El rubio, el pelirrojo y ¿el negro?
Es una noche, en la que una población mayoritariamente blanca, asume con confianza e ilusión, que un hombre negro entrará en su casa a dejarles regalos para hacer feliz a toda la familia
Hace poco fui con un amigo a una actividad de reyes para niños.
Él tiene un hijo mestizo, al igual que el mío, y además tienen la misma edad.
Es muy tierno verlos interactuar. Hablándolo con mi amigo, llegamos a la conclusión de que se debía a que de alguna forma se veían reflejados el uno en el otro.
Durante la actividad, una elfa les preguntó cuál era su rey mago favorito.
—¡Baltasar!, contestaron al unísono.
Pude constatar que muchos de los niños coincidían con la elección de nuestros hijos.
Después de meditarlo, llegué a la conclusión de que la jus...
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Hace poco fui con un amigo a una actividad de reyes para niños.
Él tiene un hijo mestizo, al igual que el mío, y además tienen la misma edad.
Es muy tierno verlos interactuar. Hablándolo con mi amigo, llegamos a la conclusión de que se debía a que de alguna forma se veían reflejados el uno en el otro.
Durante la actividad, una elfa les preguntó cuál era su rey mago favorito.
—¡Baltasar!, contestaron al unísono.
Pude constatar que muchos de los niños coincidían con la elección de nuestros hijos.
Después de meditarlo, llegué a la conclusión de que la justificación más plausible para esta preferencia bastante generalizada es que el rey Baltasar es el rey más identificable, el que presenta una particularidad más visible, al que se identifica como a alguien que viene de un viaje desde un lugar lejano. El perfil que hace que toda la historia cuadre.
Es una noche, en la que una población mayoritariamente blanca, asume con confianza e ilusión, que un hombre negro entrará en su casa a dejarles regalos para hacer feliz a toda la familia.
No es cosa baladí transmitir esa imagen tan tierna en el imaginario colectivo, a adultos y sobre todo a los niños, aunque solo sea una vez al año, en un país en el que todavía se criminaliza a los hombres negros, por el hecho de serlo, se agarran los bolsos las señoras al pasar cerca o se dicen cosas como “si tanto te gustan los negros, mételos en tu casa”.
La noche de reyes es una noche de tregua, en la que Baltasar entra sin ser sospechoso de nada en casa de personas que nunca han recibido a un hombre negro en su casa.
Es una noche en la que en lugar de bajar de pateras o morir en el mar, “el negro” es el favorito, es el rey.
Hay un vídeo viral de la educadora y docente Jane Elliott, en el que pregunta a los asistentes mayoritariamente blancos si les gustaría ser tratados como la sociedad en general trata a las personas negras. El silencio es un clamor.
Pues bien, la noche de reyes es esa noche del año en la que a los blancos les hace ilusión ser negros, y esa ilusión de “ser negro” una sola noche, prevalece sobre las voces de aquellos que lo son todos los días, en todos los espacios, con todos sus inconvenientes.
No se debe pintar a Baltasar porque ser negro no es un disfraz, porque la particularidad de serlo es precisamente que no te lo puedes poner para ser el rey y quitártelo cuando no te conviene.
No hace falta pintar a Baltasar, hay personas negras para hacerlo, algunos hasta dicen que hay tantos, que “nos invaden”.
Me hace ilusión esperar la carroza de Baltasar y ver que es negro de verdad.
Después se irá a su casa, con su negritud, a seguir viviendo situaciones cuyas consecuencias no se eliminan tan rápido como el betún.
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