Residentes de Medicina Familiar: “Somos el futuro de la atención primaria, pero si Madrid no nos quiere, tendremos que irnos”
La sobrecarga de pacientes en los centros de salud y la falta de médicos en las urgencias extrahospitalarias hace mella en la formación de los MIR
Es una cadena. Si en un centro de salud no se cubren las bajas o las vacaciones de los profesionales, hay menos médicos para el mismo número de personas. Cada uno de ellos tiene que hacer frente a una larga lista de consultas y el tiempo que puede dedicar a los pacientes disminuye. De 10, a siete, a cinco, a dos minutos. Facultativos y ciudadanos se frustran. Todo es a la carrera, el servicio de ate...
Es una cadena. Si en un centro de salud no se cubren las bajas o las vacaciones de los profesionales, hay menos médicos para el mismo número de personas. Cada uno de ellos tiene que hacer frente a una larga lista de consultas y el tiempo que puede dedicar a los pacientes disminuye. De 10, a siete, a cinco, a dos minutos. Facultativos y ciudadanos se frustran. Todo es a la carrera, el servicio de atención primaria se deteriora poco a poco y el sindicato mayoritario de médicos (Amyts) convoca una huelga indefinida ―que este lunes ha entrado en su cuarta semana― para intentar frenar la sobrecarga infinita. Pero en la cadena, hay un eslabón que no puede sumarse al paro y que cada vez ve más mermadas su formación y sus expectativas laborales: los médicos internos residentes (MIR) de medicina familiar y comunitaria. En los últimos dos años, 443 profesionales han terminado la residencia en esta especialidad en Madrid. Tan solo 37 de ellos han aceptado los contratos que ofrece la Consejería de Sanidad.
“Somos el futuro de la atención primaria. Si no nos quieren aquí, nos tendremos que ir a donde ofrezcan mejores condiciones. Pero lo haremos con muchísima pena”, dice José Manuel Portal, residente de cuarto año (R4) en el centro de salud de Monterrozas, a las afueras del municipio madrileño de Las Rozas. Tiene 36 años y es de Salamanca, aunque se mudó a Madrid en 2007 para ejercer como enfermero.
No era su primera opción. Él quería estudiar Medicina, pero no alcanzó la nota de corte. La enfermería le gustó y se dedicó a ello durante 12 años, hasta que decidió volver a probar suerte. Esta vez sí. Compaginó la carrera con el trabajo, hizo el examen MIR y empezó la residencia. Le quedan apenas seis meses para terminarla, pero la saturación que llevan sufriendo los centros de salud desde hace años está afectando a su formación: “Los tutores tienen agendas apretadísimas, y eso significa que no pueden atendernos bien. No podemos preguntar dudas porque no hay tiempo para resolverlas. O tienen que hacerlo de prisa y corriendo para poder seguir con su labor asistencial”.
No es el único problema. El caos derivado del nuevo plan de reapertura de las urgencias extrahospitalarias ―80 centros puestos en marcha con la mitad de personal― ha provocado que muchos de los renombrados como puntos de atención continuada (PAC) estén funcionando sin médico. Estos centros incluyen los 41 servicios de atención rural (SAR), donde los residentes de medicina familiar de cuarto año deben hacer al menos una guardia al mes. Sin médico que asuma la tutorización, los MIR no pueden cubrir esa guardia. “Es día a día. Si tienes suerte, igual hay, si no, nada. Tenemos que llamar cada vez para ver si es un sí o es un no. Cuando toca lo segundo, te buscas la vida, porque esa noche en muchos casos no la recuperas”, cuenta Portal. La pérdida es doble: formativa y económica.
“A veces nos desplazamos al centro, vemos que no había médico y nos toca volver a casa. Son muchas horas invertidas en ir y venir, porque los SAR están lejos. Y gran parte del sueldo de los residentes son las guardias”, se queja Pablo Martínez, de 29 años y R4 en un centro de salud de Torrejón de Ardoz, al este de la capital. De media, los residentes deben hacer entre cinco y seis guardias al mes.
