Así murió Alejandro: una ejecución planificada y en plena calle por una banda rival

Los cuatro asesinados por organizaciones juveniles entre enero y abril de 2022 doblan la cifra de todo el año 2021

Dispositivo en el lugar en el que se atendió a la víctima mortal en Villaverde.Emergencias

El que fue su último día de vida, el joven Alejandro Pérez Carmona, de 18 años, caminaba solo cerca de las vías del tren que trascurre por la calle de Alcocer, en el distrito madrileño de Villaverde, cuando se encontró ante una emboscada de la que le fue imposible escapar. Allí, a mediodía del miércoles, un grupo de jóvenes armados con cuchillos y machetes lo esperaban para acabar con su vida. No había otra intención, no se trataba de darle un susto, era un asesinato en toda regla. El suceso sorprende porque fue a plena luz del día, y todo apunta a que había sido muy estudiado y dirigido contr...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El que fue su último día de vida, el joven Alejandro Pérez Carmona, de 18 años, caminaba solo cerca de las vías del tren que trascurre por la calle de Alcocer, en el distrito madrileño de Villaverde, cuando se encontró ante una emboscada de la que le fue imposible escapar. Allí, a mediodía del miércoles, un grupo de jóvenes armados con cuchillos y machetes lo esperaban para acabar con su vida. No había otra intención, no se trataba de darle un susto, era un asesinato en toda regla. El suceso sorprende porque fue a plena luz del día, y todo apunta a que había sido muy estudiado y dirigido contra una persona en concreto. Sus verdugos habían decidido que ese era el lugar y la hora indicadas para acabar con quien consideraban un enemigo. En plena la calle, junto a unos raíles en desuso. Y así, la guerra de bandas juveniles añade otra víctima mortal en Madrid, la cuarta en los cuatro meses de 2022, el doble de todas las sucedidas durante 2021, una tendencia estadística que preocupa especialmente a las fuerzas de seguridad. Esta vez, la víctima era miembro de los Dominican Don’t Play (DDP) y los asesinos, sus eternos rivales, los Trinitarios.

Los pandilleros a veces salen a la calle, en busca de enemigos a los que dar caza, al azar, lo que ellos llaman caídas. Este no era el caso. Hace ya tiempo que los cuerpos policiales vienen advirtiendo de que el sistema de jerarquías con el que funcionaban tradicionalmente las bandas se ha descompuesto y ahora son pequeños grupos de miembros cada vez más jóvenes quienes se toman la justicia por su mano sin obedecer a mandos de mayor edad. Los adolescentes actúan de forma más temeraria y responden ante esa idea de familia y pertenencia que les otorga ser parte de uno de estos grupos. Esto, entre otros motivos, ha provocado que en los primeros cuatro meses del año se hayan duplicado los asesinatos como resultado de enfrentamientos entre bandas con respecto a todo 2021, un año que se saldó con dos homicidios confirmados por esta razón.

Los trinitarios que acabaron con Alejandro sabían que a esa hora su objetivo iba a pasar por ahí, probablemente camino de la estación de Cercanías ubicada en la misma calle, y que iba a estar solo. Un grupo de una decena de jóvenes armados había decidido cobrarse su venganza por la participación de este joven de 18 años en otras agresiones de los últimos meses, explican fuentes policiales. Se trataba de un miembro probado de los DDP y en su ficha constan antecedentes de cuando aún era menor.

Alejandro habría cumplido 19 años el 8 de noviembre de este año. Era español, nacido en Toledo, su madre había muerto recientemente y su padre no formaba parte de su vida. Residía con su tía y su hermano pequeño. El joven recibió varias puñaladas en el pecho y la espalda. Pudo correr unos metros hasta la puerta de un Mercadona, junto a un puesto de flores ubicado en la acera, pero allí se desplomó y los sanitarios, primero del Summa y después del Samur, no pudieron hacer nada por reanimarlo. Una semana antes, los sanitarios estuvieron atendiendo a heridos a solo 300 metros de ese punto, también fruto de una reyerta de las dos bandas enemigas.

Desde que en febrero dos jóvenes murieron en el mismo fin de semana por las cuchilladas de pandilleros rivales, la Policía intensificó el plan antibandas que ya tenía en marcha y que identifica los puntos a los que sus miembros acuden normalmente. En este plan, la noche está “muy controlada”, por eso no es extraño que hayan elegido el mediodía para atacar, como apuntan fuentes policiales. A pesar de la intensa actividad policial, que desde febrero hasta esta semana se ha saldado con 329 armas requisadas y 136 detenidos, siempre hay recovecos que es imposible cubrir. La impulsividad propia de los adolescentes y lo imprevisibles que son los encuentros casuales de grupos rivales en parques, en bares o en la propia calle dificultan poner fin a la escalada de agresividad en la que parecen estar inmersos los pandilleros. Lo más difícil en las agresiones entre bandas es predecir dónde sucederá el siguiente golpe. Son muchas las voces, también dentro de la propia Policía, que piden reforzar la prevención de la violencia, frenar la atracción de los chicos por las bandas, y no solo centrar los esfuerzos en la acción de los cuerpos de seguridad.

Una decena de agresores

El grupo V de Homicidios de la Jefatura Superior de la Policía Nacional ha asumido el caso. Estarán apoyados en su investigación por miembros de la Brigada de Información, que cuenta con tres grupos dedicados a las bandas juveniles. En la zona encontraron dos cuchillos tirados, aunque no se sabe si pertenecen a los atacantes o la víctima podía llevar en ese momento un arma encima. Los investigadores trabajan con la idea de que el grupo de agresores eran al menos una decena, aunque los pocos testigos que hay no han podido precisar el número exacto.

Las cámaras serán, como casi siempre, fundamentales a la hora de reconstruir los hechos. No tanto porque la Policía espere que en alguna haya quedado registrado el asesinato, sino porque hayan podido grabar el recorrido que hizo por el barrio el grupo de verdugos hasta el lugar de la ejecución. Además de los dispositivos de seguridad que hay en las calles, los agentes han solicitado los de las empresas de la zona, como Mercadona. También hay un edificio de Iberdrola al lado del lugar en el que cayó el fallecido.

Andrés (19 años), Jaime (15 años), Diego (25 años) y Alejandro (18 años), son las cuatro víctimas mortales de las guerras entre bandas en Madrid este año. Jóvenes que entran en estos grupos con el convencimiento que los de la pandilla rival son sus enemigos, aunque no sepan explicar por qué. Su conducta se rige por unos valores de supuesta lealtad y familia mal entendidos que cercenan vidas o dejan con graves secuelas en muchos de ellos, una auténtica losa para las familias. El número podría ser mayor porque en muchos de sus ataques la diferencia entre la vida y la muerte se mide literalmente en milímetros: los que separan las hojas de sus cuchillos de los órganos vitales. O en segundos: los que tarda la ambulancia en llegar para salvarlos de un fin seguro. Nadie pudo evitar el de Alejandro después de haber sido sentenciado por sus enemigos.

Suscríbete aquí a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.

Sobre la firma

Más información

Archivado En