mariano. No. No hay armarios para la ropa. Solo dos muebles pequeños, colgantes, y dos barras blancas de lado a lado con ocho perchas de madera, al aire. El microondas está justo encima de la puerta de entrada. Este el piso. Ni más, ni menos. Mariano es muy explícito al salir:

—Tiene todo lo que se puede poner. Es para estar y no estar.

—¿Y el váter?

—Está fuera.

Para acceder al váter, hay que salir de nuevo al patio central. Caminar unos 40 pasos. La puerta es verde y tiene llave. Mariano aclara cualquier tipo de duda:

–Es solo para este piso.

Al salir por la puerta comunitaria, otras dos mujeres esperan en la puerta. Mariano pregunta:

―¿Vienen a ver el estudio?

—Sí.

–Adelante.

Según el catastro, el piso no mide ocho metros cuadrados, sino seis. Las celdas de las cárceles en España suelen medir ocho y, desde 2010, las nuevas son de 14. Según el último plan de urbanismo de Madrid de 2023, se considera una vivienda mínima aquella que cuenta con un comedor, cocina, dormitorio y baño y cuya superficie útil sea superior a 40 metros cuadrados. De los 7.100 pisos de alquiler que se anuncian en Idealista en Madrid, 668 miden menos de 40. El jueves se anunciaba un piso de 22 metros cuadrados en el barrio de Chueca por 1.485 euros.

Documento del catastro donde se incluye como residencial esta vivienda de seis metros cuadrados.

El metro cuadrado de alquiler en la capital se sitúa ahora mismo en 18,3 euros, un 15% más que hace un año, siendo el distrito de Salamanca el más caro, con 22,7 euros. Es decir, que en esta zona un piso de 60 metros cuesta de media 1.362 euros. Y si es de 80, 1.816. En el caso del zulo que anuncia Mariano, el metro cuadrado se dispara hasta los 66,6 euros. Es el piso más pequeño y barato de Madrid. Y, a la vez, el más caro.

“El problema de estos pisos”, observa el portavoz del Colegio de Arquitectos de Madrid, Enrique Manzano, “es que se consideran viviendas porque ya lo eran antes de esta nueva normativa. Las viejas se rigen por un decreto del 29 de febrero de 1944″. A esto hay que sumar un decreto aprobado por la Comunidad de Madrid en junio de 2018, que suprimía cualquier regulación en torno a estas viviendas antiguas. “Una de las posibilidades del legislador”, explica la normativa, “sería regular las condiciones mínimas de habitabilidad exigibles a las viviendas. Sin embargo, dicha opción se descarta tras constatar que existe un cuerpo legislativo suficiente en el orden urbanístico e higiénico-sanitario en todo lo relativo a edificación”. Por eso, estas viviendas cuentan con cédulas de habitabilidad. Y se alquilan. Y se venden. Y se anuncian.

De hecho, el edificio del anuncio de Mariano se construyó en 1930. Cuenta con 16 viviendas y 11 miden menos de 25 metros. “La de seis”, cuenta por teléfono el portavoz del sindicato de inquilinos de Madrid, Víctor Palomo, “nos muestra que estamos en una situación de emergencia habitacional en Madrid. Cada vez vemos más anuncios así. Hay muchos piratas. Hay que tomar medidas urgentes”.

Un portavoz de Idealista explica que los anunciantes son los únicos responsables y que ellos no están obligados a verificar el contenido publicado por los usuarios. “De hecho, sería algo inviable por la magnitud. Solo actuamos cuando hay constancia efectiva de ilegalidad”. El anuncio desapareció la noche del miércoles.

El jueves, a las diez de la mañana, Mariano respondía al teléfono:

—¿Sigue disponible?

—No. Ya está alquilado.

El patio del bloque de viviendas donde se anunciaba el piso.

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