Vivir en un piso compartido ya no es cosa de estudiantes

En distritos como Chamberí o Retiro o municipios como Pozuelo, el alquiler de una habitación casi supera el 30% del salario medio de la región

Alejandro, que prefiere no ser identificado, en la habitación que comparte en un piso en Orcasitas.KIKE PARA

“Simplemente, porque no puedo permitírmelo”. Es la respuesta que da el periodista Yago Álvarez a la pregunta de por qué no vive solo a los 40 años. Lo dice con tono de derrota, mezclado con un deje de indignación. Ahora paga 400 euros, además de los gastos, por una habitación en un piso de Carabanchel, en el que vive desde diciembre con un amigo. A su espalda tiene 15 años de compartir vivienda, que incluyen las discusiones sobre el reparto de la comida en las baldas de la nevera, habituales a los 20 años, pero insoportables a su edad. Por eso, ya solo vive con conocidos.

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“Simplemente, porque no puedo permitírmelo”. Es la respuesta que da el periodista Yago Álvarez a la pregunta de por qué no vive solo a los 40 años. Lo dice con tono de derrota, mezclado con un deje de indignación. Ahora paga 400 euros, además de los gastos, por una habitación en un piso de Carabanchel, en el que vive desde diciembre con un amigo. A su espalda tiene 15 años de compartir vivienda, que incluyen las discusiones sobre el reparto de la comida en las baldas de la nevera, habituales a los 20 años, pero insoportables a su edad. Por eso, ya solo vive con conocidos.

Mensualmente ingresa unos 1.500 euros netos, que salen de su sueldo base y de algunos trabajos extra que realiza. “Claro, asumiendo que dedico más de 40 horas a la semana, por supuesto”, precisa. Si le suma los recibos de suministros, calcula que gasta un tercio en vivienda, un 35% aproximadamente. Para él pagar un alquiler solo es imposible.

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Yago podría ser el ejemplo tipo para el Banco de España y más expertos, que recomiendan limitar el porcentaje del salario para sufragar el alquiler al 30% y no superar nunca el 35%. De poder así mantener un nivel de calidad de vida óptimo. “Nos sentimos privilegiados, aunque me he tenido que mudar de Arganzuela a Carabanchel para que sea posible”, afirma. Según datos del INE, en España comparten piso de alquiler 123.000 personas mayores de 45 años, sin relación familiar entre sí, y el 22% lo hacen en Madrid, ante la dificultad de asumir una renta completa.

Sandra vive con su madre y su hermana pequeña en un piso de Leganés. Llegaron desde Colombia a principios de 2020 como solicitantes de asilo. Esta familia gasta lo que no tiene en abonar los 370 euros por la habitación en la que viven. Y no tienen porque no ingresan casi nada. Sandra está haciendo un curso de cajera reponedora y su madre cuida cada dos días a un hombre mayor del barrio, mientras esperan la resolución de sus solicitudes de protección internacional.

El salario medio mensual neto en la Comunidad está en 1.783 euros, a julio de 2021, según datos de la Agencia Tributaria a los que se ha añadido el incremento del IPC. Una característica en las distribuciones salarial es la desigualdad: existen más trabajadores en los valores bajos que en los sueldos elevados, de modo que se puede esperar más personas que cobren menos con respecto a los que estén por encima. Con este dato, no hay ningún distrito de la ciudad, ni localidades grandes del extrarradio, en los que un piso de 70 metros cuadrados sea asequible por los 535 euros, el 30% del salario medio. Según el último informe del Banco de España, el coste de la vida en las ciudades de Madrid y Barcelona es un 20% más alto que en el resto de país, y el coste del alquiler es un 82% superior al de la media.