Por hora, cobran 17,85 euros en días festivos o si son de 24 horas suben a los 19,94 euros. Por ejemplo, en una guardia rural de 12 horas, un residente ganaría 214,20 euros. Si no puede hacerla, los pierde. “Si nos vas quitando guardias, el sueldo a final de mes para vivir en Madrid se te queda en los mil euros justos. Así no podemos”, critica Portal. Martínez añade: “También son muchas horas de formación que desaparecen y que solo podemos hacer el cuarto año de residencia. Queremos ayudar a pacientes y familias, y queremos hacerlo bien, pero nos falta apoyo externo”.
Se refiere a la falta de inversión. “Siempre tengo en la cabeza la frase de un profesor de la carrera: ‘La clave para un buen funcionamiento de la medicina es una buena inversión en atención primaria’. Eso no ha pasado, la atención primaria no resulta atractiva”. El gasto anual sanitario por habitante en Madrid es de 1.521,8 euros, lo que la convierte en la segunda comunidad con menor inversión, según el Ministerio de Sanidad. De esa cantidad, 162,2 euros son para primaria, un 10,7%, el porcentaje más bajo registrado en la capital en los últimos 20 años. El Gobierno regional se ha comprometido a destinar un 25% del gasto sanitario a ztención primaria en los presupuestos autonómicos de 2023.
“Somos profesionales extremadamente bien formados y es una pena que se nos trate así en España, y sobre todo en Madrid, porque tenemos salarios de vergüenza”, lamenta una residente de tercer año del centro de salud Guayaba, en el distrito de Carabanchel de la capital. Prefiere no decir su nombre para no comprometer su futuro profesional, que define como incierto: “Cuando terminas la residencia, todos los contratos son temporales, incluso de un solo día. Algunos médicos trabajan por la mañana en un centro y por la tarde en otro. Eso es cero estabilidad”.
Martínez siente lo mismo, cansancio y miedo. “Lo que se oye por los pasillos de mi centro de salud es que esta huelga es histórica [Sanidad calculó un seguimiento del 30% el primer día]. Pero agota ver que la Comunidad no está escuchando ni mueve un dedo por mejorar la situación. Empiezas a plantearte si merece la pena seguir con la especialidad. Me cuesta decirlo, porque me gusta, pero te entran dudas”, relata.
En el ambulatorio de Carabanchel, están atendiendo a una media de entre 60 y 80 pacientes al día, cuenta la residente, de 27 años: “Al salir de la jornada te encuentras en un estado de estrés y desilusión tales, que vives en una frustración constante. Te sientes como un autómata”. La carga de trabajo lleva a que cada vez menos médicos quieran comprometerse a ejercer de tutores, porque no tienen tiempo. En la Comunidad de Madrid hay siete unidades docentes de atención familiar y comunitaria, según datos recogidos en la web de la Gerencia de Atención Primaria. Estas unidades tienen capacidad para formar a 1.016 residentes y cuentan con 848 tutores acreditados.
“Los tutores deben tener un cupo limitado de pacientes al día y ni siquiera con el cupo reducido les da para dedicar tiempo a su residente. No solo te enseñan lo relacionado con la enfermedad, en atención primaria deben tenerse en cuenta cantidad de aspectos burocráticos o sociales. En eso solo puede formarte un médico que lleve años en una consulta. Pero a más carga, menos tiempo y peor aprendizaje”, explica Martínez. La medicina de familia no fue su primera opción, pero después de cuatro años se ha enamorado de la especialidad. Ahora, a punto de terminar el periodo de formación, no sabe si dedicarse a ello. Ve lo que le rodea y se pregunta: “¿Algo tan bonito me va a acabar quemando tanto? Es un futuro un poco triste”.
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