Si Susana, de 47 años y madre de una niña de dos, no vive en una habitación alquilada, es porque su hermano lleva un año pagándole la renta de 580 euros de su apartamento de 30 metros cuadrados en Usera. Al ser asistente de cocina en un colegio, fue de las primeras en caer en el ERTE, que no cobró hasta julio. Acudió a la junta municipal a pedir ayuda y una trabajadora social le aconsejó dejar el piso: “Vete pensando en cambiarte a vivir a una habitación con tu hija”. Le debe más de 5.000 euros a su hermano, entre alquiler y gastos de guardería, “Sin él no podría seguir aquí, pero tampoco es rico”, explica. Su sueldo mensual, ya de vuelta en su puesto, es de 960 euros.

El gasto en el alquiler de una habitación ya casi supone ese 30% recomendado en distritos como Chamberí o Retiro en la capital, y se roza en municipios como Pozuelo de Alarcón. El estrés económico para sufragar la vivienda es el denominador común en personas que trabajan a media jornada o a jornada completa por 950 euros, el Salario Mínimo Interprofesional (SMI).

Alejandro, de 42 años, invierte el 41,5% de su sueldo de 650 euros como operario de limpieza para pagar los 270 de su habitación en el barrio de Orcasitas

Alejandro, de 42 años, supera ese porcentaje con creces: invierte el 41,5% de su sueldo de 650 euros como operario de limpieza para pagar los 270 de su habitación en el barrio de Orcasitas. Surfea el mes con ayudas de parroquias y despensas vecinales. Para Susana es más, incluso: de cada diez euros que gana, seis se los come la renta de su piso.

En la ciudad de Madrid solo en tres de cada diez hogares viven personas solas, según un estudio de 2019 de la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo. Este documento descubre algunas pistas sobre cómo se configuran los pisos compartidos en la capital, si bien los datos son de 2018. Del informe municipal destaca, entre los hogares con dos convivientes, la tipología de persona mayor con persona cuidadora. Los pisos con tres habitaciones son los más usados por los estudiantes y, si son cuatro o más, no suele haber ninguna relación entre los inquilinos. Por edades, según el informe, la franja en la que más se comparte es la de menos de 25 años. A partir de los 35, siete de cada diez hogares componen una familia, y después el porcentaje va bajando, posiblemente relacionado con separaciones y divorcios. A partir de los 80 años se reduce drásticamente la cifra y se incrementa la gente que vive sola, siguiendo cierta lógica vital.

Sin contrato legal

Ni Alejandro ni Sandra han firmado un contrato con validez legal, lo que les hace carne de cañón para abusos e invisibles a estadísticas. Tienen un casero-inquilino, un titular del contrato de arrendamiento que les subalquila las habitaciones y que no vive en el inmueble. En el caso de Sandra, el cuarto de Leganés en el que vive con su madre y su hermana es amplio, de 30 metros cuadrados, suficiente para dormir, pero “es imposible estar, no hay ni aire acondicionado ni un ventilador”, cuenta. La convivencia con una pareja que habita la segunda habitación del piso es nula y su hermana no se atreve a usar el salón. De momento su “contrato” tiene una validez de seis meses.

Alejandro, por su parte, lleva solo uno en Orcasitas y le gustaría cambiarse, pero su estabilidad emocional se lo impide. Tiene concedido un grado de discapacidad que le hace complicado socializar. Ha pedido ayuda en la junta municipal pero su condición de soltero no facilita las cosas. “Mi trabajadora social me dice que solo hay viviendas para familias”, explica. Su piso tiene cinco habitaciones: en una vive una pareja con tres menores, uno de ellos bebé. En otra, otra con una niña. Dos habitaciones más están ocupadas por personas solteras, como él. El espacio común es mínimo y los niveles de ruido altos son el día a día.

Volviendo a las estadísticas, en los últimos cinco años en la Comunidad de Madrid este tipo de viviendas, con dos o más núcleos familiares, ha aumentado un 40%. En el de Alejandro son 11 personas sin conexión familiar conviviendo en 55 metros cuadrados. Tocan a cinco por cabeza.

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